Lo que hemos visto esta semana tras la visita a Panamá del secretario de Defensa estadounidense, Pete Hegseth, es una retahíla de inconsistencias y falta de transparencia que levanta sospechas sobre los acuerdos que el Gobierno está alcanzado con Estados Unidos. A la fecha, el Ejecutivo no ha podido explicar por qué, en una declaración conjunta, la versión del Gobierno decía una cosa y el documento en inglés del Departamento de Defensa contenía otra. Ni ese comunicado, ni el propio Hegseth ante una pregunta directa de los periodistas, reconoció la soberanía panameña sobre el Canal. Si bien las intenciones coloniales de Donald Trump hacia América Latina y el mundo son públicas, preocupa en extremo que las autoridades panameñas permitan exabruptos que atentan contra la soberanía. Pareciera que la única estrategia en política exterior con la que cuenta el Gobierno es ceder ante Estados Unidos. Eso es intolerable para un país que consiguió en 1999, con sangre y diplomacia, el fin de la Zona del Canal, enclave colonial que parecía imposible de acabar. Es el momento de ser firmes e inteligentes para sortear una guerra entre potencias que no es nuestra. El sacrificio de miles de panameños por recuperar el Canal no puede ser dilapidada por el miedo a perder la visa y los negocios. Panamá siempre estará primero.

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