• 25/08/2016 02:02

La zorra, el gavilán y el gallinero — fábula

‘MORALEJA: Que no te juzgue quien de antemano piensa mal de ti y por ello puede hacerte daño '

Érase una vez un avicultor que tenía una granja avícola muy próspera, de la cual derivaban importantes utilidades para él, así como para su numerosa familia y para los trabajadores de la empresa. Sus productos se consumían tanto en el mercado local como en otros países, de donde pedían productos del aviario o venían hasta la granja a comprarlos.

Se vendían pollos, gallinas, huevos y otros subproductos de esa agroindustria, que marchaba muy exitosa.

Sin embargo, llegó un momento en que competidores del negocio, de adentro y de afuera, comenzaron a formular toda clase de quejas y acusaciones contra la empresa del próspero avicultor local, acusándolo de que sus productos estaban contaminados, que propagaban enfermedades, así como un sinnúmero de acusaciones, todas matizadas por el interés de aquellos competidores y de otros que dicen ser vegetarianos y que no comen carnes, convertidos todos en críticos y acusadores.

Preocupado por la magnitud del problema que a su negocio le estaban causando las acusaciones y tramas de sus adversarios, este avicultor, previa consultas con gente de su entorno, decidió contratar expertos para que investigaran si eran o no ciertas las acusaciones formuladas y que le recomendaran algunas medidas que fuesen necesarias para mejorar la imagen y calidad de sus productos, a efectos de dejar sin base alguna a sus enemigos comerciales y sus adláteres, que eran muchos.

Para tal fin, el avicultor se preguntó: ‘¿Quién o quiénes saben mejor que nadie sobre gallinas, pollos y huevos? '.

Consultó con su conciencia y con algunos allegados sobre lo que mejor convenía hacer al respecto y todos, incluyéndose él mismo, expresaron que los mejores conocedores del todo el tema eran la zorra, animal de bello pelaje y estilizada forma corporal, con ojos que reflejan gran inteligencia o tal vez astucia y el gavilán, cuya vista es tan aguda que le permite detectar hasta los menores detalles del entorno al cual dirige su vista, sin menoscabo de su elegante y aerodinámica estructura física.

Visto todo esto, el avicultor ni corto ni perezoso procedió a ponerse en contacto con la zorra y con el gavilán, a quienes, luego de algunos intercambios de ideas e instrucciones, contrató para que entraran a los gallineros, examinaran las gallinas, pollitos y sus diversos subproductos y le hicieran luego las recomendaciones que les pareciesen aconsejables.

Los contratados pelaron los ojos llenos de codicia y admirados por la ingenuidad del avicultor y luego, con toda prontitud aceptaron el encargo y procedieron al cumplimiento de su tarea o exámenes, que comenzaban por comerse a las gallinas, los huevos y subproductos, expresando al interesado que para dar opinión tenía que probar el producto objeto de lo que sería el dictamen de ellos.

Los perros que el granjero tenía para cuidar sus gallineros los tenía amarrados para que no molestaran a los expertos y les hacía claras amenazas cada vez que ladraban o intentaban hacerlo.

El final de la historia es el que cabe esperar cuando se toman decisiones como las que adoptó el entristecido avicultor. Las gallinas, los pollitos y los huevos quedaron gravemente mermados cuando los expertos contratados dieron salida a lo que de antemano era parte de su instinto.

MORALEJA: Que no te juzgue quien de antemano piensa mal de ti y por ello puede hacerte daño.

ABOGADO

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