• 23/04/2022 00:00

¿Y entonces?

“Con preocupación vi a una joven promesa política buscando dividir más a la gente. Sospechoso, y lamentable. Así nos quieren, divididos y perezosos”

Vivimos secuestrados. Desde que recuerdo, cualquier grupillo semiorganizado, compuesto de algunos cabezas calientes es capaz de paralizar el país. Siempre me ha llamado la atención que 15 personas sean capaces de detener el tráfico de las vías más importantes de Panamá, perjudicando a miles. Surgen sentimientos encontrados, a favor y en contra de los manifestantes. Que si tienen derecho, que si mancillan el derecho de los demás. En ambos casos, la respuesta es positiva. Tienen derecho a manifestarse, y mancillan el derecho de una enorme mayoría, impidiéndole circular libremente.

Nuestra Constitución militaroide, emparchada y ampliamente sesgada hacia la política y sus participantes, permite manifestarse en contra de cualquier cosa, básicamente. De manera trágica, los ciudadanos muy pocas veces utilizamos ese “derecho” de manifestarnos contra tanta corrupción, tanto error premeditado, y tanta desconexión de la realidad del pueblo, por parte de los políticos gobernantes de turno. No es algo que se limita a un partido. No. Todos los que han llegado al poder actúan exactamente igual. Suben al “trono”, pues actúan como reyezuelos, prometiendo corregir todo lo malo. Una vez arriba, sacan el cobre y no solo no mejoran lo malo, sino que, de manera casi imposible, logran empeorar una situación caótica, buscándole más tetas que ordeñar al Estado en beneficio propio, y en perjuicio de los demás.

¿Quiénes hacen uso del derecho a manifestarse? Los sindicatos. Esos grupos que originalmente surgieron con el propósito de beneficiar a la clase trabajadora, pero que ahora, escudados en discursos vacíos, amenazan al país si no se les concede lo que pidan. Los líderes sindicales han mutado en caciques vitalicios, quienes hacen lo que les dé la gana con su tribu de seguidores. Al igual que un pequeño país corrupto, los miembros del sindicato mantienen con sudor y esfuerzo a cuatro bellacos que viven al mejor estilo del jet set, mientras usan términos como “camarada”, “compañero” y pendejadas pseudosocialistas. Cada vez que los miembros están sufriendo necesidades, los caciques les dicen lo mismo, “sin esfuerzo, no hay victoria”. Para traducir lo que realmente quieren decir con eso, podemos entender que la frase completa sería “sin el esfuerzo de ustedes, no hay victoria para nosotros, ni para nuestro plan de vida, así que jódanse y aguanten”.

Existen agrupaciones vinculadas a la industria de la construcción. Unas son meramente empresariales, otras de obreros, y otras colegiadas. Son estas últimas las que rigen las normas de la construcción por Ley en Panamá. Prestando atención a esto, se entendería que la construcción y todo lo que la compone debería pasar por el escritorio de las agrupaciones colegiadas, pero no es así. A los miembros de las agrupaciones colegiadas les cae toda la responsabilidad de las obras de construcción, mas no así los beneficios. Por Ley, no puede haber obra de construcción sin que un miembro de las agrupaciones colegiadas esté a cargo de las mismas, velando por cumplir y hacer respetar las normas constructivas, en beneficio de los ciudadanos. Busquen donde gusten. Las obras de construcción pueden desarrollarse sin miembros de las agrupaciones de obreros, sin miembros de las agrupaciones empresariales, pero jamás sin miembros de las agrupaciones colegiadas. Hay obreros no afiliados a las agrupaciones de obreros. Hay empresas no afiliadas a las agrupaciones de empresas. Lo que no puede haber son obras sin profesionales idóneos.

Siendo esto así, ¿por qué nos sometemos al chantaje de grupos de obreros, minoritarios, que pactan acuerdos con agrupaciones de empresas de construcción, que son pocas también? ¿Por qué hace mutis el Gobierno ante tanta amenaza y agresión por parte de grupos que no representan a la mayoría? ¿Por qué debo verme yo afectado por una pugna que no respaldo, y que tampoco me representa?

Existen empresas que no respetan a sus colaboradores, y no pagan salarios justos. Que las sancione el Gobierno, y que no puedan seguir ejerciendo de manera irregular. Existen empresas corruptas. Que se les prohíba ejercer en suelo panameño. Existen agrupaciones que no presentan rendiciones de cuentas. Que las auditen. ¡Ajá!

Acá el problema es que los Gobiernos, lejos de sancionar a los malos, los encubren. Lejos de buscar solucionar las injusticias, las quieren perpetuar. Todo el sistema ha sido prostituido para que reine lo malo, y lo bueno se castigue.

“¿Pagas tus tributos a tiempo? Más te vale”.

“¿Te atrasaste con el pago de tus tributos? Pobrecito, pequeño irresponsable. Te daremos una moratoria y un descuento”.

En un país donde las leyes las hacen los malos, no podemos esperar que se premie lo bueno. Acá, caciques sin valores exigen a empresarios honestos que paguen por las ilegalidades de las empresas corruptas y deshonestas. Los Gobiernos exigen a las empresas honestas cumplir con todas las normas y detalles, mientras siguen otorgándoles las obras y los trabajos a las empresas harto conocidas por sus malos manejos. ¿Y entonces?

No faltará el comentario que señale a este servidor como un resentido, que sugiera que debo agruparme y exigir mis derechos en las calles, mientras aplauden la gestión de los mercenarios de la construcción, quienes de carambola también perjudican a los que los aplauden.

Estamos mal enfocados. Manifestarse en las calles es poner el ciudadano contra el ciudadano. “Divide y vencerás”. ¿Queremos cambios? Manifestémonos donde se hacen las leyes, tan perjudiciales para Panamá. Exijamos a las empresas corruptas que cumplan, o que cierren sus actividades. Pero dejemos de romantizar lobos con piel de oveja.

Queremos que alguien venga y resuelva todo por nosotros, y para nosotros. Con preocupación vi a una joven promesa política buscando dividir más a la gente. Sospechoso, y lamentable. Así nos quieren, divididos y perezosos.

“Había tres hermanos que se llamaban Todos, Alguien y Nadie. Cuando había algo que hacer, Todos pensaba que Alguien lo haría, pero Nadie lo hacía”.

Dios nos guíe.

Ingeniero civil.
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