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- 02/10/2020 00:00
¿Cómo se ven las elecciones de EE. UU.?
Durante las próximas cuatro semanas, los medios de comunicación enfatizarán su cobertura de las elecciones que se realizarán en los Estados Unidos de América, el próximo 3 de noviembre.
Pero ¿por qué es tan peculiar este proceso eleccionario en esta ocasión?
Podría decirse que se debe a que hay mucha aprensión por la posible reelección del actual presidente, quien se ha caracterizado por sus comentarios poco tradicionales y alejados de la práctica de esos derechos humanos que los han caracterizado y que los convirtió en símbolo de justicia, democracia. Igualmente, sus acciones parecieran ser más de un empresario de los que nunca salen de su oficina, que las de un líder que quiere dirigir a su país hacia el futuro, encabezando a las naciones que conforman el grupo de los países más industrializados del mundo.
Por el contrario, la última vez que participó de un cónclave mundial, se convirtió en el hazmerreír del resto de los dirigentes mundiales, debilitando su ya deteriorada imagen y el liderazgo que, por regla general, ha caracterizado a los presidentes estadounidenses. Muchas veces pareciera que sus acciones responden a un sentimiento muy alejado de ese sentir de estadista pensante que vela por el bien de la masa votante que lo eligió.
El sistema electoral estadounidense es muy peculiar y quizás único en su forma. Para entenderlo hay que conocer y comprender la forma de pensar de los fundadores de esa nación que nace, más que por una conquista por parte de una potencia europea, por la iniciativa de grupos de familias que buscaban la libre práctica religiosa. Posteriormente, su independencia se origina en la búsqueda de independencia tributaria y económica.
Como era una nación multifacética, multiétnica y de gran extensión geográfica, los gestores de esa independencia, en 1776, velaron por los derechos, no solo de las mayorías, sino también de las minorías. Por ello el sistema democrático estadounidense no es directo, sino representativo, lo que significa que los electores no eligen directamente al mandatario, sino que eligen a un “colegio electoral” que a su vez elige al nuevo presidente.
Entonces surge el detalle del sistema, donde no todos los estados que conforman a esta gran nación tienen el mismo peso votante, pues estos padres de la patria previeron que grandes multitudes se radicarían en las principales ciudades y podría darse el caso de que no se tomara en cuenta el voto de las áreas menos pobladas. Esto puede entonces producir un resultado interesante, como sucedió en las elecciones de 2016, cuando una candidata fue la más votada en el “voto popular”, pero no ganó la silla presidencial, pues no obtuvo la mayoría del voto del colegio electoral, o sea, el voto porcentual de acuerdo con la representatividad por estado.
Por esta razón, las encuestas generales, pudieran ser engañosas y sugerir que un candidato va por encima del otro; sin embargo, no tiene los votos proporcionales, para resultar electo.
Desde mi perspectiva, el actual presidente ha promovido la discriminación racial, el pronunciamiento de la división de clases sociales y ha abanicado el fanatismo religioso que tanto acostumbraba a criticar, cuando este se generaba en el Medio Oriente.
Nuevamente, desde mi balcón, el partido opositor seleccionó a un candidato débil para enfrentar al totalitario ocupante de la casa presidencial, que le ha permitido a este último, como se dice en Panamá, “coger un aire” en la carrera presidencial.
El actual presidente se mofa del aspirante y ha sugerido que es un viejo y que se duerme muy fácilmente, a pesar de que solo es tres años más joven; de igual manera, muchos de sus anuncios no han sido muy congruentes con los de un hombre de alto intelecto, como, por ejemplo, cuando durante el pésimo manejo que ha tenido en la lucha contra la COVID-19, sugirió ingerir cloro, no usar mascarillas y no practicar el distanciamiento social.
El aspirante demócrata ha sido acusado de ser senil y, al igual que al actual presidente de Panamá, se sugirió en campaña que padecía de Alzheimer, lo cual ha quedado más que desmentido. A pesar de no ser el mejor candidato, es el único que legalmente tiene una oportunidad de desbancar al actual presidente, cuyo mandato debe acabar a mediados de enero de 2021; sin embargo, él ha sugerido que podría no reconocer el resultado de las elecciones, lo cual pudiera llegar a producir otro hito en la historia estadounidense, induciendo a la actual líder de la Casa de Representantes a ocupar la silla presidencial hasta tanto se resuelvan las posibles demandas.
Esta historia tiene muchas páginas adicionales que se irán escribiendo en las semanas previas al 3 de noviembre, las cuales podrían ser tan cambiantes como el ánimo y la disposición del presidente de la otrora nación más poderosa del mundo.
Estoy seguro de que habrá muchos que no estarán de acuerdo con mi forma de pensar, pero ofrezco un análisis sesudo, desde mi propia óptica e incluyendo mi experiencia y conocimiento de la historia y política estadounidenses.
Al menos así lo veo yo.