• 13/05/2024 00:00

Una mirada a la realidad

No hay condiciones en muchas esferas que hagan justicia a los más necesitados. Y las posibilidades de crecimiento y desarrollo no son iguales para todos. En materia de justicia, los resultados son evidentes

No he podido darle seguimiento en detalle a los comentarios y análisis que se han publicado sobre el resultado de las elecciones del pasado domingo 5 de mayo de 2024. Los analistas le han dado la vuelta a los números, los han comparado entre sí, han hecho suposiciones y han llegado a conclusiones puntuales desde diversas perspectivas con base en los datos o simplemente desde la profundidad de las emociones personales.

Una observación y, repito, no sé si ya algún analista ha tocado el tema. Tiene que ver con los discursos de odio que algunos candidatos han promovido siempre y que durante este periodo electorero repitieron. La xenofobia y discriminación en contra de los migrantes no fue tema determinante. A mi parecer, los electores no creen que estos sentimientos merecen estar a este nivel de discusión nacional.

De la misma manera creo que el asunto de los “pro familia”, tampoco lo fue. La deshonesta desfiguración de la Agenda 20-30 de la ONU, y su constante repetición, dejó evidente la calidad de representación que tendríamos si hubieran sido elegidos. Esos temas merecen una discusión seria, pero no son los temas que más afectan el bienestar de la población panameña y creo que el resultado de las elecciones dejó eso bien claro.

No hay agua en Arraiján y en muchos otros lugares del país. El servicio de transporte es ineficiente para la gente que depende del mismo para su subsistencia diaria. El Banco Mundial cuando se refiere a la pobreza lo señala como: “un fenómeno multidimensional que incluye incapacidad para satisfacer las necesidades básicas, falta de control sobre los recursos, falta de educación y desarrollo de destrezas, deficiente salud, desnutrición, falta de vivienda, acceso limitado al agua y a los servicios sanitarios, vulnerabilidad a los cambios bruscos, violencia y crimen, falta de libertad política y de expresión”.

Somos el cuarto país más desigual del mundo. La pobreza es notable a pesar del espejismo citadino de los rascacielos y los carros de lujo y ese es el escenario en que se dan los resultados de las elecciones y los asuntos a discutir. En consecuencia, se debe actuar de alguna manera para corregirlo; desde el escritorio ejecutivo de los que ostentan el poder económico en todas las esferas, hasta el hombre o la mujer común de la calle que cada día más parece inmune ante las necesidades ajenas.

Los elegidos deben entender que los problemas sociales están insistentemente presentes. A las clases más necesitadas les asfixian dificultades que no parecen superables por múltiples razones; entre esas, su propia condición de rebaño a disposición de los poderes constituidos.

No hay condiciones en muchas esferas que hagan justicia a los más necesitados. Y las posibilidades de crecimiento y desarrollo no son iguales para todos. En materia de justicia, los resultados son evidentes. Y no hay una justa distribución de las riquezas que genera la nación.

Anteriormente decía que el país merece un liderazgo que vea más allá de las elecciones, más allá de su partido, más allá de su círculo inmediato. Pero es más que liderazgo, es un cambio cultural. El país y la sociedad necesita que los que pretenden liderarnos, trabajen en la reconstrucción de nuestras psique, con una vergüenza profunda sobre las condiciones presentes y para trabajar por un verdadero cambio social.

Vergüenza para los que hacen mal uso de los recursos de la población; los que esconden sus faltas, los embusteros, los que mienten y pretenden desviar nuestra atención entre subterfugios y quimeras. En los partidos políticos, los que luchan por espacios, el individualismo y el clientelismo.

Debemos entender que el mundo y el mejoramiento de la condición social de los seres humanos es una lucha que no termina nunca. Es la lucha de los despreciados por gente que creen que una mejor condición humana depende de los vestidos, del carro, de la casa, del lugar en donde viven, de los clubes que frecuentas, del celular que tienen... Nada de esas cosas son importantes si no se tiene vergüenza de transitar a diario en un país en donde unos se burlan de los otros, los señalan por su estilo de vida o por las personas a quienes ama. Trabajemos para corregirlo con humildad.

La realidad nos lleva a exigir un liderazgo que incluya a toda la población y debe trabajar para toda la población.

El autor es comunicador
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