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- 19/07/2012 02:00
La resaca de la ‘Tusa Financiera’
El mes de mayo, bajo el anuncio de la suspensión de la construcción de la Tusa en el solar que dejó la antigua Embajada de los Estados Unidos, trajo —así como las moscas— la reflexión sobre los criterios para asignar recursos públicos para iniciativas que no tienen objetivos claros.
La idea de la Tusa Financiera no fue tamizada bajo argumentos objetivos que permitieran decantar y evaluar el destino de dineros públicos para invertir en el interés colectivo. El anuncio de la venta del lote y la supuesta ganancia que trae hoy la noticia de los terrenos, es la resaca de una fiesta de excesos sin previsiones.
Saquemos cuenta y veamos que el precio de venta se estima en unos 14 millones, pero el ingreso neto estaría por el orden de 6.7 millones. Este número sale luego de restar del precio del avalúo, los gastos en que se incurrió en demoler el edificio por $284,000, menos $300,000 por un borrador del diseño conceptual, menos $7.2 millones para la confección de los planos. Los ingresos por la venta en 6.7 millones son equivalentes a la ganancia de la venta de chances y billetes de lotería en 4.5 días. (La Prensa, 6 de julio de 2012).
Al final creo que hubiera convenido vender más lotería, meter el ‘raspadito’, antes que demoler el edificio.
Estas líneas toman fuerza bajo los requerimientos de fondos para el presupuesto del Estado y el despilfarro de $7.8 millones del erario público en un proyecto que nunca tuvo ni pies ni cabeza. Lo sucedido amerita comentarios en considerar éste como un acto de dudoso beneficio público, de evidente interés privado y cuya decisión y análisis técnico reflejó debilidad y opacidad en los procesos en la toma de decisión.
Se hace necesario responder: ¿Qué y quién determinó que la Tusa era necesaria? ¿Cuáles fueron los criterios técnicos-funcionales-urbanísticos que sustentaron el proyecto? ¿Qué cosas dejó de atender el Ministerio de Economía y Finanzas para martillar un proyecto, cuyo objetivo y línea de prioridad nunca fueron ventilados públicamente? ¿Se pudo invertir la millonada en adecuar espacios culturales y restaurar parte del patrimonio monumental del Hospital Santo Tomás, que está a metros de la demolida estructura, para ofrecer espacios de educación y cultura a los panameños, o bien ser destinados a salud y ampliar el Hospital del Niño? Insisto en que este país sigue sin brújula para determinar una oferta de servicios y equipamiento social y cultural. Las acciones tendientes al mejoramiento de la calidad de vida o bien al reconocimiento y conservación de la memoria colectiva a través del patrimonio construido no existen. La demolición del edificio de la antigua Embajada denota ignorancia o desprecio a los procesos sociales que reafirman cultura e identidad.
Este país exhibe la patología grave que muestra una débil-frágil-ausente-vetada política cultural, incapaz de articular una acción coherente por parte de la institucionalidad competente. Esto lo comprueba el no consenso y no consulta de la Ley de Cultura.
En otras entregas nos hemos referido a la ausencia local de espacios modernos y emblemáticos para exponer, apreciar y valorar la producción artística y material del hombre panameño en el contexto de su realidad social, geográfica, cultural y ambiental. Hemos puesto en relevancia los aspectos económicos de la cultura bajo el planteamiento de que ésta sí paga, como la experiencia verificable del Museo Soumaya en México y de hombres de negocio como Carlos Slim.
¿Hemos valorado los ingresos del Museo de Gehry en Amador junto a los atractivos del Canal, de Panamá Viejo y el Casco Viejo? ¿Cómo sería la oferta turística y cultural con un Museo Antropológico (MARTA) moderno y equipado? Te imaginas un país con un San Lorenzo sin maleza y un Portobelo sin la amenaza de derrumbes y casas entre las fortificaciones? Esta última referencia se fortalece con la designación reciente de estos recursos bajo la denominación de Patrimonio en Peligro y la necesidad de conservación monumental. Somos miopes para ver la ganancia en turismo bajo las inversiones en la conservación de los sitios patrimoniales.
Se hace necesario mirar con vista larga los ingresos por turismo cultural que Panamá puede generar y los procesos sociales que puede articular. Es imperativo que las decisiones públicas y privadas sean públicas, transparentes y sustentadas con base a criterios técnicos que se orienten a sacar provecho a los escasos recursos financieros para ser diferentes y hacer que los panameños reconozcamos y defendamos esa diferencia.
HUBERT HUMPHREY FELLOW.