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- 25/06/2020 00:00
Pronósticos económicos en tiempos de COVID-19
Los pronósticos económicos son una herramienta crucial para la planificación. Aunque no es de sorprender que los economistas casi siempre fallan en sus pronósticos y que siempre lo han hecho al predecir las grandes crisis económicas mundiales, sus números ayudan a los Gobiernos, a las empresas y a los consumidores a realizar sus asignaciones presupuestarias para un manejo responsable de su economía. Esta es la razón de la importancia que tienen los pronósticos de organismos internacionales como el Fondo Monetario, el Banco Mundial y la Cepal. Si bien, los mismos no son perfectos, a falta de otras herramientas, ayudan a la planificación.
Un pronóstico objetivo permite la asignación de recursos de forma mesurada y así, a un manejo responsable de las acciones económicas. Las decisiones de cuándo impulsar la inversión pública, cuánto inventario mantener en bodega y de cuándo comprar una casa o adquirir un auto, se basan en las expectativas de la economía a futuro y, por ende, la necesidad de que los pronósticos económicos sean lo más objetivos posible. Sin embargo, esto no siempre es así. Muchos pronósticos presentan un sesgo optimista que se ha dejado pasar sin preguntas.
En los últimos cuatro años, el mundo ha observado cómo las predicciones optimistas de principio de año son modificadas hacia finales de año, cuando se conocen los resultados. Si bien es cierto que esta situación no es tan negativa en tiempos normales, la COVID-19 nos enseña que un pronóstico optimista puede ser devastador para todos.
La idea de una predicción optimista es que se quiere evitar una contracción involuntaria de la actividad económica. Se piensa que un pronóstico pesimista hace que se pospongan las decisiones de compra y que se rezague la expansión económica -una profecía autorrealizada. Sin embargo, lo que nos dice la COVID-19 es que un pronóstico optimista genera una asignación de recursos que no está en línea con la realidad, y que ello tiene un impacto negativo en los Gobiernos, en las empresas y en los consumidores.
En los últimos años, hemos podido observar la tendencia al optimismo en la mayoría de los pronósticos. Panamá ha visto cómo los pronósticos que se publican en noviembre, y son confirmados en abril del año siguiente, están llenos de un optimismo que contrasta con la realidad. Esto pareciera inofensivo, pero en realidad no lo es.
El problema es que las cifras optimistas son utilizadas para la planificación por los Gobiernos, las empresas y los consumidores, que luego se quedan cortos de recursos y esto genera un impacto negativo sobre el entorno económico y social del país. Aunque muchas personas no le han prestado la atención al tema, la COVID-19 está haciendo un llamado a la objetividad de estos pronósticos.
La Cepal, el Fondo Monetario y, más recientemente, el Banco Mundial han pronosticado una contracción de 2 % en la economía panameña. Esta cifra ha sido aceptada como si fuera palabra de Dios. Sin embargo, para un economista panameño, este pronóstico está totalmente fuera de la realidad. No es posible que la economía de Panamá se contraiga solo en un 2 %, cuando los motores de crecimiento se estaban apagando, cuando la COVID-19 estaba afectando el entorno global y cuando la cuarentena ha forzado el cierre de empresas y el aumento del desempleo. Para mí, este es un ejemplo de una predicción optimista que puede causar un problema en vez de una solución.
Entiendo que, por premura, los organismos solo vieron el impacto de la exposición externa de las economías en relación con el comercio. Sin embargo, en vez de ayudar a los países a la planificación, lo que está haciendo la cifra es empeorar la situación. No es lo mismo planificar para una tormenta tropical caribeña, que para una lluvia de verano. En mi opinión, un pronóstico más realista de la caída de la economía panameña estaría entre 8 % y 13 %, aunque hay estimados, luego del crecimiento reportado en el primer trimestre, que colocan la contracción anual en cerca del 20 %.
Por esta razón, hay que observar a los pronósticos económicos como una guía y ajustar las cifras de acuerdo con los economistas locales. De esta forma, el Gobierno, las empresas y la sociedad civil podrán realmente realizar asignaciones de recursos enmarcadas en un rango razonable y evitar pérdidas por asignaciones optimistas. Si se pide prestado con base en una expectativa de contracción de 2 %, es muy probable que no alcancen los recursos y que estaremos trabajando de una manera reactiva y no proactiva contra la COVID-19.
En conclusión, para combatir la COVID-19, necesitamos expectativas sin sesgos. No se puede manejar la situación con cifras optimistas. La contracción ya se está dando y si se planifica con cifras optimistas, se estará subestimando realmente el impacto, limitando la acción contra la pandemia y, lo que es peor, retrasando la reactivación económica. Así, es importante no tomar los pronósticos de los organismos internacionales sin cuestionarlos. Para combatir los efectos de la pandemia, necesitamos tener la asignación de recursos correcta, porque sin ella, solo nos mantendremos siendo reactivos en vez de proactivos.