• 28/06/2022 00:00

Productores, basta de llanto, piensen

En una ocasión el entonces director de la FAO, Jacques Diouf hizo un trascendental llamado a nivel mundial para que se realice una “Nueva revolución contra el hambre” ante la patética pobreza que exteriorizan muchos países en desarrollo, donde Panamá no escapa.

En una ocasión el entonces director de la FAO, Jacques Diouf hizo un trascendental llamado a nivel mundial para que se realice una “Nueva revolución contra el hambre” ante la patética pobreza que exteriorizan muchos países en desarrollo, donde Panamá no escapa. Solo hay que visitar nuestros mercados para observar los altos precios de nuestros productos agrícolas. El timbrazo está dado.

En ese épico llamado Diouf manifestó que “Si no hacemos  ya mismo los sacrificios necesarios en beneficio del sector agrícola, nos veremos lanzados inevitablemente en una ruta funesta que anuncia un futuro de sufrimientos, explosiones sociales y rebeliones contra un destino injusto”. El reciente  llanto de nuestros productores de plátano  que no pueden sostener su producción ante los altos costos de los insumos agropecuarios es un serio detonante.

Aunque en Panamá la hambruna no causa los estragos que observamos  en otras naciones subdesarrolladas, nuestro país debe prepararse y prestarle mayor atención a su sector agrícola para, por un lado, hegemonizarlo y solidificarlo sosteniblemente, y, por otro,  replantear estrategias de desarrollo que tiendan  a eliminar o reducir drásticamente focos de pobreza multidimensional detectados en tres de las treces regiones en que se divide el país. Por ahora.

Si bien es cierto que nuestros gobernantes han identificado los principales problemas que impiden el crecimiento y desarrollo del sector agrícola panameño, hay que atender con mayor énfasis aquellos derivados de factores internos, o sea, los generados en las propias áreas de producción y comunidades cuyas soluciones están al alcance de sus propias necesidades.

Uno de esos problemas es que nuestros agricultores no están conscientes de que pueden  mejorar  su estatus de vida, ya que nunca (ahora un poco más) se les ha ofrecido oportunidad de desarrollar al máximo sus potencialidades humanas, autoconfianza y deseos de ser alguien en la vida. El paternalismo agropecuario lo impide inexorablemente.

Otra cuestión es que nuestros hombres del campo no están capacitados para identificar las causas que originan sus más acuciantes problemas; como no los conocen no hacen nada para eliminarlos o reducirlos significativamente y su modus vivendi se convierte en una operación social que conocemos como subdesarrollo. Aquí instituciones gubernamentales pueden participar para buscar el cambio en nuestras campiñas, pero...

Un tercer inconveniente que ya identificó en una ocasión la FAO es que “Los pequeños  agricultores no están entrenados para administrar eficientemente sus fincas; utilizar plena y racionalmente los recursos abundantes ahorrando los más escasos; introducir tecnologías apropiadas; aumentar rendimientos por superficie y por animal; producir mayor excedentes para el mercado y reducir los costos unitarios de producción. Al respecto el Mida juega un rol importante, pero…

Si al hombre del campo le falta capacidad para  enfrentar cualesquiera de estas dificultades, difícilmente puede contribuir, de una vez por todas a la modernización de las actividades agrícolas cada  vez más amarradas al juego y rejuego de las empresas trasnacionales que delimitan el sector; a mejorar su capacidad generadora de ingresos y a ser más  independientes del bullying político de los gobiernos de turno.

Otro dilema y quizá uno de los más graves es que nuestros hombres del campo, productores, agricultores, campesinos, como queramos llamarle, no están del todo capacitados para acceder a los factores productivos respectivos y para comercializar uniteralmente su producción en condiciones favorables. Recientemente productores de plátano pegaron el grito al cielo por no poder comercializar sus productos, a raja tabla y sin asco exigieron un subsidio del gobierno para enfrentar el problema. El gobierno aún no les ha dado respuesta y no es de extrañar que…

Estos productores en ningún momento quemaron pestañas para buscar las alternativas más viables para enfrentar su problema y se tiraron sin paracaídas. Según ellos el subsidio es lo único que puede salvarlos de la “catástrofe” del plátano. Ninguno pensó en grande. A nadie se le ocurrió que si se unían en cooperativas podrían  paliar todas las adversidades y  necesidades que los aqueja. Qué pena.

Periodista agropecuario
Lo Nuevo
Suscribirte a las notificaciones