• 11/03/2022 09:59

El petróleo y la hipocresía estadounidense

Hasta la semana pasada el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, era la encarnación del mal

La invasión de la Federación Rusa a la República de Ucrania, iniciada hace once días, pero planificada 20 años atrás luego del deshueso de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) es un hecho que se inscribe dentro de las políticas imperialistas del nuevo reparto del mundo.

Herido el orgullo nacional y dominadas -las desmembradas Repúblicas- por oligarquías mafiosas que dieron origen a regímenes políticamente autoritarios y socialmente de pobreza de sus respectivos pueblos y que en algunos casos constituyeron un desastre humanitario mayúsculo ignorado por el resto de países europeos y por los Estados Unidos, explica un poco las causas profundas que dieron ocasión a que la guerra y la globalización mediática dirigieran los ojos del mundo hacia los sufridos y olvidados “rus”.

Por supuesto, que ni a la Unión Europea (UE), ni a los Estados Unidos de América (USA) –a excepción del reclutamiento para la Organización Militar del Atlántico Norte (OTAN)- le importó un “comino” con la suerte de millones de seres humanos de esas naciones. Pero también la conflagración ruso-ucraniana, ha puesto de manifiesto la gran hipocresía del gobierno de Joseph Robinette Biden Sr., quien utiliza al payaso de Kiev, para obtener réditos en la política interna norteamericana. Por lo pronto, ha logrado que el bipartidismo político imperial se una para continuar atizando el horror de la guerra (ayuda de 3,500 millones de dólares) donde las potencias imperialistas ponen el dinero y los insumos bélicos y los ucranianos -abandonados militarmente a su propia “suerte”- las penurias, los refugiados y los muertos.

Otro ejemplo, que refleja el cínico pragmatismo de la política imperialista de los Estados Unidos y que explicita la histórica frase de John Foster Dulles , Secretario de Estado del gobierno de Dwight Eisenhower: “EEUU no tiene amigos, solo intereses” en el mundo, es el envío de una delegación de funcionarios de alto nivel, el fin de la semana pasada a Caracas, Venezuela, para reunirse con el hasta ese momento sancionado “dictador” Nicolás Maduro, para abordar “varios temas incluyendo energía y seguridad energética, según la portavoz Jen Psaki”. Queda claro, pues, que la reunión se da en medio de la invasión rusa a Ucrania y pocos días antes de anunciar las sanciones que prohíben las importaciones de petróleo, gas natural y carbón de Rusia.

El encuentro de representantes venezolanos y estadounidenses este fin de semana en Caracas es el primero desde que Washington rompiera relaciones con Caracas en el 2019, tras la imposición de sanciones y acusar a Maduro de fraude electoral.

Hasta la semana pasada el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, era la encarnación del mal. Era un régimen dictatorial, el que además, en el año 2019, generó la creación del “cartel” de Lima, donde un grupo de mandatarios de América Latina, incluyendo la República de Panamá, en su rol de “mayordomos” del imperio rechazaron el nuevo mandato del presidente Maduro en Venezuela originado de elecciones populares del año 2018 y, en su lugar, reconocieron como “presidente” a Juan Guaidó, títere político, corrupto, de Estados Unidos y de la Unión Europea.

Respecto a la mayordomía ejercitada por el “coloso del norte” sobre los gobiernos cipayos de “nuestra América”, se ha expresado enérgicamente el presidente mexicano en los siguientes términos: "Es ya inaceptable la política de los últimos dos siglos caracterizada por invasiones, para poner o quitar gobernantes al antojo de la superpotencia. Digamos adiós a las imposiciones, sanciones y los bloqueos". (BBC new)

Sin duda, que esta jugada tramposa del imperialismo norteamericano para contar con el petróleo de la tierra de Bolívar constituye una clara legitimación política del gobierno de la República Bolivariana de Venezuela. Pero también, son muchos los gobernantes latinoamericanos que han quedado, como decimos en Panamá, “guindados de la brocha”.

¡Así de sencilla es la cosa!

El autor es abogado y analista político.

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