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- 19/12/2014 01:00
La invasión, un pasado imborrable
‘Nuestra historia está hecha de esclavitud y libertad’, Manuel Orestes Nieto.
El suelo nativo ha sido hollado por imperios codiciosos y crueles, entre ellos el hispano y el estadounidense. Los conquistadores españoles lucharon por más de 40 años para vencer la resistencia de indómitos guerreros. La heroicidad de Quibián, Urracá y París, como muchos otros, es leyenda. Igual la valentía de los cimarrones como Bayano y Felipillo.
Panamá es un país intervenido por el Imperio de Wall Street desde el siglo XIX al presente. Su agresión ha sido psicológica, militar, económica y política. El Tratado Mallarino-Bidlack de 1846 le otorga al Coloso del Norte el derecho de intervenir en el Istmo de Panamá. Colombia cede su soberanía incapaz de detener el ansia separatista del país canalero. En la Constitución de 1904, el artículo 136 repite ese abominable acto de sumisión a las águilas imperiales de Washington.
Desde 1850 se dan más de 28 intervenciones armadas por los Estados Unidos en Panamá. Los imperios nunca necesitan de excusas, tratados ni permisos para ocupar, en su expansión, el espacio vital de otros, para satisfacer sus intereses.
La invasión de 1989 fue un acto demencial y descomunal, la más violenta y criminal de las intervenciones estadounidenses en la patria de Victoriano Lorenzo. El imperio del dólar se desquitaba de lo acontecido en la gesta patriótica del 9 de Enero de 1964. El mensaje era directo, ‘aquí estamos, el paraguas del Pentágono es permanente’.
La madrugada del 20 de Diciembre, se desata un violento huracán de fuego homicida, un zumbido perverso barre El Chorrillo. La noche se iluminó con soles de pólvora y metal, una lluvia de meteoritos infernales aterroriza a una población indefensa, el infierno de Dante se hace real. El horror ‘made in USA’, con sus ríos de sangre, inunda con trágica desolación una tierra de música y poesía.
Lo grotesco y humillante es que Noriega, es el Frankenstein creado por la CIA. El golpe militar de 1968 tuvo su gestión en el Departamento de Estado de los yankees. La cúpula militar de las Fuerzas de Defensa, los líderes del PRD de ese momento y la izquierda panameña avalaban una dictadura pronorteamericana, dirigida por un agente de la CIA, todos ellos sabían de la invasión. Nada hicieron para impedirla. Era la crónica de una invasión anunciada con anticipación. Nada fue casual. Por tanto, todos son responsables de los miles de panameños asesinados y lo más alucinante es la tropa y suboficiales abandonados por sus mandos superiores que nunca tuvieron decoro ni dignidad. Esos panameños fueron traicionados y llevados a un sacrificio infame.
Noriega y su Estado Mayor, como el PRD, brazo político de ese régimen nefasto, deben rendir cuentas, su culpabilidad es insoslayable. La elite dominante, sobre todo la que mantiene la mentalidad del protectorado de 1903, también alentó la invasión, tienen responsabilidad y también es culpables de esa masacre.
San Miguelito y otros sectores, como la base de Coco Solo y Amador, ofrecieron una resistencia heroica y osada al ejército invasor. Mientras la alta oficialidad se entregaba dócilmente a sus amos de la CIA, capitanes, tenientes y tropa lucharon hasta morir, así lo reconoció el general Cisneros. Germán Torres, mayor jubilado, con muchos panameños, se destaca en San Miguelito y en la batalla de Tinajitas. Noriega era protegido en la Nunciatura, mientras muchos ofrecían sus vidas en aras de la Patria agredida.
El saqueo fue programado por la cúpula militar, el asalto a los comercios y bancos era la venganza contra los empresarios que los adversaban. La acción fue ejecutada por personal asignado, entre ellos los batalloneros, fuerza de choque de Noriega. El saqueo era el juego macabro para distraer al populacho de los actos de agresión del ejército estadounidense. Aurelio Díaz, propietario de DIMAR, narra en su libro, Yeyo el inmigrante, cómo salvó su negocio de las bandas delincuenciales que azotaron la ciudad en ese momento de angustia, dolor y lágrimas. Aurelio fue entrevistado en Tertulia Literaria, el programa cerrado por Martinelli en Radio Panamá.
Los 25 años de esa catástrofe humana obligan a realizar investigaciones objetivas y serias de ese acontecer, establecer sus antecedentes, causas y consecuencias.
Las letras panameñas tienen el deber histórico de asediar a través de novelas, cuentos, poemas, dramas y ensayos el imaginario de lo sucedido. La Patria Sagrada lo demanda, ese pasado es imborrable.
EDUCADOR Y ESCRITOR.