• 31/03/2024 00:00

Panamá y el tercer mundo

Panamá tendría las herramientas materiales para ser un país desarrollado, pero hemos tenido en los últimos 30 años una clase política de tercer mundo tirando a cuarto mundo con una pobre visión de país

Resulta curioso y quizás útil poder analizar lo que está ocurriendo en redes sociales a raíz de las intervenciones realizadas por el vicepresidente de la república y demás candidatos en los dos debates a presidente de la República.

Quiero empezar diciendo que el errar es de humanos y a cualquiera le puede suceder. Sin embargo, no tendría tanta validez ni importancia si viniese de un particular que no estuviese aspirando a un puesto público de tal magnitud como es la Presidencia.

En sociología hay algo que se conoce como imaginación sociológica y es el poder ver más allá de lo obvio sobre las cosas cotidianas, es así como el término tercer mundo surge en los años 50 acuñado por el sociólogo y economista francés Alfred Sauvy en la necesidad de definir una época en la que los polos ideológicos se fragmentaron en dos y así determinar la bipolaridad ideológica que se estaba estableciendo después de la Segunda Guerra Mundial.

Así nace el término primer mundo para determinar a los países que se encontraban vencedores de la contienda, pero también asociados al polo ideológico capitalista y el segundo mundo para todos los países que se encontraban o simpatizaban con la izquierda ideológica partidarios del bloque soviético.

Los demás países que no estaban en esa bipolaridad se les consideraba como tercer mundo; países de Latinoamérica, África y Asia, cuyos procesos de desarrollo industrial y económicos eran incipientes o casi nulos. Ahora bien, esto es un referente material para identificar el origen del término tercer mundo, pero también existe el referente ideológico y cultural que no es indiferente al material y económico.

Cuando cayó la cortina de hierro y el bloque soviético desapareció, el segundo mundo pasó a ser un plano más abstracto y casi mental en desuso.

Sin embargo, el tercer mundo nunca dejó de existir, sino que se fue reforzando la separación entre el primer y tercer mundo a partir de los 80 y 90 en todo el hemisferio sur.

Tanto es así, que sociólogos como Aníbal Quijano en el Perú definieron conceptos como la colonialidad del poder para explicar que no solo es una dominación material en nuestra región, sino también mental y cultural que se extiende a través del tiempo y que es moldeada por la cuestión material. O la teoría de la dependencia por Theotonio dos Santos, Vania Bambirra y otros teóricos sudamericanos que analizaron porque las naciones latinoamericanas son pobres, debido a la dominación, saqueo y tutela de dependencia desde y hacia las potencias hegemónicas del hemisferio norte, sumada a una pobre mentalidad de los terratenientes, latifundistas y empresarios criollos que no visionaban un país con autodeterminación e independencia como cualquier nación libre.

Panamá tendría las herramientas materiales para ser un país desarrollado, pero hemos tenido en los últimos 30 años una clase política de tercer mundo tirando a cuarto mundo con una pobre visión de país, un grupo de empresarios acumuladores que no vislumbran un país con una distribución justa de las riquezas y una población que se ha quedado con las migajas que caen de la mesa y que cada día se sienten más insatisfechos con esta sociedad.

El término tercer mundo es un concepto material que si bien es superable, en el plano mental, cultural e ideológico, es donde realmente está el problema. Toma tiempo, trabajo y formación.

Para pasar a un primer mundo no solo se necesita tener un país productivo, sino también una buena educación pública desde preescolar hasta universitaria, pleno empleo digno y con salario justo, salud pública de calidad, transporte público de calidad, viviendas dignas, un ambiente sano, alimentación accesible y de calidad así como soberanía y seguridad alimentaria, etc. Es lo que realmente nos hace falta para andar.

Si vamos a copiar los modelos del primer mundo copiemos su seguridad social que pone al ciudadano en el centro de interés y no al mercado como tal, si no se habrá hecho todo mal y desperdiciando tiempo valioso.

El autor es docente
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