• 25/08/2021 00:00

Pa' más ná'

“Apoyándose en términos que no entienden, como Soberanía y Democracia, estos enanos nos hacen ver que, sin ellos, el país se hundiría. ¿En serio?”

Dijo Platón que “la medida de un hombre es lo que él hace con el poder”. Me dolió leer esa frase, pues me deja claro que vivimos en una versión corrupta de Liliput. Eso aplica no solo a Panamá, sino a toda la región, pues desde hace décadas, salvo muy contadas excepciones, legiones de pusilánimes han quedado al mando de los países, llevando todo a profundidades inimaginables.

En Venezuela no hay gasolina ni oro; comen de la basura. En Cuba no hay azúcar. Pronto no habrá carne en Argentina, y acá, el Canal no será de Panamá, al paso que vamos… ¿O acaso alguna vez lo fue?

Y es que hemos bajado todos los estándares al punto en que la sociedad ha sido llevada como un buey, tirando de una carreta llena de incapaces, gordos y muy pesados, que además llevan consigo familia y amistades, hacia el ideal de aquello que es políticamente correcto. ¿Lo vio, amigo lector? Epa.

Parados en los hombros de gigantes, estos liliputienses de la gestión, microbios del conocimiento, para quienes los valores son desconocidos, han logrado ponernos la yunta a todos los ciudadanos. Ahora viven dando gritos para arrearnos hacia aquí, o hacia allá, ondeando en alto la vara para que no osemos cambiar el rumbo, al mejor estilo del narcodictador Noriega, que ese es el tipo de modelo de gestión que conocen. Y nos hemos comido el cuento.

Apoyándose en términos que no entienden, como Soberanía y Democracia, estos enanos nos hacen ver que, sin ellos, el país se hundiría. ¿En serio? Incluso para aquellos que defienden a su bribón predilecto, está muy claro que la política llevada como hasta hoy, no beneficia al país. “Es que esto no lo compone nadie”, “todo el que sube, roba” y el cansino “siempre se ha hecho así” son las frases con las que aquellos que tratan de tapar el sol con un dedo intentan detener cualquier intento de cambio, por incipiente que sea.

Pero, es que se las ponemos fácil como ciudadanos. Cómodos en nuestra inacción, señalamos los evidentes errores en cada gestión, y nos quedamos allí, con el dedo extendido, pero no hacemos nada más. Y para entender cómo funcionan estos personajes de caricatura de horror, solo hay que poner atención a los detalles.

La política no es sucia. Entonces ¿por qué nos estamos yendo al carajo? Porque los que ejercen esa función en este bello país han tergiversado absolutamente todo lo que el término significa. Dice el diccionario que política es “la ciencia que trata del Gobierno y la organización de las sociedades humanas, especialmente de los Estados”. El chiste es malo, y se cuenta solo. Acá los pillos de siempre han transformado el término en poder, riqueza inexplicable al instante y lo peor, impunidad.

Mientras el buey pueblo hace el trabajo y “jala la carreta”, estos parásitos viajan cómodos junto a sus familias y amistades, de gratis y acumulando bienes, mientras el buey no descansa y subsiste con lo que encuentra por el camino. Esta es la raíz de la diferencia en percepción entre los que viajan arriba de la carreta, y los que somos bueyes. Para los “turistas”, la realidad es un paseo de observación de caminos, lomas, valles, y llanuras, mientras que para el buey es un continuo esfuerzo. Así pueden decirnos sin remordimiento alguno que seamos austeros, que aguantemos, y que sigamos esforzándonos por el país. Mientras ellos viven la mejor época de sus vidas, el buey afronta una crisis terrible, que, por alguna razón, las peores crisis que conocemos han venido de la mano del partido en poder actualmente.

Políticamente correcto es un concepto creado por políticos. El concepto dice claramente que aquello que los políticos consideren adecuado será norma. Los comportamientos que no encajen dentro del abanico de lo que los políticos ven como bueno, serán considerados como nocivos o hasta peligrosos. Luego, si los políticos son corruptos, ¿cuál es su ideal? Bingo.

Vemos continuamente a los impresentables de siempre, en el mejor de los casos, proponiendo leyes tan importantes como la ley para establecer el “día del arroz con pollo”, a riesgo de que plagien esta parodia, o en el peor de los casos, bajando los estándares de los exámenes que deben aprobar los estudiantes, o flexibilizando aún más las normas en favor de los delincuentes.

Pero ahora, habiendo analizado el concepto, todo tiene sentido. Los políticos quieren todo al revés de lo que lo anhela el pueblo. Quizás sea tiempo de buscar lo políticamente incorrecto para poder cambiar el norte que nos han impuesto, ahora que sabemos que es realmente el sur, y dirigirnos a un futuro donde los delincuentes estén en la cárcel, no administrando justicia.

El mundo al revés. Despierta panameño, y preocúpate por lograr un mejor Panamá, antes de que nos dejen con un pa' más ná'. Constituyente sí, paralela no.

Dios nos guíe.

Ingeniero civil.
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