• 11/05/2024 13:14

‘No te muevas, sube las manos’

Pérez (2017) afirma que los libros “literatura tipo B” -como fueron calificados las novelas del Lejano Oeste cuando se publicaron en castellano para el mercado lector hispano- fueron rápidamente aceptados por el público

Las novelas de aventuras ambientadas y protagonizadas en el Lejano Oeste estadounidense tuvieron un impacto en la literatura popular de España y Latinoamérica en las cuatro últimas décadas del siglo XX generando obras que, en su trama, no guardaban relación con el mundo anglosajón. Estas creaciones, con su formato de bolsillo y de bajo costo, cohabitaron, en un escenario secundario, con el “boom” latinoamericano representado por García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar y otros.

Los autores iberoamericanos vinculados al “Far West” son más conocidos por sus seudónimos (“Silver Kane” es Francisco González Ledesma, periodista del diario español “La Vanguardia”; “Clark Carrados” es Luis García Lecha; “Curtis Garland” es Juan Gallardo Muñoz; “Lou Carrigan” es Antonio Vera Ramírez; “Vic Logan” es Victoria Rodoreda; “Alf Regaldie” es Alfonso Arizmendi, “Keith Luger” es Miguel Oliveros, “Peter Debry” es Pedro Debrigode y “Ralph Barby” es Rafael Barberán) y sus nombres reales han quedado para registro de los estudiosos de la literatura y de los investigadores de la sociología que siguen descubriendo en los argumentos de estas novelas hilos que revelan el complejo y conflictivo mundo del continente latinoamericano de los años setenta del siglo pasado.

Pérez (2017) afirma que los libros “literatura tipo B” -como fueron calificados las novelas del Lejano Oeste cuando se publicaron en castellano para el mercado lector hispano- fueron rápidamente aceptados por el público; sostiene que sólo Barberán (Ralph Barby) cuenta con más de novecientos cincuenta títulos publicados. Eso explica que en los cuarenta años que a Barberán le tomó producirlos se hayan vendido más de dieciocho millones de ejemplares. La ruta comercial de distribución se focalizaba en Panamá y Buenos Aires para atender el consumo centro y sudamericano.

Rutés (2019) plantea que las novelas situadas en el Oeste decimonónico son las impulsoras, más tarde, del género policial-detectivesco latinoamericano que alcanza su culmen en la década de los noventa del siglo XX donde se configura propiamente la novela negra latinoamericana. Rutés sostiene que existe “una filiación entre la novela del Oeste y el ‘hard-boiled’ norteamericano que es contemporánea al nacimiento del género (policial)”. Añade que “ya en 1929 el francés Messac advertía [...] una continuidad entre “le roman de la prairie” (la novela de la pradera) y “le roman de la vie urbaine” (la novela de la vida urbana), y veía en los detectives a Buffalos Bills que habían cambiado sus grandes botas por vestidos de hombre citadino y continuar así a la caza de los criminales”. Para Rutés (2019), lo que hechiza al lector de estas novelas de aventuras es “la acción y la violencia, el crimen como detonante narrativo, la promoción del heroísmo individual, la lucha solitaria y en desventaja por la supervivencia en un ámbito hostil, el recurso al idioma popular vernáculo y el realismo de los escenarios”.

En opinión de Yaria (2017), las novelas del “Western” poseen un mensaje común que resume así: “si cae la noción de autoridad, todo cae. El sistema social se respalda, precisamente, en jerarquías donde la noción de Ley se encarna en ciertos representantes (maestros, Sheriffs, jueces, padres). Si los adultos abandonan la transmisión de valores, el vacío se enseñorea y la desorientación cunde. El crimen avanza. En tal contexto, el papel del héroe -el cowboy- para recolocar las cosas en su lugar es esencial”.

Los escritores latinoamericanos también produjeron obras “del Oeste” ambientadas en sus propios escenarios locales como en “El Viejo Oeste de la Patagonia” de Aguado (2001) que recrea “el fracaso de una colonia de rusos, polacos y lituanos al sur de Chubut que también albergó a la cuarta y más pequeña colonia de norteamericanos de la Patagonia en 1896” o la novela “Como si existiese el perdón” de la argentina Travacio (2016) sobre la venganza de los Loprete por causa de un hermano asesinado y enterrado en secreto. Sin embargo, en opinión de Persson (2022), no importa el origen foráneo o nacional del “western” porque unos y otros “mantienen la dicotomía civilización y barbarie, colaborando en la construcción de estereotipos de los pueblos originarios”.

Para Lojo (2013) y muchos otros investigadores, las versiones latinoamericanizadas del “Lejano Oeste” estadounidense, contienen “la fantasía del autor que se halla en relación con la realidad (centro y sudamericana). A través de su novela el autor propone impulsar una reforma social, así como advierte del peligro de americanizar todo sacrificando lo autóctono. Detenta el proyecto político de independizar la cultura latinoamericana de la estadounidense y construir una nación moderna en el marco del romanticismo social, que postula la literatura como una herramienta al servicio del pueblo, para educar y movilizar las conciencias”. Literatura “Tipo B”, sí, pero bajo un nuevo enfoque en el siglo XXI.

El autor es embajador peruano
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