• 11/02/2025 00:00

Metidos en pelea de grandes

Panameños, mi nombre es Thomas Moore. Ya fallecí. Fui almirante, aviador naval y expresidente del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, máximo nivel que logramos los militares de mi país. Quiero que sepan algo: lo que Trump dice a ustedes hoy, ya lo dije yo en 1998. Desde hace muchos años, los estadounidenses lamentamos habernos equivocado dos veces.

El primer error fue con China en 1972. Durante una visita del presidente Nixon a Mao Zedong, finalizamos de un plumazo 21 años de embargo comercial a ese país. Luego, apoyamos su ingreso a la Organización Mundial del Comercio en 2001. Ambos hitos explican su crecimiento, del 3 al 35% de la manufactura mundial. ¡Esa acumulación de poder es una amenaza intolerable y la vamos a frenar! Hemos perdido millones de empleos al mudar a China mucha de nuestra producción industrial. Y, claro, los que quedaron desempleados y sus hijos, hoy son la base política de Trump, nuestro vocero y operador. Tengan ustedes claro que “Hacer a América grande nuevamente”, es más que un eslogan. Es el manifiesto de quienes consideramos que para sobrevivir como potencia, tenemos que vencer a China. La guerra no será con balas, sino con comercio, tecnología y la posverdad con la que manipulamos a la opinión pública.

El segundo error fue aquel patinazo de Jimmy Carter al devolverles a ustedes el canal. Torrijos lo engatusó. Entiéndannos. ¡Tengan un poco de retrospectiva! Inaugurada en 1914, la vía interoceánica fue la proeza tecnológica que nos puso en rumbo a ser potencia militar y económica. Luego nos afianzamos en 1946, gracias al resultado de la Segunda Guerra Mundial y después nos consolidamos con el colapso ruso de 1991. Hemos designado a Trump corregidor de nuestros entuertos y tengan ustedes claro que su postura no es un berrinche impulsivo. En 1998, dije exactamente lo mismo que él ahora.

Durante una audiencia del Senado titulada The Panama Canal and United States Interests, me referí a Sun Tzu —estratega chino que vivió hacia el 500 a. C.— en cuyo libro, El arte de la guerra, afirma que la mejor forma de derrotar al enemigo es someterlo sin luchar. Con la privatización de los puertos panameños, China consiguió un bastión en el canal sin dispararnos un tiro.

Hace mucho dije también lo que ahora dice el secretario de Estado Rubio. Estados Unidos no permitira que el Partido Comunista chino controle el canal, porque esa ruta —ya no de seda, sino de amenaza— es una violación de los tratados. En 1998, mientras yo declaraba en la audiencia en Washington, ustedes publicaban en la Gaceta Oficial 23208 la Ley 5 de 1997 firmada por el presidente Pérez-Balladares y su ministro de Comercio, Raúl Arango. Aprobaron que Panamá Ports (una empresa afiliada a Hutchison-Whampoa Limited, que, según mis investigaciones, era propiedad en 10 % de China Resources Enterprises, brazo del Ministerio de Comercio y Cooperación chino), controlara puertos en ambas entradas del canal. Seguramente, Rubio presentó a Mulino otro punto ya descrito por mí hace 27 años: la Ley 5 establece que en caso de conflicto entre ella y el Tratado de Neutralidad, prevalecerá el tratado. La amenaza específica de Panamá Ports Company sobre el canal consiste en controlar los fondeaderos y el área de anclaje para interferir en nuestra seguridad.

El 27 de noviembre de 2024, durante una visita a Chiriquí, el presidente Mulino fue consultado por periodistas sobre la tensión entre las Embajadas de Estados Unidos y China en Panamá pues, durante esos días, ambas delegaciones se enfrentaban debido a un presunto y confuso incidente de espionaje ocurrido en Paraguay.

Con sabiduría y humor, Mulino les contestó: “Desde que yo estaba en la escuela, me decían que no me metiera en pelea de grandes”. El hecho real y concreto es que especialmente en los últimos veinte años, todo ha cambiado gracias al rol geopolítico de China y —por impopular que sea decirlo y desagradable que sea aceptarlo— mi experiencia militar me indica que en nuestra guerra con China, ustedes llevarán la peor parte.

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