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- 23/03/2018 01:03
Lo que el huracán María no se llevó en Dominica
H ace seis meses aterrizó en Dominica uno de los huracanes de mayor intensidad jamás registrados en el Atlántico, azotando sin piedad al pequeño país caribeño con vientos de hasta 260 kilómetros por hora. Una vez el huracán María siguió su curso devastador, quedó claro que los daños eran inmensos y la necesidad grande.
No había electricidad, conectividad o agua corriente, y pronto la comida empezó a escasear. Por otra parte, la isla y comunidades dentro de ella quedaron aisladas, dado el enorme daño en la infraestructura. Muchas casas ya no tenían techo; mucha gente ya no tenía nada. Por donde uno mirara, había destrozos y escombros. Fui testigo del sufrimiento y de la frustración de la gente, cuando llegué a Roseau, en septiembre de 2017, a reunirme con el Gobierno.
Como hicieron los millones de afectados por la sucesión de huracanes, los dominiqueses activaron de inmediato sus redes de apoyo familiares, comunitarias y gubernamentales. Las mismas serían extremadamente útiles —de hecho, imprescindibles—, pero no suficientes para lidiar con semejante desastre. Por ello, el Gobierno de Dominica pidió apoyo internacional.
La respuesta no se hizo esperar. Diferentes organismos de las Naciones Unidas, Gobiernos, ONG y empresas privadas respondieron al llamado. El Programa Mundial de Alimentos (WFP) inició su operación de emergencia para Dominica desde su sede regional para América Latina y el Caribe aquí en Panamá unos días después de la llegada del huracán.
Desde Panamá enviamos rápidamente expertos en logística, programas y telecomunicaciones, entre otros, tanto a Dominica como a diferentes puntos del Caribe durante la nefasta temporada de huracanes de 2017. En realidad, ya los teníamos ahí porque incluso antes del huracán Irma, que fue una semana antes del huracán María, habíamos desplegado expertos del WFP a Antigua y Barbuda y a Saint Marteen.
Miles de toneladas en asistencia también se despacharon desde el Depósito Humanitario de Naciones Unidas que es administrado por el WFP en Panamá, desde donde prestamos servicios a 16 socios humanitarios. Solo el año pasado, se enviaron a pedido de 13 socios, más de 256 toneladas métricas de productos no alimenticios y equipos para apoyar operaciones de emergencia en 16 países —sobre todo en el Caribe por los huracanes Irma y María.
Otras rutas y proveedores se usaron en Dominica para transportar galletas fortificadas, raciones de comida y más equipos. En un principio era tan difícil llegar a pequeñas comunidades montañosas que entregábamos los productos a líderes o grupos comunitarios, quienes luego los distribuían. Íbamos por mar, aire y tierra. A menudo se formaban cadenas humanas para recibir las provisiones.
Los dominiqueses pusieron todo de su parte para restablecer la normalidad lo antes posible. A medida que íbamos avanzando con la operación, teníamos más oportunidades de escuchar sus experiencias. Fue el caso de las transferencias monetarias de emergencia que el Gobierno inició en diciembre con apoyo de WFP y Unicef.
‘Los dominiqueses pusieron todo de su parte para restablecer la normalidad lo antes posible. A medida que íbamos avanzando con la operación, teníamos más oportunidades de escuchar sus experiencias'
Para las transferencias, se usó el sistema de protección social existente. Las personas ya registradas, consideradas las más vulnerables, podían beneficiarse del programa. Cerca de 200 millones de personas, o sea casi el 35 % de la población latinoamericana, ya se beneficia de sistemas de protección social para reducir la pobreza. El WFP está incentivando para que se utilice aún más esta excelente herramienta para responder rápidamente a una emergencia.
En Dominica, un tercio de la población de 73 000 personas se ha beneficiado del programa que concluimos esta semana. El programa permitió que gente como Paula y Marc cubrieran sus necesidades básicas inmediatas y accedieran a alimentos.
Paula, de 51 años y madre de seis hijos, estaba desesperada con la magnitud del desastre. Las transferencias monetarias no solo fueron vitales para comprar víveres sino para darle independencia y esperanza. Sus hijos también están felices. Marc, de 42 años y padre soltero de dos hijos, nos dijo que perdió su techo, su casa se inundó, y su cosecha y bote quedaron estropeados. Ya se está restableciendo y se siente más fuerte después de tanto caos. Las transferencias de emergencia ayudaron mucho, sobre todo para comida, ropa y la educación de sus hijos.
Tenemos que estar preparados para la próxima temporada. El WFP está trabajando con los países de la región. Porque ante una emergencia, la vida de los afectados cambia de un día a otro. El impacto que tuvo el huracán María comprobó que el espíritu humano puede resquebrajarse, pero no quebrarse. El viento no se llevó lo más importante. Lo vimos en Dominica.
EL AUTOR ES DIRECTOR REGIONAL PARA AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE DEL PROGRAMA MUNDIAL DE ALIMENTOS (WFP).