• 29/06/2024 00:00

Lo bueno, lo malo, lo feo y lo perverso del Gobierno que termina

Al acercarnos al final del actual gobierno, es esencial reflexionar sobre sus logros y desaciertos. Este período ha sido testigo de una gestión marcada por contrastes profundos, que han dejado una huella significativa en el devenir de la República de Panamá.

A continuación, mi personal apreciación de lo bueno, lo malo, lo feo y lo perverso de una administración que termina su mandato, y la cual dejó a un pueblo frustrado.

Lo bueno: Uno de los aspectos rescatable de este Gobierno fue su respuesta a la pandemia del covid-19. Pese a las dificultades iniciales, se logró implementar una campaña de vacunación robusta, posicionándonos como uno de los países con mayor cobertura de vacunación en la región. El establecimiento de centros de vacunación masiva y la distribución equitativa de las dosis permitieron controlar la propagación del virus de manera efectiva. Además, se fortaleció el sistema de salud mediante la adquisición de equipos médicos y la ampliación de la infraestructura hospitalaria, acciones que salvaron innumerables vidas.

Al año de iniciada la vacunación, las muertes habían disminuido 52%, los hospitalizados 77% y los pacientes en UCI 61%.

El personal de salud, desde médicos y enfermeras hasta técnicos y personal de apoyo, mostró un compromiso inquebrantable, trabajando largas jornadas bajo condiciones extremas. Este esfuerzo colectivo es un testimonio del valor y la resiliencia del pueblo panameño frente a una crisis sanitaria sin precedentes.

Lo malo: Lamentablemente, este gobierno también se vio manchado por numerosos escándalos de corrupción que erosionaron la confianza pública.

La percepción del asalto descarado y permisible a las arcas del Estado fue una constante. Casos de malversación de fondos, contratos públicos otorgados sin la debida transparencia. La falta de rendición de cuentas y la impunidad crearon un clima de desconfianza y desilusión. La ciudadanía observaba con indignación cómo los recursos que deberían haberse destinado a mejorar la educación, la infraestructura y los servicios públicos terminan en manos de unos pocos, impidiendo un desarrollo equitativo.

Un claro ejemplo de la corrupción desenfrenada fue la compra de insumos médicos durante la pandemia. Hay numerosos casos donde los precios pagados por equipos y otros suministros médicos eran exorbitantemente altos en comparación con el valor de mercado. Estos sobrecostos además de representar un uso ineficiente de los recursos públicos, también implicaron un lucro indebido para unos y una cadena de irregularidades en los procesos de contratación, donde la urgencia de la situación fue explotada para justificar prácticas corruptas.

Lo feo: La justicia selectiva continúa siendo una sombra que oscurece la administración de justicia en Panamá. Casos de corrupción y delitos de cuello blanco frecuentemente resultan en sanciones leves o en absoluciones, mientras que los ciudadanos comunes enfrentan el rigor de la ley sin contemplaciones, Ese manejo torcido de la justicia se manifiesta en la dilación de los procesos judiciales y en la injerencia política que dificulta la independencia judicial, lo que perpetúa la impunidad.

Igual de flagrante fue el desvío de fondos destinados a programas críticos y ayudas para el desarrollo comunitario, malversados o utilizados con fines distintos a los previstos, que, según investigaciones se presumen fueron desviados hacia cuentas personales o para financiar actividades políticas.

La combinación de estos actos de corrupción, generó una percepción de que la justicia no es igual para todos, socavando los pilares fundamentales de la democracia.

Lo perverso: Quizás lo más perverso de este gobierno ha sido el dejar un Estado endeudado y en ruinas. La gestión económica ha estado marcada por un aumento significativo de la deuda pública, hipotecando el futuro de las próximas generaciones. Las políticas fiscales y la administración financiera han sido, en muchos casos, irresponsables y cortoplacistas, priorizando el gasto sin una planificación adecuada.

El resultado es un país con infraestructuras deterioradas, servicios públicos deficientes y una economía debilitada. La carga de la deuda limita la capacidad del Estado para invertir en áreas cruciales y un desarrollo sostenible, creando un panorama sombrío para el futuro.

Reflexión: El balance del gobierno que termina, es un reflejo de las complejidades y desafíos de la gobernanza en Panamá. Mientras que la gestión de la pandemia del covid-19 demuestra que es posible alcanzar grandes logros con la voluntad y el esfuerzo colectivo, los escándalos de corrupción, la justicia selectiva y la deuda exorbitante son recordatorios de que aún queda mucho por hacer.

La frustración del pueblo panameño es palpable, y con razón. La esperanza radica en aprender de estos errores y en la exigencia de un gobierno más transparente, justo y responsable en el futuro.

Panamá merece una administración que priorice el bienestar de todos sus ciudadanos, sin excepción, y que trabaje incansablemente por un país más equitativo y próspero.

En este sentido, el fin de este nuevo gobierno que está por iniciar, debe ser el comienzo de una nueva era de introspección y cambio, donde los buenos ejemplos sean la norma y no la excepción.

Es nuestro deber como sociedad exigir y construir un futuro mejor para todos.

El autor es comentarista de opinión
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