• 13/04/2024 23:00

La historia que no debemos repetir

Ferdinand de Lesseps en 1832 tuvo la visión gloriosa y rentable de conectar el mundo por medio de un canal que conectara el mar Rojo y el Mediterráneo. La visión decimonónica del “tecnooptimismo”, se basaba en que los canales transoceánicos se convertirían en motor del progreso al reducir el tiempo necesario para transportar mercancías alrededor del planeta y si surgían obstáculos en la construcción de la infraestructura como en efecto ocurrió en el Canal de Suez, la ciencia y la tecnología acudirían al rescate. De Lesseps creía que su papel consistía en “imaginar la solución” y, después, encontrar financiamiento.

La construcción del canal de Suez inició en 1861, cuando el gobierno egipcio proporcionó la mayor parte de la mano de obra mediante un sistema de corvea, por el cual se obligaba a los campesinos a trabajar en las obras públicas. Luego de aproximadamente tres años, el imperio Otomano prohibió el trabajo forzado en todos sus territorios y para evitar contrariar a los inversores franceses, el emperador de Francia, Luis Napoleón tuvo que mediar para recibir una generosa compensación por la liberación de los esclavos. El dinero de compensación sirvió para que De Lesseps terminara el canal al nivel del mar, pudiéndose consolidar el dominio europeo sobre el comercio mundial y demostrando que el proceso tecnológico in situ había superado todos los obstáculos.

El conde Ferdinand de Lesseps sin conocer el istmo de Panamá en 1879, en el《Congrès international d’études du canal interocéanique》con la manipulación y escogencia de los delegados expertos reunidos, usando su carisma y sin la ayuda de notas en su discurso, demostrando un dominio notable de los detalles para interconectar el océano Atlántico con el océano Pacífico a nivel del mar; consiguió que el público comiera de su mano de invertir en un megaproyecto, aduciendo que la tecnología y los hombres de genio volverían a aparecer para resolver los problemas en Panamá.

Luego del congreso, De Lesseps visitó Panamá en verano y nunca vio con sus ojos lo que le habían advertido en el congreso de París: el cauce del Chagres aumentaba muy rápido cuando llovía, deslizamientos de tierra luego de los aguaceros, enfermedades infecciosas por el agua se estancaba. La falta de atención negligente a los detalles de aquel primer viaje fue uno de los motivos del gran error fundamental del proyecto: subestimar enormemente la cantidad de tierra y rocas que sería necesario mover. El papel de Lesseps consistía en imaginar lo que era posible, no en todo lo que podía salir mal y negaba la existencia de cualquiera dificultad.

En diciembre de 1888 la empresa del Canal de Panamá se declaró en bancarrota, De Lesseps murió desacreditado uno pocos años después. Su hijo y otros socios fueron condenados a penas de cárcel por fraude y el Canal fue abandonado. El precio lo pagaron los inversores franceses, aunado a la muerte de cinco mil franceses y diecisiete mil empleados del Caribe para no construir nada.

El Canal de Panamá fue culminado por los norteamericanos porque se liberaron de la visión de Lesseps, los ingenieros propusieron nuevos métodos de dragados, excavación y logística, desviaron el río Chagres para crear un lago artificial y utilizar esclusas que levantarían los barcos hasta el nivel del lago. Theodore Roosevelt delegó el control del proyecto en un grupo de ejecutivos gringos residentes en Panamá, quienes podían responder con eficacia a las condiciones del territorio, como el asunto crucial de la salud de los trabajadores.

Encaminados a los fondos buitre y con un gran ciclo de endeudamiento que sufre el país, la pérdida de grado de inversión y la marcada desigualdad debemos recordar la historia del Canal de Panamá y Ferdinand de Lesseps, para poner nuestras barbas en remojo y ser cautos con tantos proyectos que se están prometiendo en las campañas electorales, ya que no sabemos cómo las va a pagar el pueblo.

El autor es cirujano subespecialista
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