• 31/03/2024 00:00

La fenomenología de la mentira

La habilidad para persuadir y convencer a través de argumentos falaces es poderosa, y su uso irresponsable puede tener efectos devastadores [...]

La mentira en sí es un fenómeno complejo que lleva implicaciones morales, éticas y legales. Es en este acto que yace un dilema que desafía nuestra comprensión de la verdad y la honestidad, elementos fundamentales para la convivencia social. La podríamos estructurar de la siguiente manera, una intención subjetiva de engañar, la creación del mensaje falso, la transmisión del mensaje por un canal, recepción y reacción de los sujetos y por último las consecuencias de esta.

Desde un punto de vista moral, la mentira puede ser vista como un acto de falsedad que busca engañar. Sin embargo, no toda mentira es igual. Existen “mentiras piadosas” que, aunque falsas, se dicen con la intención de no herir a otros o incluso protegerlos. Aunque la intención pueda ser noble, la manipulación de la verdad siempre conlleva el riesgo de erosionar la confianza, piedra angular de las relaciones humanas y más cuando existen sentimientos de por medio. No podemos dejar de lado que la ética y la moral, siempre van a tener un contenido relacionado fuertemente a las situaciones temporales y sociales de cada época.

Éticamente, el análisis se complica aún más. La ética nos invita a considerar las consecuencias de nuestros actos. Una mentira, por más pequeña que sea, puede tener repercusiones imprevisibles. En el ámbito profesional, por ejemplo, la honestidad es un valor fundamental. Un médico, abogado, o contador que miente no solo compromete su integridad, sino que también pone en riesgo el bienestar de otros y la justicia misma.

Legalmente, la situación en Panamá no es diferente de otros contextos. La ley castiga penalmente ciertas formas de mentira, lo podemos ver así en nuestro código penal en delitos como lo es el fraude (artículo 220 y ss.), la calumnia (artículo 194) y el falso testimonio en actuaciones judiciales (artículo 385), entre otros. Es entonces que podemos ver como se reconoce el daño que estas (las mentiras) pueden causar a individuos y a la sociedad en su conjunto. Sin embargo, la ley también reconoce que no todas las mentiras son iguales, y muchas quedan fuera de su ámbito de acción, por la complejidad que supondría juzgar cada pequeña falsedad, ya que para que sean realmente relevantes requieren la existencia de una real afectación.

La retórica de la mentira es otra capa interesante de abordar, pues a través de ella, se manipula percepciones y realidades, construyendo narrativas que distorsionan la verdad. La habilidad para persuadir y convencer a través de argumentos falaces es poderosa, y su uso irresponsable puede tener efectos devastadores en la opinión pública y en la democracia misma, máxime cuando nos encontramos frente a futuras contiendas electorales.

Al considerar la lógica detrás de la mentira, podemos usar como referencia la paradoja de Epiménides, que es: “Todos los cretenses son mentirosos”. Esta paradoja ilustra el conflicto inherente al intentar establecer la veracidad de una declaración cuando esta puede autocancelarse, pues la base de la paradoja radica en que el mismo Epiménides era de Creta. En un giro similar, podríamos preguntarnos: si reconocemos la mentira como parte de nuestra naturaleza, ¿podemos confiar alguna vez plenamente en lo que consideramos verdad?

Una mentira es un tejido complejo de moralidad, ética, legalidad y retórica, entrelazado con nuestra capacidad para discernir y valorar la verdad. La existencia misma de la mentira nos desafía a cuestionar no solo las verdades que aceptamos, sino también las estructuras sobre las que construimos nuestra realidad y mundo. Al final, la pregunta a plantear con este texto es: ¿puede la verdad alguna vez ser absoluta, o estaremos navegando en un mar de incertidumbre?

El autor es abogado
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