La reunión de este miércoles 13 de noviembre en la Casa Blanca entre el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, y el mandatario electo, Donald...
- 11/10/2024 16:36
La derrota del ganador
Quien gane la guerra hoy, ya no es lo más importante. La democracia, la paz mundial y el bienestar de la humanidad, no solo rusos y ucranianos, urgen un alto total de las hostilidades. Estar hoy en favor del ruido de los sables como vía para zanjar diferencias, significa vivir en la barbarie baladí de las Cruzadas.
La etapa histórica humanista en la que estamos no es la de dirigentes entusiasmados en conquistas territoriales y motivados por sueños napoleónicos. La correlación de fuerzas a nivel planetario reúne actualmente más intereses de corte comercial y geopolítico que imperiales. La carrera militar mundial se inclina por proteger y proyectar determinados valores y modos de vida, dentro de particulares formas de crear riqueza y fomentar el bienestar general.
Ya no hay invasiones ni “operaciones militares especiales” con fines de extender el territorio ni sumar súbditos. No poder masticar el cúmulo de información y desinformación producido, genera tal dolor de estómago que termina nublándote el cerebro.
El territorio ruso no es, como se quiso, el balcanizado. ¡Es el ucraniano! La multimillonaria ayuda militar proveniente de varios países no es para la Rusia indemne. ¡Ucrania no solo es la destinataria, sino que su máximo líder recorre el mundo pidiendo ayuda y vendiendo lástima! La OTAN ya no esconde sus intenciones geopolíticas ni sus agresivos discursos y acciones de claro matiz guerrerista. Rusia no ha sido arrinconada económicamente por las ilegales sanciones. Occidente ha empujado a la otra esquina a forjar alianzas internacionales que han afectado sensiblemente el balance mundial. Ni los muertos en Ucrania ni en Oriente Medio se registran en los libros de los instigadores occidentales “otanistas”; la evidencia de la doble moral de los mandamases del Occidente moderno es inocultable y repugnante.
El enfrentamiento que estremece hoy a palestinos, yemeníes, libaneses, sirios, iraníes e israelitas, principalmente, es otro escenario de fanatismo, intolerancia, odio, irracionalidad y tozudes, que lejos de extinguir las causas del conflicto, está sembrando mayores excusas para que no sólo permanezca viva la llama de la discordia, la venganza y la violencia, sino para que esta crezca y se haga eterna. Nadie duda de la preparación de algunos para una guerra exitosa, pero lo que nadie puede negar es la precaria preparación para la paz. Deleitarse con la sangre del vecino, culpable o inocente, cuesta entenderlo como defensa de la libertad o de la democracia, cuya defensa efectiva es más democracia. Caben excepciones, pero en un marco legal, humanitario y temporal. Ninguna religión puede sustentar con sincera fidelidad que se trata de la voluntad divina. Ser civilizado hoy va por camino laico.
Hoy, con solo una victoria militar no se gana una guerra. Cierto que la globalización comercial parece debilitarse, pero en las relaciones multilaterales, esencialmente en lo político, la globalización Brics viene impulsando el crecimiento; florece el intercambio y emergen sustitutos a las relaciones internacionales basadas en la dominación. Lo que hacen los humanos en un extremo del planeta se siente en el otro. El corazón de un esquimal contristase ante la muerte de un palestino inocente. La sangre en el Donbas salpica el pecho de los surafricanos. El “poder de fuego” no es el único medidor. Se requiere además revisar si permanecen las causas de conflicto. Muchos soberbios laureados de victoria se encaminan a la derrota.