• 07/05/2021 00:00

Ironías irónicas

“Debemos aceptar que estamos en la era de la decadencia social y la cultura autodestructiva. Si no lo admitimos, no estamos haciendo lo correcto para mejorar […]”

Sin ser extemporáneo, además de polémico y controversial, algo redundante el título del escrito. Tantas falacias y contradicciones escuchamos de la clase política y sectores representativos de la sociedad en el día a día, que, en una especie de guacho de temas, expondré algunos comentarios sobre el acontecer nacional, a fin de que los lectores refresquen la memoria sobre situaciones y hechos relevantes, de tal forma que les permita valorar y sacar su propia conclusión.

En primera instancia, me referiré a las declaraciones hechas por voceros del sector empresarial, quienes, en sorprendente actitud, se oponen a que las reformas electorales prohíban el financiamiento privado a campañas a cargos de elección popular. Que esta conducta surja de organismos como la Apede y la Cámara de Comercio, acérrimos críticos de la política criolla, es risible. Precisamente porque el dinero es la principal fuente del clientelismo electorero, aunado a otros males colaterales que se añaden a la malsana práctica de compra y venta del voto. Chiste de mal gusto, porque no existe coherencia entre lo que se dice y se hace.

En ese mismo orden de idea, es irreverente plantear una posición, actuando a contrapelo. Con la excusa de la pandemia, han incrementado los precios en todas las mercaderías y productos de primera necesidad. Coyunturalmente, aprovecharon el cambio a bolsas y empaques biodegradables para venderlos a sus clientes con publicidad de las empresas. Una descortesía y abuso sin parangón. En franca contraposición a la reactivación de la economía y el presunto sostenimiento del empleo, transforman la atención al comprador por la modalidad de autoservicio. Acción cuestionable al ignorar que en la práctica los efectos secundarios y colaterales que se producirán al elevar el nivel de desempleo son impredecibles.

Igual ocurre con el sector sindical de la construcción, en relación con la exigencia salarial en negociación de convenciones colectivas. No existe un análisis y estudio que proyecte un balance y equilibrio con la realidad nacional. Tanto así, que los precios de las viviendas se tornan inalcanzables para matrimonios jóvenes y quienes aspiren consolidar y mejorar su situación familiar. En la reiterada conducta de “lo ancho para mí y lo angosto para los demás”, entra también el recurso humano y personal administrativo de la ACP. Los prácticos del canal ganan más dinero que un astronauta. Son insaciables, porque además de “bonos de productividad”, al acrecentarse los ingresos de la vía acuática, reclaman derecho participativo, sin medir proporciones de igualdad y equidad con los demás compatriotas. Ilegítimo y profano enriquecimiento que produce nuevos millonarios a costa de la mayor empresa del pueblo panameño.

Aunque me satanicen y tilden de homofóbico, no puedo soslayar los reclamos de grupos LGTBI+. Inaceptable que demanden igualdad de condiciones a familias heterosexuales. La adopción, por ejemplo, no tiene sustentación alguna. El obcecado y exacerbado exhibicionismo para tratar de confundir a la sociedad es patético. Parejas del mismo sexo no pueden engendrar ni procrear. Cuando alguien dice que estas personas padecen una patología desviada, se disgustan y ofenden, llegando a niveles agresivos. Cabe preguntar si no es así, ¿por qué una lesbiana que no le gusta el hombre, se coloca prótesis masculina (pene) para penetrar su novia? Un homosexual que le gusta el macho no tiene por qué vestirse de mujer, castrarse u operarse para crear vagina. Es autoengaño, porque científica y genéticamente seguirá siendo un ser masculino. Nadie en sano juicio cuestiona el derecho individual a elegir preferencia sexual, pero por favor, el desorden es con orden.

Debemos aceptar que estamos en la era de decadencia social y la cultura autodestructiva. Si no lo admitimos, no estamos haciendo lo correcto para mejorar y superar los obstáculos. Nada es perfecto solo Dios. En el claroscuro de la existencia terrenal, todos tenemos nuestros pecados. Veniales y Capitales. Que no sean los pecados capitales los que nos subyuguen y esclavicen. Reconozcamos nuestras falencias, a fin de que preclaras y ejemplares actitudes logren transformar la conciencia de la juventud y las futuras generaciones.

Ante el nublado escenario, surge la interrogante: ¿quién iniciará la tarea de rectificar entuertos?

Escabroso lío en que me he metido vertiendo álgidas opiniones. No soy dueño de la verdad. Sin embargo, estoy seguro de que la meditación y sana reflexión logran objetivos.

Político partidista.
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