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El 3 de noviembre de 1903, a las 10 de la noche, el Dr. Manuel Amador Guerrero, líder de la conspiración conservadora, panameño de corazón y por adopción, enviaba al Ingeniero francés, Felipe Bunau Varilla quien esperaba noticias de Panamá en los Estados Unidos de América, el siguiente telegrama: Independencia sin sangre. Bunau Varilla, se encontró con Amador Guerrero, cuando el patriota, desalentado en Nueva York, al no encontrar apoyo a la misión que le habían encomendado los amigos conspiradores panameños en septiembre de ese año, le dio el apoyo que sembró las esperanzas de los conspiradores conservadores, iniciadores de la batalla separatista.
No hay duda que sin los consejos, los contactos y el apoyo económico de Bunau Varilla, la misión conspiradora hubiera sido un fracaso. Entre esos apoyos logrados estaba el de mandar a Colón y a Panamá barcos de guerra de los Estados Unidos de Norteamérica para disuadir a los colombianos de reprimir con sangre a los panameños de Panamá y de Colón. Ya el Istmo panameño había derramado mucha sangre en la Guerra de los Mil Días. Esa misma noche, a esa misma hora, el Dr. Amador Guerrero, enviaba un segundo telegrama a Aguadulce, al Dr. Maximiliano Valdés con la siguiente lectura: Llegó Matea. Palabras que significaban que la separación estaba declarada y que había que buscar el apoyo de los Cabildos Distritales del interior, porque la conspiración era un éxito y se necesitaba el respaldo popular interiorano, que desconocían la trama tejida entre agosto y noviembre de ese año por los conspiradores conservadores.
El 3 de noviembre de 1903, pese al culillo de los conspiradores, cuando se informan en la mañana de ese día, que había llegado el Batallón Tiradores de Cartagena con 500 soldados armados a Colón para reprimir a los separatistas, la inteligencia y el concierto de María Ossa de Amador y su esposo, el Dr. Manuel Amador Guerrero, van a salvar lo que ya se daba por perdido. No era para menos: El Batallón Colombia estacionado en el Istmo y dirigido por el colombiano Esteban Huertas era una amenaza sin descifrar, en la Bahía de Panamá anclados, estaban los barcos de guerra colombianos el Bogotá, el Almirante Padilla, y el Chucuito, amenazando al coronel Esteban Huertas y a los separatistas. Los rumores de la conspiración habían tocado las puertas del Gobierno de Bogotá y se preparaban para la asonada separatista, que no era la primera en 82 años. Si en la bahía de Panamá había tres barcos de guerra amenazantes, en la bahía de Colón, el Batallón Tiradores desembarcó con sus 500 soldados el 3 de noviembre. No eran para menos los temores de los separatistas conservadores y liberales.
Para los panameños negacionistas de nuestro separatismo patriótico que siguen amamantando “la leyenda negra colombiana”, para los sectarios ideológicos que entienden las estrategias políticas de otros pueblos para lograr sus objetivos independentistas o revolucionarios, pero niegan la inteligencia de nuestros próceres para lograr la nuestra, sin sangre, esta profecía de nuestro más grande pensador:
“En ocasiones anteriores he manifestado mis temores de que el Istmo de Panamá se pierda para la Nueva granada...Solo la mala administración de la cosa pública pudiera inspirarnos el deseo de buscar en otras asociaciones o lo que es lo más probable en nuestra independencia, una mejora que la Nueva Granada (Colombia) nos rehusase”.
Justo Arosemena, en su alegato en el Congreso Colombiano, defendiendo la creación del Estado Federal de Panamá. Febrero de 1855.
La profecía se cumplió. Que la Independencia separatista nació amarrada a los destinos de la potencia norteamericana en el Istmo, si es cierto, pero no le quita a los conspiradores conservadores y liberales la justicia de la causa, que los panameños soñaban, deseaban y apoyaban. Así lo señalan pensadores marxistas y antiimperialistas como Diógenes de la Rosa, Humberto Ricord y Álvaro Menéndez Franco. La lucha generacional del pueblo panameño heredó la república independiente imperfecta y de 1903 al 2024 la hemos perfeccionado.
Continuará...