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- 13/06/2024 23:00
Importancia en Panamá de los talleres literarios
En el Panamá actual, el número de escritores activos pasa de 180. La mayoría cuentistas, encabezadas por las mujeres. Pero también poetas y novelistas, en cantidad y calidad demostrada han aumentado.
Es fundamental aclarar, no obstante, que sin un genuino talento, tanto en las artes, con el que se nace o no, ningún aprendizaje o estímulo tiene el efecto buscado, por más buena voluntad se ponga en ello. Y dejar muy claro que la creación literaria siempre ha sido una de las bellas artes, aunque no siempre se le nombre en esta categoría superior.
Pero sin duda existe un número indefinido de conocimientos y habilidades – llamémoslas “técnicas literarias –, sin el dominio de las cuales la perfección integral de una obra no está completa. De ahí la importancia de los talleres literarios y de los estudios universitarios especializados en la materia.
Hasta donde sé, fue en México, en la década de los cincuenta del siglo pasado, cuando la práctica efectiva de tales talleres tienen su manifestación más cumplida bajo el tutelaje del destacado escritor mexicano Juan José Arreola, él mismo un gran cuentista. También dirigía similares talleres en esa época Augusto Monterroso, cuentista guatemalteco exiliado en México.
A su vez, ya en esa época existía en la Ciudad de México el entonces famoso “Centro Mexicano de Escritores”, en donde apenas se estrenaban las que habrían de ser las primeras obras de famosas autores como Juan Rulfo, Salvador Elizondo, José Emilio Pacheco, Homero Aridjis, Elena Garro y Efraín Huerta, entre muchísimos otros que habrían de darle brillo a las letras de ese país.
Yo mismo habría de tener esa maravillosa oportunidad de superarme durante todo el año 1971, becado en dicho Centro, bajo la égida crítica de Rulfo y Elizondo. Y durante 1982 inicié por mi cuenta mi primer taller, teniendo a muy jóvenes creadores mexicanos bajo mi responsabilidad.
Fue a partir de 1983 cuando a mi regreso a Panamá habría de aplicar aquí de forma sostenida mi experiencia, dando por resultado varias camadas de nuevos cuentistas panameños de singular talento. Recuerdo que entre los primeros que ingresaron a los talleres estuvieron el recientemente fallecido Ramón Fonseca Mora (los cuentos de único libro en ese género, La isla de las iguanas, se escribieron en ese taller); además de Félix Armando Quirós Tejeira; David Róbinson y Marisín Reina, entre más de una docena de entonces principiantes.
Otros talleres literarios de éxito en el género cuento en Panamá han sido los impartidos por los escritores Carlos Wynter Melo, Carlos Fong, David Róbinson, Consuelo Tomás y Ela Urriola, entre otros. Y en poesía, los de Salvador Medina Barahona siguen siendo insuperables por su eficiencia, a juzgar por el resultado en obras de numerosos poetas recientes.
El auge, en calidad y cantidad, en el surgimiento de nuevos autores panameños también se debe a otras causas comprobables: sobre todo a la creación en 2001 del “Diplomado en Creación Literaria” en la Universidad Tecnológica de Panamá, que en los más de veinte años que tiene de vigencia ha afianzado la presencia de escritores de notable valía en diversos géneros.
Sería interminable nombrarlos a todos; pero me vienen a la mente: Javier Alvarado, Gerardo Bosques Iglesias, Magdalena Camargo Lemieszek, Luigi Lescure, Gonzalo Menéndez González, Danae Brugiati Boussounis, Eduardo Jaspe Lescure, Gorka Lasa, Nicolle Alzamora Candanedo, Isabel Herrera de Taylor, Annabel Miguelena y Héctor Aquiles González.
Asimismo, Klenya Morales de Bárcenas, Lupita Quirós Athanasiades, Dimitrios Gianareas, Olga de Obaldía, Lissete Lanuza Sáenz, Gloriela Carles Lombana, Dionisio Guerra, Melitón Robles Esquina y doña Carmen de la Guardia, entre otros.
También el ministerio de Cultura tiene sus propios talleres, denominados “Profe”. Además, los premios literarios creados en lo que va del presente siglo también son alicientes importantes para nuestros autores de varias generaciones.
Sin embargo, los talleres literarios no siempre han tenido en Panamá el auge que tienen en los últimos 20 años. Quienes los criticaban daban por sentado que no se puede enseñar a escribir creativamente a quienes no tienen un talento natural, y tienen razón. Pero precisamente por eso, no todo el que quiere escribir mejor sale convertido en un autor notable.
Para ello son necesarias varias condiciones: (a) tener un genuino talento literario; que el profesor sea él mismo un excelente escritor, pero que además tenga una mínima capacidad docente; que la clase esté integrada por personas sensibles, capaces de interactuar entre ellos y con el profesor con una actitud flexible en cuanto a las posibles correcciones o recomendaciones sugeridas.
Lo ideal sería, como metodología de trabajo, una triple forma de lograr resultados óptimos: discusiones teóricas en clase; ejercicios breves de escritura en clase aplicando la teoría; y tareas de diverso tipo que luego también se discutan a fondo en clase.
Finalmente, es fundamental que el profesor no pretenda exigirle al grupo escribir adoptando su propia ideología ni tampoco su propio estilo. Sería fatal. Debe estar atento a las propuestas que cada escritor en ciernes traiga como una forma particular de interpretar el mundo y sus manifestaciones.