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- 18/11/2022 00:00
Cuando la historia peca de cruel y ridícula
Fue la destacada novelista nigeriana Chimanda Adichie quien se refirió al peligro que representa contar una o la historia única. En esa ocasión puso en discusión el riesgo que enfrentamos al escuchar una sola historia sobre una persona, sobre un grupo social particular o sobre un país cuando hay que referirlo o sobre un hecho determinado.
Esta situación puede hacernos caer en una incomprensión grave acerca de la realidad social, política, cultural, económica e histórica de lo que pudo ser, es y representa esa persona, esas personas o ese país, destaca.
Vamos al grano. El asunto que atañe a la legendaria Rufina Alfaro, que cada día endiosan más los santeños, es prueba fehaciente del desacierto histórico que a toda costa quieren imponer, no comprendo por qué o para qué. Y es triste y doloroso, porque, aunque esta señora hubiera existido, cosa que no es cierto, ya que está ampliamente comprobado, no fue ella el personaje principal de los panameños que directamente intervinieron en la separación de Panamá de España.
Efectivamente. Fueron dos personajes de carne y hueso quienes llevaron la batuta en esta gesta, que la historia y hasta los santeños han querido desvirtuar, vuelvo y repito, no sé con qué intención y, la verdad, tampoco me interesa conocer.
De acuerdo a Olmedo Beluche, citando al historiador Ernesto Nicolau, en un artículo periodístico, la independencia en el Istmo tuvo dos personajes decisivos: el natariego Francisco Gómez Miró y el santeño Segundo Villarreal.
Gómez Miró es la mente lúcida e ilustrada que entiende a cabalidad el momento político que se vive en ese momento, pues está informado del proceso independentista en toda la región.
Es él que con su verbo revolucionario inspira a sus coterráneos interioranos a actuar. Viaja de Natá a La Villa e incendia los ánimos.
Francisco Gómez Miró redactó una proclama que hizo circular antes del 10 de Noviembre por todo el interior para promover la causa de la independencia y la adhesión al proyecto encabezado por El Libertador. Hasta ahora, el contenido de este documento es desconocido.
Por su parte, Segundo Villarreal es el caudillo militar que despertaba la confianza suficiente para que la gente acudiera en masa a organizarse en los batallones de voluntarios que debían enfrentar a los realistas españoles y de la ciudad de Panamá. Un verdadero ejército, aunque con pocas armas.
Narra Nicolau que en una posterior reunión decisiva para finiquitar la independencia, Miró tomó la palabra y con “una voz varonil, llena de entusiasmo, plena de energías y con la arrogancia del que nada teme en la vida, se hace oír fulminante; niega toda obediencia al rey, y a nombre de sus colegas y en nombre de su pueblo, confirma la valiente y heroica resolución de los natariegos: “Perder hasta la última gota de sangre de sus venas”.
Finalmente y citando a Nicolau, Beluche relata que ante las indecisiones y ante las palabras de Gómez Miró, la multitud se entusiasma y empieza a gritar vivas a los libertadores, a Bolívar, a Santander, a Villarreal, a Gómez Miró y a la Gran Colombia. La multitud saca en hombros al orador gritando consignas. La suerte estaba echada. Por ningún lado Nicolau menciona a Rufina Alfaro. Lo que pasó después devino en la independencia.
No cabe la menor duda, esto fue lo que realmente pasó por aquellas calendas. Entonces, no podemos tener una historia única, cuando sobresalen otros personajes y muchos otros asuntos relevantes e históricos que contar. Está comprobado que las consecuencias de las historias únicas roban la dignidad de los pueblos, dificultan el reconocimiento de nuestra igualdad humana y enfatizan nuestras diferencias, en vez de nuestras similitudes.
“Reconocer otras historias nos hace ver nuevos mundos y nos puede hacer valorar cosas que antes no valorábamos. Somos todos distintos y similares al mismo tiempo. Indagar otras realidades e historias nos puede permitir advertir esas diferencias y de esta manera lograr reconocer nuestra igualdad humana. Analizar otras historias nos puede llegar a abrir un mundo nuevo que antes no nos permitíamos observar, un mundo mucho más grande del que creíamos conocer, pero sobre todo un mundo más interesante que nos permitirá darle valor a cosas que no creíamos poder valorar”, puntualiza la escritora nigeriana, Chimanda Adichie.