• 01/03/2025 00:00

El Punto Medio como vicio y no como virtud

Aristóteles desarrolla en su Ética a Nicómaco, el principio de el Punto Medio, como aquel en que la virtud se encuentra siempre entre dos extremos y que el comportamiento moral ideal ha de ser equilibrado. El equilibrio es la condición de la virtuosidad y la valentía, por ejemplo, es el justo medio entre la cobardía y la temeridad. Esta virtud, según el filósofo, se adquiere voluntariamente a partir de una previa potencialidad y se desarrolla mediante el aprendizaje o la repetición de actos buenos. Sin embargo, el punto medio es relativo, pues lo que en una situación es excesivo, en otra puede ser poco. De ahí entonces que, para poder aplicar adecuadamente el Punto Medio como posición de partida de cualquier acción, demanda saber dónde estamos y a qué aspiramos.

Con este precedente filosófico, quisiera adentrarme en ese espectro amplio de la sociedad conocido, pero pocas veces censurado, de la llamada o mal llamada clase media. Sin entrar en aspectos ideológicos, asunto que no es el objeto de estas líneas, es vista como un estrato caracterizado por tener ingresos estables y un nivel de vida “cómodo”. Conceptualmente, se considera el grupo social cualitativamente más amplio y diverso, en donde la educación, adquiere un significado especial y por ende exhiben un mayor poder adquisitivo relativo en comparación con los llamados pobres.

Es también y con su sola existencia, el colchón o banda de amortiguamiento que impide que las clases bajas asalten a las clases altas. Se le consideró durante algún tiempo base de estabilidad para el desarrollo social y político de un país. Torciendo un poco la definición que de ella dio alguna vez el profesor Jiménez de López en los años 50, diré que la clase media en Panamá es aquella en que hoy en día “...no tiene la esperanza de alcanzar la clase alta...” y tiene el temor y en algunos casos el pavor de caer en la clase baja. Javier Stanziola en su ensayo Tipología de Grupos Sociales en Panamá, dice que son “... una mezcla de ocupaciones y tenencia de capital, abarcando artesanos, pequeños comerciantes, agentes auxiliares del comercio, pequeños rentistas, la clase profesional (aunque no en su totalidad), empleados del comercio y de la banca, y empleados públicos en general...”. Insisto, el único hilo conductor o el más importante en medio de esta heterogeneidad seguirá siendo el nivel educativo, prescindiendo de solidaridad de clase alguna.

Debe reconocerse que durante la dictadura militar, la clase media tuvo un impulso y evolución inéditos, merced a la política emprendida que se conoció como la masificación de la enseñanza, donde en un principio calidad y cantidad estuvieron de la mano, aunque luego se fuera distorsionando. Como bien señala el maestro Gandásegui, “...su evolución es entendida como resultado de acciones gubernamentales y no de cambios estructurales...”. Claro está, se buscó legitimidad al régimen de facto, a través del liderazgo en la lucha por la soberanía y en eso la educación de las masas era fundamental.

El acceso al conocimiento permite saber, entender y discernir. No en vano los grandes conflictos sociales y geopolíticos de Panamá y del mundo en la era moderna han sido liderados por hombres y mujeres nacidos en la clase media, hayan sido estos conflictos estructurales o no. Sin embargo y aquí está la contrapartida, el desmantelamiento de nuestra educación iniciado a propósito en 1979, ha hecho mella en casi tres generaciones de panameños, en donde la clase media no escapó al daño.

En este sentido entonces, vemos a este sector de la población indiferente, pasivo y virtualmente nulo ante el quehacer nacional. Alienado y algunas veces antinacional, se refugia en los avatares de su sobrevivencia individualista y acomodaticia, para no ver la desaparición que le sobreviene a manos de aquella clase a la que anhela pertenecer. Hipócritamente empiezan a ser los del medio, los que están en el medio, los que buscan un punto medio, cuando en verdad están escondiendo su miedo a asumir el rol al que están llamados. También están los que políticamente se pasan al medio, cuando sus posturas se hacen insostenibles para el resto de la población y necesitan pasar desapercibidos; esos son, por ejemplo, los progringos y trumpistas.

Estar “...en el medio...” o ser de los que se quedan “...en el medio...” sin asumir una posición, pero sobre todo sin actuar consecuentemente con ella, no es una opción. Simplemente porque los acontecimientos se darán en uno u otro sentido y cuando ello ocurra, no se tendrá autoridad ni derecho de criticar, juzgar o quejarse. Los “...del medio...”, son en esencia la mayoría silente que, por miedo, conveniencia y/o indiferencia, ven la distorsión de lo injusto y callan. Esos “...de en medio...”, SOMOS en mi opinión los más responsables de todo. Tenemos la capacidad y posibilidad de liderar transformaciones sin fracturas críticas ni vitales, mas priva la omisión cómplice, en esa lucha constante en “...no ser de los de abajo...”, aunque abajo iremos a dar, como la rana que se deja meter en la olla calientita, hasta que el agua hierve y ya es muy tarde para saltar.

No por nada Dante Alighieri, en el tercer canto de La Divina Comedia, le pregunta a Virgilio, su guía hacia el Infierno: “¿Qué son esos suspiros, gritos y llantos que retumban el aire sin estrellas?”, y este le responde: “vienen del Antiinfierno, donde son castigadas las tristes almas que vivieron sin infamia y sin honor. Son los ignavos, almas que en vida no hicieron ni el bien ni el mal, por su elección de cobardía”.

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