• 07/10/2024 00:00

Cuando no alcanza para comer

En el Panamá de las desigualdades es difícil conseguir datos oficiales para documentar las enormes disparidades de nuestra sociedad, porque no siempre los datos están actualizados o porque los informes no son confiables.

Medir los efectos concretos de la calidad y cobertura de salud, educación y vivienda son imprescindibles en las decisiones que deben tomarse si queremos remediar el abismo entre diferentes sectores de la población.

Aunque el crecimiento de la ciudad de Panamá representa un éxito innegable de los sectores financieros y empresariales, así como poner el crecimiento sustancial de las actividades ligadas al Canal, basta tornar la mirada a los barrios populares circundantes para despertar de la ilusión que muchos tienen de que la riqueza ha llegado a todos.

En estos sectores no hay viviendas adecuadas, ni acceso al agua potable, tampoco centros escolares y de salud que correspondan a los niveles de bonanza y bienestar del resto de la ciudad. Y lo mismo ocurre en las capitales de provincia que hace 50 años eran apenas unos pueblos grandes, más ahora, cuentan con facilidades inimaginables en aquella época.

Sin embargo, es necesario analizar un indicador para comprender cuan precaria puede ser la vida de muchas familias, punto tan crucial como poder comer cubriendo las más elementales necesidades nutricionales para alcanzar una vida saludable.

Según las últimas cifras de la Acodeco, el costo de la canasta básica es de $353.73 para una familia de 4 personas. Vale aclarar que el contenido de esta canasta básica no cubre todas las necesidades nutricionales, más bien diseñada con los alimentos que comúnmente preferimos los panameños.

Veamos la cruda realidad: analizando este costo con la escala salarial existente para diversos oficios, encontramos montos que ilustran una realidad muy alarmante. A muchos no les alcanza para comer.

El salario mínimo para una trabajadora del hogar es de $340.00 y para empleados de empresas grandes es de $636.86, en tanto, la ley establece para las pequeñas un salario de 619.84. Esto significa que los trabajadores que devengan un salario mínimo establecido por ley gastan 56% de su salario para cubrir la canasta básica y el sueldo de las trabajadoras del hogar no alcanza para cubrir este gasto.

Seguimos con los números y descubrimos que la situación es complicada para adquirir la canasta de alimentación familiar establecida por el Minsa, cuyo costo asciende a $429.99, porque incluye frutas, vegetales y proteínas. Es una dieta adecuada para cubrir las necesidades nutricionales mínimas. Para aquellos que tienen un salario mínimo adquirir estos alimentos representaría invertir el 68% del salario.

Las excelentes nutricionistas del Minsa recomiendan que el costo de la canasta básica de alimentación familiar debería estar entre el 5 y el 15% del salario. Los déficits nutricionales producen la desnutrición crónica –llamada “hambre oculta”–, con bajo peso y talla en los niños, el sobrepeso en niños y adolescentes y en la anemia que padece 44% de mujeres en edad reproductiva y, más alto aún, en las mujeres indígenas embarazadas.

La insistencia de técnicos del Minsa y del Meduca recomiendan la creación y ejecución de un programa que incluya un desayuno y almuerzo en todas las escuelas públicas del país, la fortificación de alimentos como la leche y el arroz y la entrega de crema nutricional a las mujeres embarazadas y niños hasta los 3 años.

Entre los programas gubernamentales más exitosos ha estado la Red de Oportunidades, creado en el gobierno de Martín Torrijos, que incluía un bono entregado directamente a la jefa del hogar y solo podía utilizarse para comprar 12 alimentos escogidos por las nutricionistas del Minsa. Este bono exigía la corresponsabilidad de las beneficiarias a que los niños asistieran a la escuela, estuvieran todos vacunados y ellas se hicieran el examen anual de Papanicolau.

Esta experiencia fue cuidadosamente evaluada por organismos internacionales, tanto de los alimentos que se consumían en estas regiones y científicos exámenes de sangre realizados con la colaboración del Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud y la Universidad de Baylor, Estados Unidos. De la información recogida se pudo comprobar una disminución de la desnutrición en 24 % entre 2004 a 2009.

Las graves secuelas de consumir alimentos con bajo contenido de los nutrientes necesarios y el consumo de alimentos altos en azucares, harinas y grasas son responsables de la obesidad, diabetes, hipertensión y anemia, que afectan de manera particular a los niños, mujeres embarazadas y los ancianos.

El ministro de Salud debe atender el reto de recomendar, junto con su excelente equipo técnico, programas que sirvan para resolver lo que constituye no solo uno de los problemas de salud que más secuelas produce y el impacto en el respeto del derecho humano a una vida digna, y es fundamental alimentarse bien.

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