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- 31/07/2022 00:00
La corrupción pica y se extiende…
El creciente populismo exhibido por varios gobiernos de la región, sean de corte socialista o capitalista, camuflando grandes dosis de corrupción e impunidad en su accionar, está provocando una enorme erosión de los valores democráticos en América Latina, la cual se ha visto magnificada por las maquinarias de propaganda y desinformación utilizadas, indistintamente, por grupos políticos, económicos, sindicales y mediáticos para provechos ideológicos particulares. El defensor más contundente de cualquier democracia es el bienestar humano, mientras que la desigualdad actúa como el principal detractor de la convivencia pacífica entre compatriotas. Tristemente, mientras no se subsanen estas disparidades, los países menos homogéneos seguirán siendo presa fácil de cualquier pelafustán con retórica demagógica y estilo mesiánico.
La reciente rebelión social fue ocasionada, a todas luces, por el alto costo de la vida, debido a la incrementada inflación, al exorbitado precio del combustible y al desmedido apetito monetario de los intermediarios en las cadenas de distribución y venta de insumos esenciales, incluyendo los medicamentos. La mecha que incendió el descontento obedeció, sin embargo, a la desfachatez de diputados y otros funcionarios en disfrutar, ante nuestras narices, sus aberrantes privilegios, en momentos en que gran parte de la colectividad panameña sufre las devastadoras consecuencias económicas y educativas dejadas por los necesarios confinamientos pandémicos, destinados a salvar vidas. Desafortunadamente, a la par que se evitaban muertes y hospitalizaciones, los habituales representantes del juego vivo, tanto de la esfera pública como privada, se aprovechaban de la situación de emergencia sanitaria para robar a destajo. Para colmo, las absurdas reglas del Tribunal Electoral y las artimañas jurídicas hechas a la carta de bribones postores han permitido librarse de la justicia a diversos maleantes de la fauna criolla.
Por más que se satisfagan las legítimas aspiraciones de la clase más humilde del país, con sustanciales rebajas en los hidrocarburos, en los productos de la canasta básica familiar y en los fármacos, el flagelo de la corrupción parece que seguirá indemne. Cuando la tormenta apacigüe, las generaciones venideras son las que pagarán el endeudamiento nacional y los impuestos pagados mayoritariamente por la clase media solo servirán para cubrir subsidios de toda índole, no para contribuir al desarrollo humano ni para lograr la capacitación laboral de la población. Mucho menos con tanta paralización de las clases de nuestros abandonados estudiantes. Los corruptos que llegan al poder, cada 5 años, con la complicidad de una significativa masa empresarial clientelar, coartan constantemente la posibilidad que tengamos una mejor inversión en educación, en ciencia, en salud y en bienestar social, amplificando la desigualdad y destruyendo la institucionalidad democrática. No hace falta cambiar drásticamente ningún modelo económico para construir un promisorio futuro para todos, tan solo bastaría con abolir el monopolio u oligopolio mercantil y el capitalismo de compadrazgos, combatir enérgicamente la deshonestidad, eliminar los fueros electorales, erradicar las prebendas políticas y castigar ejemplarmente a los ladrones.
El diálogo nacional, por tanto, no debería ser excluyente, independientemente del colectivo que lo haya iniciado. Causa malestar, además, la sarta de insultos, descalificaciones y burlas dentro de la mesa de debate, con demonización dialéctica tanto a bandos de izquierda como de derecha. Es un grave error no dejar participar o diferir el aporte de los sectores más productivos, los que a la larga son los que generan mayores oportunidades de empleo en el país. No solo se trata de que imperen las buenas intenciones, sino de que las soluciones sean viables y sostenibles en el tiempo. Así como hay gremialistas genuinamente comprometidos con el bien común, también hay empresarios éticos, decentes y solidarios con los demás. Oportunistas y trúhanes existen en ambos extremos del péndulo ideológico. Preocupa, además, la falta de liderazgo del Ejecutivo en este conflicto, el tranque continuo e inconstitucional de las calles, las frecuentes huelgas de profesionales que cobran pese a no trabajar y la crónica desconfianza con los actores gubernamentales de cualquier signo. La incredibilidad general es bien ganada, sin duda.
Ricardo Miró, ese gran poeta panameño que en 1909 escribió “Patria” debido a la nostalgia que sentía por su tierra natal, se debe estar revolcando en su tumba al observar como su linda prosa se ha convertido en una horrorosa realidad. Su poesía sería ahora más atinada con el cambio de vocablos en algunas de sus más relevantes frases: “Oh Patria tan pequeña que cabes toda entera debajo de la sombra de nuestra corrupción, quizás fuiste tan chica para que yo pudiera robarte toda entera sin ninguna oposición; Revuelvo la mirada y siento espanto al ver el camino por el que mi país se ve derivar". A juzgar por todo lo que acontece en la actualidad, la próxima contienda política dibuja, tristemente, un escenario sombrío para Panamá, con grandes presagios de tener cada vez peores gobernantes y acentuados hurtos del tesoro estatal. La corrupción pica y se extiende, nadie parece empeñado en detenerla. Pobre juventud, le estamos fallando por enésima vez…