• 22/09/2023 00:00

La controversial fórmula electoral del PRD

No se trata de desacreditar ni de menospreciar, sino de contribuir a una discusión pública más sólida y reflexiva [...]

La reciente elección del candidato a vicepresidente por el Partido Revolucionario Democrático (PRD) ha generado un sinnúmero de dudas y controversias. La elección de un individuo que ha combatido la supuesta corrupción de las altas esferas del partido, pero que ha sido criticado por su inacción en un grave caso de intoxicación por dietilenglicol, crea un panorama político enigmático y repleto de contradicciones. Su imagen está indisolublemente ligada a las figuras tradicionales del partido que han mantenido una relación parásita con los recursos del Estado durante años, lo cual solo añade combustible al ya inflamado ambiente político.

Napoleón sostenía que el fin justifica los medios, una afirmación que en este contexto resuena con fuertes implicaciones éticas. La figura vicepresidencial en cuestión ha demostrado valentía al enfrentarse a problemas internos dentro de su partido. No obstante, este valor parece disolverse cuando se enfrenta a cuestiones más amplias y socialmente críticas, como fue su pasividad en el incidente de intoxicación masiva por dietilenglicol. Esta dicotomía en su desempeño genera preguntas sobre su idoneidad para ocupar un cargo que requiere de una integridad inquebrantable.

Thomas Jefferson preveía los peligros de un gobierno excesivo, y en este caso, el riesgo radica en que un vicepresidente con este tipo de antecedentes podría carecer del juicio objetivo para impulsar reformas significativas. Más aún, su historia personal y profesional está enraizada en las mismas estructuras de poder y patronazgo que han sido durante mucho tiempo objeto de críticas y desconfianza pública.

Adicionalmente, este candidato podría contribuir negativamente a la percepción pública del actual aspirante a la presidencia. Si el candidato presidencial ya está siendo visto como una persona prepotente y manipuladora, añadir a un vicepresidente que también es objeto de controversia, y que además se vincula con las figuras tradicionales del partido que han vivido del erario público, podría ser el golpe de gracia para cualquier esperanza de legitimidad en los ojos del electorado.

El filósofo político John Locke postulaba que la legitimidad gubernamental se origina en el consentimiento de los gobernados. ¿Cómo se reconcilia esa filosofía en un contexto donde el electorado se enfrenta a candidatos llenos de paradojas y conflictos de interés? ¿Acaso la esperanza de cambio justifica el riesgo de elegir a alguien que podría ser más dañino para la integridad democrática y el bienestar social?

Maquiavelo nos recuerda la necesidad de ser tanto zorro como león en el ejercicio del poder, pero en este caso, la figura vicepresidencial parece estar atrapada entre ser el animal que reconoce las trampas y el que podría estar colocándolas. En su búsqueda de votos y unidad, el PRD ha establecido una fórmula electoral que genera más dudas que certezas.

En este intrincado panorama electoral, es indispensable recordar la frase del filósofo y estadista británico Edmund Burke: “Lo único necesario para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada”. Esta cita resuena con particular fuerza en un contexto donde las decisiones sobre quiénes ocuparán cargos de influencia pueden tener repercusiones significativas en el tejido social y democrático del país.

No se trata de desacreditar ni de menospreciar, sino de contribuir a una discusión pública más sólida y reflexiva en el marco de unas elecciones que definirán el rumbo de la nación. Cada voto es una expresión de confianza en los individuos que asumirán las riendas del poder, y por ende, es crucial que el electorado esté lo más informado posible acerca de sus opciones.

La evaluación crítica de los candidatos y sus antecedentes no es un ejercicio de denigración, sino una faceta vital de la democracia que nos obliga como ciudadanos a escudriñar la idoneidad de quienes pretenden liderarnos. En un proceso electoral donde las emociones están a flor de piel y las promesas fluyen con facilidad, es más imperativo que nunca cuestionar, analizar y, finalmente, tomar decisiones informadas. De este modo, estamos no solo ejerciendo nuestros derechos democráticos, sino también asumiendo nuestras responsabilidades cívicas con la seriedad que merecen.

Abogado. Politólogo
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