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- 24/09/2022 00:00
Confieso que también he querido tirar la toalla, pero...
Algo increíble le sucedió recientemente a un colega que daba clases de periodismo. Después de muchísimos años renunció para siempre a su cátedra. ¿Por qué? Según él, sus estudiantes lo estaban enloqueciendo. “Me cansé de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook”, escribió en una carta que conmovió al mundo de la educación.
Se trata del comunicador social y académico Leonardo Haberkorn, quien impartía clases de periodismo en una universidad de Montevideo, Uruguay. Pero no sólo se cabreó de la incesante y molestosa práctica del uso de los celulares por parte de los estudiantes en el salón de clases, sino también del pobrísimo equipaje cultural que estos cargan que deja mucho que desear de un estudiante de periodismo quien debe caracterizarse por poseer una amplia cultura, fundamental para esta carrera.
Sostiene el colega periodista que “muchos de estos chicos no tienen conciencia de lo ofensivo e hiriente de lo que hacen”.
Pero no los culpa abiertamente, considera que a sus pichones de periodistas los “estafaron” durante su juventud y que la incultura, el desinterés y la ajenidad no les nacieron solos, sino con su educación anterior, “que les fueron matando la curiosidad" y que, con cada maestra que dejó de corregirles las faltas de ortografía, les enseñaron que todo da más o menos lo mismo.
También Haberkorn destaca en su escrito que cada vez le es “más difícil explicar cómo funciona el periodismo ante gente que no lo consume ni le ve sentido a estar informado”
Para corroborar esta gran verdad, preguntó a sus estudiantes sobre la situación actual que vive Venezuela. Sólo una estudiante entre 20 pudo decir lo básico del conflicto, el resto no tenía la mínima idea.
También les preguntó: ¿Qué es lo que pasa en Siria? Silencio. "¿Qué partido es más liberal, o está más a la "izquierda" en Estados Unidos, los demócratas o los republicanos? Silencio". ¿Saben quién es Vargas Llosa? Silencio. Etc.
Pero esta amarga realidad académica no sólo sucede en Uruguay, porque si allá llueve en Panamá no escampa. Efectivamente. Ayer pregunté a mis estudiantes de tercer año de periodismo en el Centro Regional Universitario de La Chorrera (CRUPO) si conocían el nombre del director de esta unidad académica. Silencio. Sí conocían el actual decano de nuestra facultad en el Campus central. Silencio. Sí conocían al cuestionado Ministro de la Presidencia y actual Vicepresidente del país. Sólo dos estudiantes de casi veinte acertaron.
Escarbé más profundo. Me dirigí hacia el periodismo en vivo y a todo color, al mundo periodístico del país en carne y hueso. Pregunté: leen algunos de los diarios nacionales. No. Escuchan noticieros radiales y televisivos. No. Siguen programas de opinión radiales y televisivos. No. Conocen a los periodistas destacados del patio: fulano, zutano, mengano y perencejo. Tres de ellos sí los conocían, más o menos. En otras palabras, el mundo del periodismo les es ajeno a la mayoría. ¿Triste?
Pero más tristes es que estos estudiantes cursan el tercer año, casi terminando la carrera. De inmediato me saltó la duda y me pregunté para mis adentros ¿Se habrán equivocado de carrera estos muchachos? ¿Creerán que no es necesario tanto bla, bla, bla para ser periodista y que las cargas se emparejan en el camino?
Pienso que muchos de ellos si se equivocaron, pero no es su culpa, sino del sistema educativo en general que carece de políticas de revisión de cómo salen los egresados de los colegios públicos y privados. Esto permitiría a los padres de familia tomar una decisión objetiva sobre la educación de sus hijos, sostiene el Conep. Y la gran verdad, no todo el mundo nació para ser periodista, se necesita vocación.
Algunos expertos apuestan por exámenes profesionales para medir las competencias de los estudiantes. Pero, qué pasa con aquellos que no tienen las habilidades para pasar el filtro de ingreso y no tienen los recursos para ir a una universidad privada. Aquí la calavera también es ñata por donde se le mire. Por eso no he tirado todavía la toalla, pero…