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- 12/12/2012 01:00
El ‘complejo presidencial’
El término complejo proviene del Psicoanálisis y representa una forma de conducta. Para Freud, cada persona tendría sus complejos en alguna medida. Jung los definía como un conjunto de ideas con una carga emocional muy elevada que modela una forma de ser. Adler fue el primero en hablar sobre los complejos de inferioridad y superioridad, cuando señaló que desde el nacimiento no se tiene la capacidad para valerse por sí solo y eso nos hace proclives al sentimiento de inferioridad y, cuando este sentimiento permanece, en la adultez surge entonces el ‘complejo de superioridad’, mecanismo inconsciente con el que se trata de cubrir ese sentirse inferior a los demás.
La Psicología ha estudiado otros complejos. Entre ellos podemos mencionar el ‘complejo de castración’, que es el temor que el niño tiene de perder sus genitales, asociado al ‘complejo del pene’ o, al ‘complejo del clítoris’ en las niñas, ambos casos íntimamente relacionados al fenómeno de la angustia; y, el ‘complejo de Caín’, que tiene que ver con la rivalidad fraterna.
Estudiosos en la materia describen otros complejos como el de ‘Peter Pan’ para referirse a adultos masculinos inmaduros. El ‘complejo de Wendy’, para definir a algunas mujeres que asumen el rol de ‘madre sustituta’ de su pareja. El ‘complejo de culpa’, donde la persona vive afectada de sensaciones de descuido; y, el ‘complejo de Superman’, en que algunos hombres se creen con supremacía física y mental por encima de otros.
Pero, hay un complejo del que muy poco se habla o no se conoce y es el ‘complejo presidencial’. Me refiero a los que se creen con la capacidad de ser presidente de un país y muy pocos con la idea y los sentimientos de trabajar para que las cosas marchen como Dios manda y el pueblo necesita. El creerse que se tiene la capacidad para ser presidente y sin la más mínima idea de lo que eso significa, disimula un ‘complejo presidencial’. Para superar este trastorno psicológico, del cual una de sus características es la ‘testarudez’, lo primero es reconocer que existe el complejo. Luego analizar las razones por las que se necesita lanzarse a esa aventura. Es necesario estar consciente de sus limitaciones y defectos, cuáles pueden ser cambiados y cuáles no. Se debe aceptar una visión más realista de su personalidad.
Ligo lo anterior con otro complejo. A este le llamo el ‘complejo del político disperso’ o ‘el complejo del político multitarea’. La multitarea es uno de los males de nuestro tiempo. Se hacen mil tareas a la vez, mientras piensan además en la réplica que darán a las más recientes declaraciones de su archienemigo. Y, sin saberlo, se convierte en un ser robotizado. Sin alma, vida y corazón. No le imprime elegancia a lo que hace ni a lo que dice.
Es como el conductor de un vehículo de motor que va hacia la dirección correcta, velocidad normal, luces, etcétera. Todo bien, menos un detalle. El conductor maneja con una sola mano. ¿Y la otra mano? ¡Ah! La otra mano manejaba un teléfono celular. Por la posición de la mano y los movimientos del pulgar era evidente que estaba enviando un mensaje de texto. Y la cabeza sube y baja, atendiendo unos segundos las señales del tránsito y otros segundos a su celular, alternando rápidamente entre uno y otro. Hay quienes dirán que hay que aprovechar el tiempo haciendo dos o más cosas a la vez. Que se puede manejar y hablar por teléfono al mismo tiempo, leer el chat y responder, a la vez que te encuentras revisando tu correo electrónico. Pues, déjame decirte que la falta de concentración mata y en todas las acepciones del verbo matar. Si no te concentras en lo que haces, seguramente vas a cometer errores que tarde o temprano te van a costar caro.
Así es el político disperso o el multitarea. El que actúa como si fuera un pulpo, pero no lo es. No lo es, porque no le dan los brazos, porque solo tiene dos. Y tampoco le dan los ojos, que curiosamente son dos. Y aunque muchos crean lo contrario, tampoco le da el cerebro. El cerebro es inmensamente más eficaz cuando se concentra que cuando se dispersa. El cerebro concentrado es más rápido, más preciso, más inteligente y logra mejores resultados. Entonces el político multitarea, el frustrado aspirante a pulpo, termina perdiendo. Y, como dice el refrán: ‘el que mucho abarca, poco aprieta’.
La concentración es una pieza vital en el engranaje mental. Focalizarse en lo que se está haciendo. Poner los cinco sentidos. Poner toda la energía. Resistir las distracciones. Postergar otras cosas. Y hacer eso que se está haciendo. Eso y solo eso. Pero hacerlo con el 100% de la atención. Una tarea a la vez, pero bien hecha. Eso sí, sin llegar a la vagancia. Delega funciones. El trabajo en equipo es importante. Para esto debes tener confianza en los que trabajan para ti. Aléjate de los chismes. Aléjate de los aduladores y lambones. Debes escoger a los que tú piensas que son los mejores y tus verdaderos amigos.
El político multitarea al final de la jornada termina exhausto y estresado y peleándose con todo el mundo. Cero estrés. Concéntrate, así no cometes errores y quedas bien con todos. El político con ‘complejo presidencial’ se descarrila fácilmente. Evítalo. Es tu vida y la de toda una nación.
ESPECIALISTA DE LA CONDUCTA HUMANA.