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- 22/08/2023 00:00
Colonialidad, corrupción y dialéctica del poder
En estos días ha estado circulando en las “redes sociales” un audiovisual (TikTok) en el que el narrador desnuda el contenido de las denuncias del candidato presidencial, señor Ricardo Lombana. En este TikTok, se increpa a este político a que se deje de estar denunciando exclusivamente a los actos de corrupción de los diputados “con sus partidas circuitales y sus queridas y amiguitos (...) esto es (de) ratoncitos”. Es decir, lo que estos políticos se apropian es nada comparado con lo que nos despojan las élites del verdadero poder, de las arcas del Estado. Esto lo enfatiza el narrador del audiovisual, cuando le recomienda al señor Lombana que lo que debe estar denunciando es: “cuantos millones se llevó tu amigo (...) en la cuestión de petróleos Delta, cogiendo todos los años el contrato sin hacer una licitación (...) los millones de dólares que le ha costado el aeropuerto (Tocumen) a los panameños para que COPA “parkeé” todos sus avioncitos allí (...)”.
Sin duda, este TikTok resulta ilustrativamente crítico en la medida que quita el velo que encubre la verdadera posición política de este candidato; velo con el cual participa en la mascarada electoral que ya inició. De este TikTok puede parafrasearse: Dime a quién denuncias y te diré a qué intereses respondes. Aquí, se denuncian a las “ratas” y no a los “gatos”, mayores responsables del desorden en casa, por lo tanto, Lombana y todos los que coinciden en esta narrativa acusatoria, como Roux, Martín, Blandón y Martinelli, responden a los intereses de los gatos.
Estas acusaciones, tienen la función de tirar un velo sobre los verdaderos causantes de la corrupción; pero a la vez, se distorsiona lo que realmente la causa y por ende, lo que habría que hacer para desterrarla.
La corrupción, cuando no es esporádica, sino reiterativa, sistemática, es una herencia colonial-imperial. Con las emancipaciones de los países de nuestro continente, hubo cierto desligue del control de los centros imperiales, pero se mantuvieron las mismas estructuras de la economía y la política. La Hacienda -primero con esclavos- era el eje de poder de esa estructura, desde el sur de EUA hasta la Patagonia. Los que pudieron hacerse de los puestos de poder político en el Estado fueron los hacendados y sus funcionarios inmediatos. Fíjense que esto no tuvo bandería política, en el sentido de que unos hacendados se hicieron liberales y otros conservadores -o bien, perredistas, de RM, arnulfistas, CD-…, pero todos, herederos de la hacienda colonial.
Aquí viene el asunto de la corrupción. Cuando estos hacendados pasaron a administrar los bienes y recursos del Estado, lo han hecho exactamente igual que lo hacen en sus haciendas; es decir, convierten al Estado en sus fincas privadas, lo que da lugar a que políticamente, nunca se pueda perfeccionar la democracia y económicamente, se asalten los bienes públicos como si fueran de sus haciendas. Es por ello, que los herederos de los hacendados locales o extranjeros -ahora grandes inversionistas financieros, dueños de cadenas de supermercados y de televisoras, sin dejar por fuera a las transnacionales bananeras y mineras- siguen actuando bajo las premisas éticas de la colonialidad.
En esta cultura de la colonialidad -coloniales en esencia, libres en apariencia- el Estado es vaciado de eso que enseñan en las Facultades de Derecho que es “lo Público”. El Estado es organizado en su esencia, como una entidad privada de estos hacendados y sus herederos y funcionarios de confianza, lo público queda en la apariencia, en los aspectos que no les resulta de interés para su acumulación de riquezas. De aquí se desgranan todas las iniciativas de corrupción como parte de una cultura, donde estos herederos de la hacienda colonial se llevan la mayor parte y sus funcionarios, se quedan con lo que estos les permiten arrancar de los bienes públicos devenidos en botín privado.
La cuestión es que, sus propios funcionarios son los utilizados para la distracción del pueblo, al ser denunciados por otros funcionarios que tienen como norte el “quítate tú pa' ponerme yo” y ganarse una mayor confianza de las élites económicas que los promueven en las mascaradas electorales. Es así que se entiende por qué tales funcionarios, desde dentro y fuera de Gobiernos, apuntan sus denuncias y soluciones hacia lo superficial de la corrupción, mas no hacia su esencia de origen colonial.