• 28/04/2024 00:00

Amistad como pasión

[...] para el filósofo moderno francés Emmanuel Levinas la amistad es el respeto a la singularidad y vulnerabilidad del amigo, algo que conlleva una responsabilidad incondicional hacia su bienestar [...] Estas reflexiones filosóficas tratan de amistades “cara a cara” que se caracterizan por ser relaciones presenciales [...]

La amistad, en su sentido más amplio, es la extensión del círculo familiar sin sus lazos de sangre o afinidad, siendo además otro modo de amor conyugal, pero sin sus connotaciones matrimoniales o sexuales. Hasta cierto punto este sentimiento es un juguete de la vida, con el cual cada uno de nosotros hace lo que quiere, con sus sublimes discordancias.

A menudo, esa unidad simplísima que es la amistad suele ser también una armonía estupenda que se reconcentra y encasilla en una sola facultad, en una única potencia del alma, convertida en arte de vivir.

Así se transforma en un posible camino a la felicidad, por su campo de acción, lleno de estima y respeto mutuo, que al ver su otro yo en un amigo, nos lleva a una solidaria comunión de ideales y amistades compartidas. Los predios de la amistad no se limitan a los derechos que confluyen en la lealtad, la bondad y demás sentimientos consustanciales del ser humano, sino que se desbordan en los gustos, provechos y grandes bienes que provienen del cielo y de los dioses del amor.

Filósofos y poetas han dicho que la amistad es un alma en muchos cuerpos, comenzando con las antiguas enseñanzas de Aristóteles; o que es “un claro espejo en donde la ilusión se mira”, (Juan Ramón Jiménez); o una “llama que anima a los mortales” al decir de otros escritores.

Para el inmortal Bolívar la amistad fue una palabra mágica cargada de resonancias y de luces, dada su talla de héroe noble y singular, siendo para él una virtud que debe acompañarnos hasta el sepulcro. Muy celebre es su frase: “La amistad tiene en mi corazón un templo y un tribunal a los cuales consagro mis deberes, mis sentimientos y mis afectos ... la amistad es mi pasión”, (carta de Bolívar a Leandro Palacios del 16 de mayo de 1817).

En el ámbito de la intimidad, sin artificios ni engaños, la amistad es puro amor y ternura, pues con ella se entrega el corazón, donde el título de “amigo” vale más que “todos los dictados que pueda dar la tierra”, de nuevo usando palabras bolivarianas (carta a José Rafael Arboleda de 1826).

Por eso la filosofía de la amistad busca con furia, a través del amigo, algo que está allende de este, a lo puramente intelectivo, en una admirable conjugación de corazón y cabeza, parte importante de nuestra cultura intelectual, arrojando luz sobre la complejidad de nuestras relaciones humanas.

Por eso vemos que Aristóteles la consideraba una “ética virtuosa” (ver su obra Ética a Nicómaco); para Kant era un “deber moral” (ver su Fundamentación de la metafísica de las costumbres); para el filósofo moderno francés Emmanuel Levinas la amistad es el respeto a la singularidad y vulnerabilidad del amigo, algo que conlleva una responsabilidad incondicional hacia su bienestar (ver su obra Totalidad e infinito).

Estas reflexiones filosóficas tratan de amistades “cara a cara” que se caracterizan por ser relaciones presenciales, condición ausente en nuestra presente era digital donde las redes sociales han introducido la modalidad de “amistades virtuales” en línea, convirtiéndolas en superficiales y para muchos tradicionalistas, carentes de una muy necesaria dimensión carnal que las sustente.

Esta supuesta necesidad carnal señala a algo trágicamente destructivo, inherente a ese egoísmo mutuo que trasciende la amistad, por ser un medio tomado como fin, o la sublime discordancia que mencioné al inicio de este artículo, como potencia del alma.

Esto se debe a que, efectivamente, la amistad es a la vez un medio y un fin, lo cual permite esa magnífica fusión de una misma y solitaria alma en muchos cuerpos, siendo esta la verdadera pasión de la amistad.

El autor es exfuncionario diplomático y articulista
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