• 26/01/2020 00:00

75 años después del horror

Radiografía del horror tituló el diario argentino Clarín al campo de concentración de Auschwitz, el cual mañana 27 de enero se conmemoran los 75 años de su liberación por parte del ejército ruso, que estaba en el bando aliado en la II Guerra Mundial.

Radiografía del horror tituló el diario argentino Clarín al campo de concentración de Auschwitz, el cual mañana 27 de enero se conmemoran los 75 años de su liberación por parte del ejército ruso, que estaba en el bando aliado en la II Guerra Mundial.

El lugar en el que está enmarcado el campo de concentración donde fallecieron un millón cien mil personas está ubicado a 43 kilómetros de Cracovia, la segunda ciudad en importancia de Polonia, que desde 1939 estaba ocupada por el gobierno nazi que presidía Adolf Hitler. Es una extensa zona agrícola donde se estableció el complejo de exterminio más atroz que la humanidad haya visto hasta entonces, formado por Auschwitz I —campo original—, Auschwitz II-Birkenau —campo de concentración y exterminio—, Auschwitz III-Monowitz —campo de trabajo para la IG Farben—. También existieron 45 campos satélites más. A la entrada se aprecia, en la reja que da acceso, el lema “Arbeit macht frei” («El trabajo libera»). Toda una red ferroviaria conectaba ése y otros campos de concentración y hoy día se dan a conocer hechos macabros en relación con el transporte de los que se “seleccionaban” para ir allá, algunos que ni llegaban vivos pues morían en los vagones cerrados.

Los que hemos tenido el privilegio de visitar Auschwitz y recorrer las galeras donde hoy día se muestran los cabellos, los muñecos de niños exterminados, objetos que les arrancaban a los que morían gracias a la “solución final” que encontraron los alemanes, encabezados por Heinrich Himmler, experimentamos un sentimiento de desasosiego indescriptible. La ejecución consistía en ingresarlos a unas cámaras, ordenarles que se desnudaran, pues iban a tomar una ducha, y una vez encerrados, se les “fumigaba” con el gas Zyklon B. En unos 25 minutos todos habían muerto y de allí los sacaban, les extraían los objetos que tuvieran de valor (dientes de oro, prótesis, joyas) y luego los quemaban en unos hornos enormes.

El campo empezó a funcionar el 20 de mayo de 1940 y las primeras ejecuciones se efectuaron en 1941. Cuando se tuvo conocimiento de que el ejército rojo (soviético) estaba cerca, a inicios del mes de enero de 1945, se quiso trasladar a los prisioneros a otro campo, el de Loslau, al oeste, pero muchos estaban demasiado débiles para caminar. Las cámaras de gas fueron destruidas por las SS alemanas en un intento por borrar la evidencia de tanta atrocidad.

En esos tres campos murieron 1 millón cien mil personas, de los cuales el 90% eran judíos, unos 450 mil húngaros (desde 1944 se estaban trasladando nacionales de Hungría después de la ocupación alemana de ese país), 300 mil polacos, 70 mil franceses, 60 mil holandeses, 55 mil griegos, 46 mil checos, 26 mil eslovacos, 24 mil belgas, 23 mil entre alemanes y austriacos, 10 yugoslavos y 7 mil italianos. Además de la estadística por nacionalidad, se conoce que murieron unos 70 mil prisioneros políticos polacos, más de 20 mil gitanos, 10 mil prisioneros de guerra soviéticos, unos 1,200 republicanos españoles, cientos de Testigos de Jehová y varias decenas de homosexuales. Sobrevivieron 200 mil, de los cuales solo 125 mil estaban con vida cuando finalmente cayó el Tercer Reich, apenas unos meses después de la liberación del campo de concentración.

Entre los que estuvieron allí recluidos o murieron destacan algunos nombres como el de la niña alemana Ana Frank, cuyo diario es famoso. Ella no murió en Auschwitz, pero estuvo allí dos meses, para luego ser trasladada a Bergen-Belsen, donde falleció de tifus. Su padre Otto Frank, sí se quedó en este campo cuando sus hijas fueron enviadas al otro. Sobrevivió y en 1947 publicó el diario de su hija. En ese centro del horror estuvo también el que posteriormente fuera presidente de Polonia, Józef Cyrankiewicz y un santo polaco, Maximilian Kolbe, que fue voluntario para morir de hambre en lugar de otro prisionero.

Una monja católica, y hoy santa alemana de origen judío, murió en las cámaras de gas. Elie Wiesel, estadounidense de ascendencia rumana y húngara, sobrevivió a su reclusión y posteriormente escribió sobre sus experiencias, galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1986. El escritor italiano Primo Levi, de origen judío, fue enviado a Auschwitz en 1944, pero sobrevivió y publicó posteriormente un relato desgarrador sobre la vida en ese infierno, al que tituló “Si esto es un hombre”.

Como ellos muchísimos otros pasaron por esa antesala de la muerte, al que mañana estaremos recordando por la liberación hace 75 años de ese centro de terror. En la entrada de uno de los pabellones principales se lee la frase de George Santayana “Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”. Aunque hay disputas sobre si es originaria del filósofo español-estadunidense, porque también se le atribuye a Napoleón Bonaparte, es una realidad que tenemos que aceptar y responsabilizarnos por la relativa paz que hoy día gozamos.

Arquitecta y ex ministra de Estado
Lo Nuevo
Suscribirte a las notificaciones