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- 31/07/2024 00:00
31 de julio, hace 43 años
Para nadie es un secreto que, desde el primer día, como buen demócrata cristiano, fui adversario del golpe militar de 1968. Esa formación antimilitarista la tuvo la juventud panameña desde la época del coronel Remón quien, con el cuento de complacer a los Estados Unidos con su anticomunismo, persiguió todo lo que para él – en tiempos del nefasto McCarthy - oliera a izquierda marxista. En ese churuco de persecución y control se iba contra los dirigentes estudiantiles, sindicales y magisteriales, sin distinción alguna.
De allí que, en nuestra primera casa de estudios, la Universidad de Panamá, todo el estudiantado, inclusive los de izquierda, se alinearan con ese planteamiento propio de América Latina, rodeada de dictaduras militares con muy pocas excepciones. Esa izquierda, posteriormente, pactarían con el general Torrijos, dejando su antimilitarismo a un lado con aquello de que Torrijos era un militar diferente, nacionalista y revolucionario.
Este 31 de julio se conmemora el aniversario 43 de aquel nefasto accidente que puso fin al carismático dirigente, tan aplaudido por quienes lo apoyaban, como censurado por quienes lo percibíamos por lo que era: un dictador confeso y converso, como diría Marcel Salamín, pero, en fin, un dictador, como le agregaríamos muchos.
El 20 de octubre pasado presenté en la Biblioteca Nacional mi anterior libro ¿Quién mató a José Ramón Guizado?, donde doy detalles de la gran trama que se dio tras el asesinato en el hipódromo Juan Franco, del presidente José Antonio Remón Cantera, para ocultar a los responsables de ese crimen. Su hermano Alejandro, Toto, en su condición de ministro de Gobierno y Justicia, hizo todo lo posible para impedir que se diera una investigación independiente y seria que encontrara los responsables del magnicidio.
Toto Remón expulsó del país a los investigadores extranjeros contratados por el presidente Guizado para investigar el crimen. La Guardia Nacional, a cargo de Bolívar Vallarino, encubrió el crimen, llegando al extremo de apersonarse a la Cárcel Modelo para intimidar personalmente a Guizado, detenido allí por su supuesta complicidad en el crimen, y a Rubén Miró, el supuesto asesino, amenazándolo de que, si no acusaba como cómplice a Guizado, su esposa e hijo corrían peligro.
En las investigaciones del supuesto accidente del avión de Havilland FAP 205 del 31 de julio de 1981 ocurrió algo parecido a lo de 1955: las autoridades que reemplazaron al general Torrijos luego de su muerte, no profundizaron en la investigación del líder de su revolución. Para mí, que nunca fui torrijista y, por supuesto, nunca lo seré, ese hecho me ha motivado a escribir mi nuevo libro, ¿Quién mató al general Torrijos?, que presentaré en la Universidad Santa María La Antigua hoy, 31 de julio, en el 43 aniversario de la misteriosa desaparición del líder de la llamada revolución de octubre.
“Aquí no se investigará nada. Fue un accidente. Es una orden”, palabras que, según Marcel Salamín, en su último libro Camino a Cerro Marta. El asesinato de Omar, un alto oficial de la Guardia Nacional, que él no identifica, categóricamente le contestó a su pregunta, tras anunciarse que no había sobrevivientes en Cerro Marta, de que era lógico que se investigara lo ocurrido hasta las últimas consecuencias.
El libro contiene entrevistas con personas que conocieron muy de cerca al general Torrijos, como Rubén Darío Paredes y Roberto Díaz Herrera, ambos de su Estado Mayor, y como Eduardo Herrera Hassán, su jefe de escoltas por seis años. Logré entrevistar también al coronel Federico “Fred” Boyd, compañero del cerebro del golpe de Estado de 1968, Boris Martínez, y expulsado del país el 24 de febrero de 1969. Familiares como su hijo Omar José Torrijos Pauzner y su hermana Berta Torrijos de Arosemena. Muchos exmilitares y políticos civilistas y perredistas han sido parte de esta investigación que espero dar luces a mi conclusión: todavía no se puede determinar con certeza que Torrijos murió en un accidente o si lo ocurrido fue producto de una conspiración local e internacional.
Este libro no es una loa a la vida del general Torrijos, ni mucho menos un intento de hacer su biografía o una crítica a su gestión al frente del Estado. Solo me detengo a analizar algunos detalles del golpe de 1968 y lo relacionado con el 31 de julio y lo que ocurrió tras la muerte física del general, para muchos el entierro político de su proyecto político y que terminó con la comandancia de las Fuerzas de Defensa de Manuel Antonio Noriega.
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