• 18/01/2023 00:00

La Era Disruptiva

“Observo que las nuevas asimetrías se amontonan sobre las heredadas. También que más favelas, mayor pobreza y otras lacras sociales forman parte del nuevo paisaje costumbrista”

Transitamos de una era de cambios a un cambio de era, la Era Disruptiva; un nuevo “tempus” Guttemberg, que sienta sus fueros por la irrupción de la inteligencia artificial, las nuevas tecnologías comunicacionales y la bioingeniería, produciendo exponencialmente bienes y servicios que todo toca e impacta.

Entiendo por disrupción el cambio brusco, vertiginoso y determinante de un conjunto de paradigmas y reglas que sustentan uno o varios sistemas.

Werner Weisenberg, joven nobel de Física, considerado un “páter” de la física cuántica, afirmó hace más de 80 años: “todo tiene que ver con todo en todos los puntos y en todo momento, todo es relación y nada existe fuera de esa relación”.

En los últimos 30 años hubo más cambios que en los mil precedentes. Con más actores, la Guerra Fría mutó de ideológica a geoeconómica, cediendo soberanía y perforando fronteras. Los ámbitos tradicionales de combate terrestre, marítimo y aéreo sumaron con primacía y omnipresencia el espacio exterior, expandiendo la nueva doctrina del multidominio. Conjugando redes inteligentes, se asegura la supremacía militar. Basta recordar el bombardeo quirúrgico de Washington al convoy iraní desde 15 000 metros de altura hace tres años.

Estados Unidos, aún primera potencia, tiene dos vecinos y 24 mil kilómetros de ríos navegables y, proporcionalmente, es el país más integrado del mundo, pero China patenta más del 60 % de los nuevos inventos, es tendencia.

El archipiélago asiático, igualmente inmenso, es el Estado más continuo de la historia. 6000 años con 106 años de “presencia británica” posee 14 vecinos: Corea del Norte, Rusia, Mongolia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Afganistán, Pakistán, India, Nepal, Bután, Myanmar, Laos y Vietnam y frente a sus costas están Corea del Sur, Japón, Filipinas, Brunei, Malaysia e Indonesia.

En 1968, Den Xiaoping inicia la gran reforma, sustituyendo progresivamente la gerontocracia ideológica por la elite tecnocrática que apalanca su desarrollo en el “dumping” laboral y monetario. Sin ratificar convenios fundamentales de la OIT, desconoce la libertad sindical y la negociación colectiva. China potenciada crea 40 000 emprendimientos diarios y, con buques-fábrica fuera de todo control internacional, compite deslealmente inundándonos de bienes y servicios a precios irresistibles.

En el siglo pasado consumió más cemento que la primera economía, hoy fabrica más computadores que la Unión Europea y lidera el comercio internacional, potenciando el paradigma de que sobrevivir y crecer es producir más y mejor con menos dinero y personas.

Vivimos sumergidos en la videocracia, en las plataformas digitales, en las nuevas terminologías y grafologías, las novedades copulan arrebatándonos nuestra privacidad, porque todos somos nubenautas, geolocalizables, ergo, data.

La naciente era nos deja absortos. Cada 18 meses se duplica la capacidad de las computadoras y los robots se pagan en 24 meses. A la tubo-navegación, los dispositivos inteligentes subcutáneos cuidando nuestra salud, la evolución de la realidad aumentada, el cerebro sensorial potenciado, la ubicuidad de todos los sensores y ahora sumamos a Chabot.

Según Andrés Oppenheimer, Chabot “escribe correos, trabajos académicos, ensayos escolares, planes de negocios, estrategias de márquetin, noticias, tramas de películas y responde preguntas”. Imagínense, si ya en nuestras mesas hay tantos celulares como tenedores, Chabot competirá con nuestra amada y leal pareja, le hurtará tiempo a nuestro hogar mientras agoniza la tertulia por doquier.

Cuarenta o más millones de personas buscan trabajo anualmente, también 40 % de los actuales empleos serán reemplazados por robots en 15 años y 60 % de los niños “americanos” buscarán trabajos en 15 años, cuyos perfiles laborales no se han creado, ergo, la formación y educación es peligrosamente disfuncional a los mercados.

Desprovista de valores, la tendencia disruptiva fortalece el concubinato entre la informalidad y la precariedad global del 60 % de los adultos, impactando directamente en las brechas sociales entre países, estratos societarios y personas, generando nuevos bolsones sociales, millones de neoanalfabetos y neoexcluidos y nuevas afectaciones: el desecho laboral, la estigmatización social, el síndrome de ansiedad disruptiva y la patología del vacío existencial, principalmente.

Así, comprendo la expansión global de la crisis de la confianza que, binaria como el cerebro, se expande con más apellidos: humanitaria, política, económica, social, alimentaria, laboral y sanitaria.

El sueño global de bienestar está en coma inducido ante la evidente fragilidad humana, porque no asistimos a un debate tecnológico, más bien nos enfrentamos a profundos y sin precedentes dilemas morales y existenciales desprovistos de ciberética, de ciberfilósofos y meta-pensadores.

Un dilema moral es procurar dignidad a los nuevos y crecientes bolsones sociales y el principal dilema existencial cuestiona nuestro origen.

Sobre nuestra existencia, por primera vez, desde el “sapiens”, los seres humanos -concretamente los “coronials”- carecerán de asombro, cuando, antes de 20 años, la inteligencia artificial cree autónomamente vida humana en el Año de la Singularidad.

A partir de estas incipientes reflexiones sobre el impacto de la Era Disruptiva, debemos preservar nuestra dignidad, regenerar nuestra civilización, asegurando su gobernanza social y política.

Los libros sagrados subrayaron el amor, la solidaridad y la cooperación. Los hebreos los extendieron al elegido pueblo de Israel desde su sangre y raza, y el cristianismo ensambló dichos preceptos horadando fe y conciencias desde las catacumbas.

Habiendo Platón postulado una educación igual para todos y Aristóteles distinguido la justicia aritmética de la geométrica, base esta de la redistribución, emergen respuestas; la vida lenta, el refugio en villorrios, la educación casera, cierta desconexión digital, nuevos impuestos a las empresas que lideran los cambios disruptivos, etcétera.

Observo que las nuevas asimetrías se amontonan sobre las heredadas. También que más favelas, mayor pobreza y otras lacras sociales forman parte del nuevo paisaje costumbrista. Porfiado, finalizo cobijándome en una profunda, bella y esperanzadora reflexión del dramaturgo alemán Bertolt Brecht: “No aceptes lo habitual como natural, porque en tiempos de desorden, de confusiones, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural, nada debe parecer imposible de cambiar”.

(*) Doctor en Ciencia Política, experto en gobierno e internacionalista.
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