La reunión de este miércoles 13 de noviembre en la Casa Blanca entre el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, y el mandatario electo, Donald...
- 19/12/2021 00:00
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La Estrella de Panamá en su edición del 9 de octubre de 1955 informa sobre la Misa de instalación del nuevo obispo de David, realizada a las afueras de la Catedral de San José de David, con la participación de más de diez mil personas.
Pese a una persistente lluvia, a las 8 de la noche se realizó un acto de homenaje a monseñor Tomás Clavel, en el Salón Carta Vieja, con participación de autoridades, clero y la comunidad chiricana.
La mesa de honor estuvo ocupada por los ilustres prelados, monseñor Francisco Beckmann, Arzobispo de Panamá, monseñor Paul Bernier, Nuncio Apostólico de Su Santidad y monseñor Tomás Clavel, Obispo de David; el ministro de Gobierno y Justicia, Alejandro Remón Cantera, los ministros Mayor Alfredo Alemán y Eligio Crespo V., el gobernador de la Provincia de Chiriquí, Federico Sagel y su esposa Josefina de Sagel.
Aquí los discursos de aquella histórica velada en la ciudad de David.
Palabras del Canciller del Obispado de David, padre Gómez
Nos hemos congregado aquí, no para ofrecer un banquete protocolar, sino para rendir homenaje sincero de simpatía y adhesión al ilustre prelado monseñor Tomás Clavel, en el día de su llegada a esta su sede, en donde viene a trabajar con nosotros y por nosotros, para que sepa que todo corazón chiricano y bocatoreño, porque aquí todos somos y nos sentimos chiricanos y bocatoreños, acompaña al digno Obispo de David en su lucha por cumplir su programa de acción, el cual conozco y sé que le ganará el cariño y la reverencia necesarios para que su corazón sacerdotal, que dedicará al mejoramiento social, espiritual y moral de estos pueblos, se sienta acompañado, respaldado y dispuesto a dar de sí lo mejor.
Este homenaje de cariño dedicado a un sacerdote de nuestra tierra que asume este alto apostolado lleno de fe y consciente de su alta responsabilidad, deseoso de hacer labor constructiva y fecunda.
Debido a leve enfermedad que padece actualmente el Excelentísimo señor presidente de la República, Ricardo Arias Espinosa, y a recomendación de su médico, me encuentro aquí en su representación y me dirijo a ustedes en este acto solemne e histórico en que inicia sus labores episcopales monseñor Tomás Clavel al frente de la nueva Diócesis de David.
El señor presidente de la República me pidió a mi salida de Panamá que, a su nombre, le expresara su pesar por no poder acompañarlo en estos actos”. “Dile a Monseñor Clavel que aquella emoción que sentí en la Iglesia Catedral Metropolitana cuando le entregué de rodillas la simbólica Cruz, la hubiera experimentado con mayor fuerza hoy”.
Como católico y como panameño, me siento orgulloso de que monseñor Tomás Clavel haya sido escogido para que en la Provincia de Chiriquí se fomente aún más nuestra santa religión.
Quiero expresar que siento profunda nostalgia y pesar porque no se encuentre entre nosotros esta noche un ciudadano que adquirió en su hogar, por enseñanza de su madre y sus hermanas, la fe de amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo y la puso en práctica como mandatario en la más alta magistratura de la nación. Un hombre que contó a monseñor Tomás Clavel entre sus más nobles amigos y asesores.
Este ciudadano se llamó José Antonio Remón Cantera.
La creación de las Diócesis, en la historia de las naciones, se puede comparar a la fundación de un nuevo hogar en los anales de las familias cristianas: ocasión de franco regocijo y efusión de alentadoras esperanzas. Esta unión mística del Obispo con su Iglesia particular, simbolizada en la sortija que brilla en su dedo anular, ha dado a la humanidad prodigios de virtud, de valor y de civilización cristiana. Pensad en los grandes Apóstoles, Isidro de Sevilla, Agustín de Cantorbery, Remigio, Bonifacio, Cirilo y Metodio, quienes, mandados por la Santa Sede, han forjado, sobre las ruinas del decadente Imperio Romano, esa estupenda civilización cristiana que, de la Vieja Europa, pasó luego a nuestra América.
Es que la verdadera civilización, la que trasciende los siglos y hace a los pueblos grandes, no es la de los adelantos puramente materiales, sino la de las superaciones espirituales. Y, entre las superaciones del espíritu, no hay nada comparable a ese divino mensaje de redención, que Cristo ha venido a llevar a la humanidad, y que los Obispos, legítimos sucesores de sus Doce Apóstoles, transmiten de generación en generación, las civilizaciones de Atenas y Bizancio han pasado; ¡la de la Roma cristiana sigue triunfando!
Ese mismo milagro de la eterna juventud del cristianismo y de sus inagotables energías creadoras se está renovando hoy en esta fecunda y privilegiada tierra panameña. Desde hace veinte años, la progresista provincia chiricana, rica de tantos dones de la naturaleza y tan espléndidas virtualidades humanas, anhelaba formar en el rebaño de Cristo una porción adulta y autónoma.
El 6 de marzo de 1955, a pocos días de haber cumplido sus 16 años de pontificado, el Santo Padre gloriosamente reinante, Su Santidad Pio XII, se dignaba acoger esas honrosas aspiraciones de sus hijos chiricanos, y erigir en diócesis las 2 provincias occidentales de la República: Chiriquí y Bocas del Toro.
Ahora os toca a vosotros, católicos de la nueva diócesis de David, corresponder a ese cariñoso gesto del Padre Común de la Cristiandad, y hacer de vuestra circunscripción eclesiástica, - como lo expresaba, con acertado y legítimo orgullo de padre y pastor, de vuestras almas, esta mañana, monseñor Clavel -, una de las diócesis más fervientemente católicas del mundo. Católicas, sí, de profesión, de sentimiento y de tradición, pues es ese uno de los más gloriosos títulos de nobleza de vuestra herencia ancestral; pero católicas también de convicción, de lucha, de práctica y de acción en todos los campos de la vida: privada, familiar, social y pública.
Yo sé que no escatimaréis a vuestro joven y dinámico prelado el concurso de vuestra cooperación material y espiritual. Yo sé que todos los poderes del Estado le seguirán prestando su valiosa e indispensable colaboración. Yo sé que el venerable Clero de Chiriquí y Bocas del Toro, todavía reducido numéricamente, pero pletórico de entusiasmo, celo y abnegación, sean sacerdotes seculares, o sean Agustinos, Paulinos o Franciscanos, - todos nombres ilustres en los fastos esplendorosos del apostolado -, el venerable clero de David cooperará, cuerpo y alma, a la gran labor evangelizadora de la grey davideña.
San José de David, tú eres la más nueva diócesis del orbe cristiano; el Papa te manda a uno de los más jóvenes Obispos del mundo. Más largos años de progreso cultural, social y religioso te aguardan; y, al saludar hoy, en este ambiente de regocijo familiar y de exuberante esperanza cristiana, el nacimiento de tu nueva Iglesia y el matrimonio espiritual de tu primer pastor y padre, tenemos la certidumbre de saludar uno de los acontecimientos más significativos de tus cuatro siglos de vida católica, apostólica y romana.
¡Joven Diócesis de David y joven prelado, monseñor Clavel, os saludamos con los votos del alma y del corazón, con los parabienes de la inconfundible esperanza en Dios y la más firme confianza en vuestro destino de superación moral, social y espiritual, para las dos patrias del hombre redento, la terrenal y la celestial! He dicho.
Este día ha sido para mí de grandes emociones, que jamás podré borrar de mi mente. La despedida de mis parroquianos de San Miguel plena del más piadoso sentimiento, en contraste con el magnífico recibimiento que me ha deparado David, la sede de mi Diócesis.
La Santa Misa Pontifical de hoy, en donde se encontraban presentes dos ilustres prelados, el Nuncio Papal y el Arzobispo de Panamá al igual que sacerdotes de todas partes del país. Reunido nuestro clero, con quienes trabajaremos por la dignidad de Cristo nuestro Señor. Y el acto de esta noche que demuestra el respaldo de la sociedad chiricana; la amistad y ayuda del padre Gómez, las sentidas palabras del ministro Alejandro Remón Cantera, en recuerdo de su ilustre hermano que me distinguió con su confianza muchas veces. Después de las palabras de monseñor Beckmann y Bernier, solo puedo agregar que siento sobre mis hombros una gran responsabilidad.
Sin haber aspirado nunca a la dignidad que sobre mi ha recaído, acepto esta obligación y me siento satisfecho de que al fin voy a poder trabajar en el interior del país.
Si pensáis que no cumplo, si creéis que no me pongo a la altura de mis pesados deberes, entonces podréis negarme vuestro respaldo.
Yo espero confiado en que, después de pasado el entusiasmo de los primeros momentos, os aprestaréis a prestarme vuestra cooperación porque cooperando con el Obispo estáis cooperando con Jesucristo. Sé que no hay duda de que será así, porque conozco la fe profunda que anima estos pueblos. Me siento orgulloso de ser el primer Obispo de David y el primero de la era republicana pero todos vosotros debéis participar de este orgullo porque con el triunfo de un sacerdote panameño está el triunfo de la Patria.
Discurso del Arzobispo de Panamá, Francisco Beckmann
No hay duda que para Chiriquí y Bocas del Toro es un día grande este en que su primer Obispo toma posesión de su sede; y este primer Obispo es panameño, el primero de esta nacionalidad en los últimos cien años. Un obispo no está destinado a trabajar solo para el mejoramiento espiritual de fieles. También toma cuidado de sus cuerpos. Basta con recordar las leyes sociales que están comprendidas en tan sabias encíclicas que han propendido al mejoramiento social de la humanidad.
Yo conozco a monseñor Clavel desde niño. Yo lo ordené sacerdote y más tarde lo envié a los Estados Unidos para que aprendiera el idioma inglés tan necesario entre nosotros y luego lo tomé a mi servicio como secretario.
Porque tanto lo conozco, estoy seguro de que hará obra magnífica, pero para poder realizarla es absolutamente necesario que cuente con la cooperación de todos los fieles de esta comunidad.
Hoy tenemos en Panamá un verdadero seminario, y espero que pronto tendremos allí a muchos seminaristas chiricanos que formarán el clero del futuro.