“No dejo de oír a la gente pidiendo auxilio, su hilo de voz perdiéndose en la oscuridad y la silueta de un hombre en el techo de su coche alumbrada por...
La vida sin agua después del puente de las Américas
- 12/04/2023 00:00
- 12/04/2023 00:00
Los residentes de Costa Oeste viven como el gorgojo, sin agua. Pero, a diferencia del gorgojo, ellos no pueden vivir sin agua porque son seres humanos. Y tienen que hacer malabares para cumplir con sus obligaciones diarias y, al mismo tiempo, abastecerse.
En Costa Oeste, en La Chorrera, un residencial compuesto por 12 barriadas que suman 2.600 viviendas, no se duerme. Los residentes parecen zombis y caminan como robots por las largas horas de insomnio que pasan esperando agua para lavar la ropa, limpiar los pisos y los baños, lavar los platos y cocinar.
El problema no es nuevo, pero es peor con el paso de los años. Costa Oeste empezó a experimentar sus peores días en 2020. En medio de la cuarentena impuesta para reducir los contagios de la covid-19, los fines de semana desapareció el agua.
La primera excusa de las autoridades era el alto consumo de los residentes que se hallaban encerrados en sus casas. Carlos Avilés, residente de Ventanas del Mar, lo rechaza. Era cierto que los residentes estaban en sus casas, pero las industrias no estaban operando. “Una cosa compensa la otra”, dijo.
El problema continuó. Más adelante, las autoridades culparon a un grupo de precaristas que estaban asentados en unos terrenos aledaños al hospital Nicolás Solano. Pero se acabó la cuarentena y las autoridades sacaron a los precaristas y el problema de escasez de agua se agravó. Ahora no solo eran los fines de semana, sino también durante la semana.
El año pasado –2022– empezaron a cortar el agua durante el día. Llegaba a las 5:00 o 6:00 de la tarde. Pero poco a poco los largos periodos sin agua iban aumentando. Los residentes de Costa Oeste han llegado a estar 18 horas diarias sin el servicio. Este año –2023– el agua les llegaba a las 12:00 y 1:00 de la madrugada.
El Instituto de Acueductos y Alcantarillados Nacionales (Idaan) continuó justificando el problema. En el periodo lluvioso lo achacaba a la turbiedad, que producía el mantenimiento a la planta potabilizadora y a daños en la bomba. Como si esto no fuera suficiente, un rayo partió el transformador de electricidad. En la estación seca, la escasez de lluvias y los bajos niveles en los ríos son la excusa.
La profesora Dania enseña en una escuela de Chepo. A las 4:00 de la madrugada, con un ojo abierto y otro medio cerrado, enciende el motor de su auto y se dispone a conducir dos horas –desde La Chorrera hasta Chepo– para dictar clases. Antes de empezar su jornada, intenta dormir al menos una hora en el auto. Ha pasado la noche prácticamente en vela, esperando que el grifo escupa agua.
En otras ocasiones se recuesta un rato en la cama, pero no logra conciliar el sueño. Cierra los ojos, pero sus oídos quedan conectados con el ambiente que la rodea. La profesora teme que el cansancio atrasado de muchos días, sin dormir bien, la venza y quede sin agua para limpiar el excusado y los platos.
De repente escucha: Chush, chush, chush... El ruido es parecido a un papel, que se está rasgando. El grifo parece temblar. Después de muchas horas sin agua, a la 1:00 de la madrugada llega, pero sin presión. A veces llega un poco más temprano, a las 11:00 o 12:00, explicó. A esa hora, Dania corre a lavar, trapear y cocinar, etc. A las 3:00 se da un baño, para salir a trabajar. A las 4:00 o 5;00 se acabó el agua del día.
Los fines de semana son caóticos, “hay que agarrar calle”, confiesa Rodolfo Pérez. Él, su esposa y sus tres niños se mudaron hace cinco años a la barriada Valparaíso. Los primeros años fueron una “maravilla” porque siempre había agua. Pero ahora los días y las noches son un martirio. Los domingos tienen que salir a comer y realizar sus necesidades fisiológicas en casa de familiares y amigos. A veces acuden donde una hermana que reside en La Mitra, La Chorrera, para buscar agua.
El hombre reconoce que últimamente parece un robot debido a que solo está durmiendo una hora. Hay que lavar a la 1:00, a las 2:00 y a las 3:00 de la madrugada, y salir a trabajar a las 4:00. “No sabemos qué hacer ...”, dijo.
La crisis podría agravarse con la entrega de 2.400 nuevas viviendas y edificios que están contempladas para el proyecto habitacional, en Costa Oeste.
La falta de agua no se circunscribe a esta zona. Muy cerca del residencial, hay otras nueve barriadas (Vista Mar, Don Juan, Altos de Vista Hermosa, Sausalito Garden, Mirador, Araguaney B, C y D, Praderas A y E, Paseo Miramar, Villar de Costa Oeste y 13 casas individuales, que suman 1.802 viviendas), con el mismo dilema.
Margaret Domínguez tiene 51 años de edad, es ama de casa. Desde hace 19 años reside en Altos de Vista Hermosa, una barriada aledaña a Costa Oeste. El lunes, la mujer se reía a través de la línea de teléfono. Había tenido agua 16 horas seguidas. ¡No lo podía creer!
Margaret es de las que recicla agua. En el baño tiene un cubo azul. Se introduce en él y simula a este diario cómo se da un baño con una vasija, para no desperdiciar agua. La que queda en el tanque la usa para limpiar el excusado. La que recicla de los platos, la usa para bañar el perro o limpiar el piso de la casa. Ese es su diario vivir, sin agua.
Julio Carrasco es técnico informático y reside en Palmera del Oeste 2. Seis meses después de haberse mudado al residencial empezaron sus problemas con el servicio de agua. Con una niña recién nacida, hacía malabares para lavar pañales y biberones. Le tocaba comprar agua en garrafones en el supermercado y cargar agua en tanques y galones.
En otras ocasiones, Julio formó “filitas” para recoger agua en galones, en una pluma pequeña, que por casualidad encontraron en el parque del residencial. Una pluma a la que llega el agua, cuando en el resto de la barriada no hay. Pero un buen día, el que menos esperaba, quitaron esa pluma.
Julio se agotó del trajín y decidió comprar a crédito un tanque de reserva de 800 litros, que le costó $530, pero que solo cubre un día de sus necesidades diarias, que le permite a sus “dos hijas bañarse con tres vasos de agua”, detalló.
El Idaan optó por conectar una tubería alterna para dotar del suministro de agua a los residentes de estas barriadas. Pero es una solución temporal, que tampoco está funcionando al 100%. Margaret Domínguez, por ejemplo, el Domingo de Resurrección pasó 13 horas sin agua, el sábado, 10; el viernes, 9 y el jueves, 8.
La Chorrera recibe agua de dos potabilizadoras. Jaime Díaz Cedeño, en el Trapichito, produce 7 millones de galones diarios, aunque tiene la capacidad para 13 millones. La potabilizadora de Mendoza produce 40 millones de galones diarios, pero tiene capacidad para 60 millones.
Mendoza fue construida para suplir las carencias de agua que ya había en La Chorrera. Pero durante la construcción de la potabilizadora, se aprobaron 13 barriadas que quedaron paralelas a la línea de conducción de agua y donde se queda el 70% de la producción diaria, explicó Carlos Avilés, residente de la barriada Ventanas al Mar, que ha estudiado el problema, con la intención de buscar soluciones.
El restante 30% de agua se está distribuyendo en barriadas del distrito de Arraiján: Costa Verde, Montelimar, Justo Arosemena y en las nuevas residencias de Vacamonte. De ese flujo también se alimenta la barriada La Arboleda, que cuenta con agua 24 horas, los siete días de la semana y cuyos residentes protagonizaron recientemente una protesta en la carretera Interamericana, por un programa de sectorización que reduciría su servicio de agua, agregó Avilés.
“No podemos venir a mentir y decir que podemos sacar agua de donde no hay”, dijo Juan Antonio Ducret, director del Idaan. La demanda ha superado la oferta, reconoció. Y propone con urgencia la construcción de nuevas potabilizadoras y pozos que permitan inyectar agua. A corto plazo debe contemplarse la optimización de la red: la búsqueda de fugas.
La ampliación de la potabilizadora de Mendoza, que permitiría aumentar en un 50% la producción de agua (20 millones de galones), es la mejor apuesta del Idaan. Pero este sueño no será una realidad sino hasta 2027. “¿Qué vamos a hacer en los próximos cuatro años?”, se pregunta Carlos Avilés, lleno de incertidumbre.
La construcción de la potabilizadora de Howard ($211 millones), que producirá 40 millones de galones diarios, para el suministro de 250 mil personas de Panamá Pacífico, Burunga y Justo Arosemena (Arraiján), aliviaría el problema. Pero habrá que esperar un año y ocho meses para que esto sea posible.
Howard permitiría que el agua que actualmente recibe Justo Arosemena de Mendoza regrese a La Chorrera. Aunque las proyecciones indican que en la próxima década, con la puesta en funcionamiento de la línea 3 del Metro de Panamá y el desarrollo de nuevas urbanizaciones, la población de la provincia de Panamá Oeste será de 1,2 millón, casi el doble de lo que tiene hoy (680 mil).
Costa Oeste clama por agua 24 horas los 7 días de la semana. Exige y suplica no olvidarse de ellos, como lo han hecho con siete tanques de reserva de agua, que están en la desidia, que junto con otros dos que están funcionando, podrían servir para acumular 180 mil galones de agua.
Al problema de escasez de este servicio, en Costa Oeste, se le suma el suministro de energía que constantemente tiene interrupciones, y que también afecta la producción de las potabilizadoras.
En la casa de Julio, donde están reunidos ocho dirigentes de Costa Oeste y tres periodistas, momentáneamente se produce un corte de energía. Los residentes se buscan con la mirada. Su cerebro está pensando mal. No saben qué creer. Hace dos días empezó a funcionar la tubería alterna. Pero temen que este apagón de luz sea una nueva excusa para suspender el servicio y enviar agua a otras barriadas que ese mismo día decidieron cerrar la autopista, la carretera Interamericana, al grito “¡queremos agua!”, “¡no podemos vivir sin agua!” y “¡no somos gorgojos!”.