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- 20/01/2023 00:00
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La competencia internacional entre grandes potencias está fragmentando la economía global y creando diversos paradigmas de desarrollo. Las democracias de occidente fueron corrompidas y secuestradas por agente iliberales, convirtiéndolas en tiranías de la mayoría y desvirtuando las divisiones entre los poderes. La falta de libertad ha hecho que las guerras entre grandes potencias, la conquista territorial y la impunidad internacional hayan sido y sigan siendo elementos cada vez más presentes en el nuevo orden mundial.
Durante el segundo día de la conferencia anual del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) en Davos, Suiza, el vicepremier de China, Liu He, declaró que “las inversiones extranjeras son bienvenidas en China, y la puerta a China solo se abrirá más”. Tras tres años de restricciones por la covid-19, China se presentó en Davos como campeón del libre mercado y la globalización. En su discurso, Liu He mencionó “el fortalecimiento de la cooperación relacional” y la necesidad de “mantener la paz mundial” un total de 11 veces.
Del otro lado del Atlántico, el presidente de EE.UU., Joe Biden, quien no asistió a la conferencia del WEF en Davos, mostró el lado malicioso del poder económico. El presidente estadounidense recibió al primer ministro de los Países Bajos, Mark Rutte, en la Casa Blanca. Mientras China se presenta en defensa del libre mercado, Biden buscó torcer el brazo de los holandeses para restringir el libre flujo de productos. El Gobierno de EE.UU. está presionando a su contraparte europea para que se prohíba la exportación de tecnologías para la fabricación de semiconductores a China. Y es que ASML, una compañía holandesa, está a la vanguardia de los sistemas de litografía, máquinas que pueden imprimir estructuras para semiconductores a escala de 13,5 nanómetros. ASML tiene ventas anuales de cerca de $29 mil millones, y los holandeses están reticentes a seguir el rumbo de desacoplamiento de China que proponen los americanos.
Los europeos, geográficamente y figurativamente, están atrapados entre las presiones de la economía china y el impacto de las políticas estadounidenses. La Unión Europea, que era hasta hace un par de años la líder tanto en inversión como en promoción de las energías renovables a nivel mundial, se perfila a perder millonarias inversiones industriales que preferirán invertir en EE.UU. Y es que el gobierno de Joe Biden logró la inyección de $369 mil millones en subsidios al sector de energías verdes, a través del Inflation Reduction Act de 2022. Para poner en contexto la situación de la Unión Europea, hasta la fecha los niveles de subsidio del bloque europeo a las energías renovables era inferior a los $90 mil millones. Es decir que, de la noche a la mañana, EE.UU. cuadriplicó los subsidios que ofrecen vis-a-vis los europeos. La molestia de la Unión Europea con sus aliados transatlánticos se junta a otra realidad: Europa depende en un 98% de China para suplir sus necesidades de elementos naturales escasos (rare earth elements) los que son fundamentales para la elaboración de tecnologías de energía renovable.
A esta clara fragmentación económica y competencia desleal entre grandes potencias se suman las diferencias regulatorias. Por ejemplo, las leyes de protección de datos y protección al consumidor en la Unión Europea ya les están generando grandes problemas a compañías estadounidenses como Google y Apple. Y las compañías europeas están siendo seducidas a su vez por el bajo costo de la energía, la mano de obra y las mínimas regulaciones que ofrece China.
Para el público en general es cada vez más evidente que el poder económico, el poder político y el mundo de lo ilícito han pactado una perversa relación cuyo producto ha sido el secuestro total del Estado. Los partidos políticos en la región habitualmente controlan algún medio de comunicación y tienen el respaldo de una cartera curada de empresarios. Las donaciones de los empresarios financian las campañas y a su vez compran el favor de los legisladores, que gobiernan en pro de sus intereses y no los del pueblo. Adicional a esta tradición regional se suma la creciente influencia del narcotráfico en la política. Con decir que según el Comando Norte del Ejercito de EE.UU., alrededor del 35% del territorio de México está en completo control de los carteles. En Sudamérica, el régimen bolivariano tiene en su Gabinete a personas designadas como cabecillas del narcotráfico. Inclusive las cárceles en Ecuador están bajo el control de bandas criminales a miles de kilómetros de distancia. A pesar de lo evidente del problema, Colombia batió récord de producción de cocaína en 2022. Es decir, a pesar de que todos estamos viendo el problema, el Estado no reacciona...porque está secuestrado.
Más allá de la inoperatividad del Estado como organizador social, la libertad está en recesión. El sistema democrático ya no puede producir consenso ni el balance de las fuerzas sociales. La polarización de la política en las democracias de occidente es un producto directo de la demagogia, profesión que desde la antigüedad no era más que pagarle al charlatán más vociferante para promover algún interés personal. Casa día nuevas series de televisión, campañas de consumo o campañas políticas arrean al individuo a seleccionar un grupo. Grupo que sobre simplifica los intereses de uno para producir un interés agregado amorfo. Izquierda o derecha, pro-vida o pro-aborto, conservador o liberal... Es más, el más obsceno es el discurso político en favor a la comunidad LGBTQ+, un discurso político que pretende encapsular las experiencias y necesidades de minorías sexuales radicalmente distintas bajo un mismo término...LGBTQ+, como si cada grupo fuese lo mismo, y el objetivo político es evidente: convertir en arma a la coalición de minorías para los fines de la clase dominante (la élite política y económica).
El resultado es que con cada ciclo electoral la retórica es más divisoria y al mismo tiempo agregada. En EE.UU., el faro de la democracia, 80% de la población vive bajo el completo control de uno de los dos partidos tradicionales. Es decir, 8 de cada 10 americanos viven en un Estado en donde la gobernación y ambas cámaras del legislativo están en control de un solo partido. En América Latina, las poblaciones de Brasil, Colombia, Chile, Perú, Ecuador, etc. están regidas por una tiranía de la mayoría y no el consenso democrático.
Inevitablemente la fragmentación del orden económico, político y social a nivel mundial y la victoria de la tiranía sobre la democracia están produciendo un sistema internacional con mayores niveles de violencia. Y las poblaciones se están acostumbrando a niveles cada vez más altos de violencia. América Latina, en general, se halla en un estado de emergencia desde antes de la pandemia, con las grandes protestas sociales en Chile, Colombia, Perú, Bolivia, Ecuador, Venezuela, etc. La semana pasada, 18 personas murieron en un solo enfrentamiento entre opositores al Gobierno peruano y las fuerzas de seguridad, un titular que para muchos pasa desapercibido, por lo recurrente que es.
En 2021 una turba tomó el capitolio de EE.UU. y nos sorprendió. En 2023, manifestantes tomaron las sedes de los tres poderes del Estado de Brasil y ya se nos olvidó. En México, una veintena de soldados murieron en la captura de Ovidio Guzmán, hijo del “Chapo”, y resulta que es una victoria para el Estado. En El Salvador, ya son cerca de 80 mil detenidos sin la protección de sus derechos, y la verdad es que muchos desean que eso se replique en su país.
Ante estos escenarios sociales es importante recordar una cruel realidad inmortalizada por Platón en su escrito La República: “La pena más grave por negarse a gobernar es ser gobernado por alguien inferior a uno mismo”. Y entendamos inferior no como una arrogancia del individuo, sino como la absoluta verdad que solo el hombre libre puede alcanzar su máximo potencial.