Este 3 de noviembre en el Palacio de Las Garzas el presidente José Raúl Mulino encabezó los actos en honor a los 121 años de la separación de Panamá de...
- 23/04/2022 00:00
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Al cumplirse el segundo aniversario de la invasión de Estados Unidos a nuestro país, la Universidad de Panamá exhorta a los patriotas panameños a incrementar los esfuerzos para que hechos semejantes no se repitan jamás en nuestra historia.
Para la nación el 20 de diciembre siempre será una fecha de afrenta y de dolor. Ese día coincidieron, oprobiosa y trágicamente, los intereses de la potencia del norte y los apetitos y desmanes de la dictadura, todo en perjuicio del pueblo y de la soberanía de la nación, para vergüenza de Panamá y de los pueblos latinoamericanos.
La sangre vertida y las secuelas de ese acto deben inducirnos a comprender que los muertos de la invasión y los muertos de la dictadura son mártires de la nacionalidad, de la secular lucha de nuestro pueblo por alcanzar plena libertad y democracia, y de nuestro país por ser también plenamente soberano.
Sobre esto debemos reflexionar, para que de la sangre y el oprobio pueda la nación levantarse y conquistar el destino venturoso y de respeto que merece.
Eso reclama la patria.
Dado en la ciudad universitaria “Octavio Méndez Pereira” a los dieciocho días del mes de diciembre de mil novecientos noventa y uno.
El 20 de diciembre de 1989 asumí la posición cívica de considerar como primer deber de todo panameño luchar por el cese de la intervención de Estados Unidos en Panamá.
En diferentes ocasiones he demandado un pronunciamiento oficial exigiendo la terminación de toda intromisión del ejército de Estados Unidos en el manejo de nuestra política interna.
Lo ocurrido el 5 de diciembre de 1990 suscitó mi absoluto repudio. Rechacé tanto la inherencia exterior como la conducta censurable del Gobierno panameño con motivo del alzamiento policíaco.
El día 6 de diciembre de 1991 la Cancillería ha dado un rotundo testimonio en defensa de la soberanía con motivo de la violación del espacio aéreo por parte de una nave del Ejército de Estados Unidos. La protesta por tal violación indica que oficialmente para Panamá la invasión ocurrida en diciembre de 1989 ha cesado. Como panameño y como rector de la Universidad de Panamá, me solidarizo con su posición y formulo ante la comunidad internacional representada diplomáticamente en Panamá un llamado formal para que todos los gobiernos respetuosos del derecho internacional exijan el respeto a la soberanía del Estado panameño.
Asimismo, demando del Gobierno de Estados Unidos una conducta consecuente con el derecho que tiene Panamá a determinar su presente y su destino. Una prueba de esa política podría estar representada en la presentación de excusas por la violación del espacio aéreo.
La Universidad de Panamá tiene el firme propósito de participar en todos los estudios de interés nacional. Tiene su seno al personal capaz de examinar los diversos problemas que aquejan al país. Los más calificados científicos, tecnólogos, humanistas tienen su asiento en nuestra casa de estudios.
Recurro a usted para expresar la disposición de la Universidad, como organismo, de participar en todos los estudios concernientes al Canal de Panamá, a sus áreas revertidas, a las bases militares y a todo cuanto signifique conocimiento sobre el uso que daremos a esa vía en el siglo XXI. Para tal efecto, la Universidad, como institución, desea integrarse a cuanta comisión exista o pueda existir dedicadas a los estudios en referencia. No es posible que nuestra Universidad sea mantenida al margen de las iniciativas, proyectos y organismos que en estos momentos realizan estudio sobre el área canalera y sus temas colaterales.
En espera de su respuesta, me es grato suscribirme como su atento y seguro servidor.
El hombre, se ha dicho, es lo que hace y su circunstancia. Entre 1964 y 1968 fui profesor de la Universidad y diputado a la Asamblea Nacional. Un día legislativo nació el magnífico edificio principal de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas.
De 1991 a 1994, el destino me colocó en la Rectoría de la Universidad y en ese lapso nació esta obra y otras que hoy adornan a la Facultad.
Entonces, de 1964 a 1968, tenía la Facultad un decano lleno de entusiasmo y de sueños, el profesor Dulio Arroyo. Él buscaba con anhelo el edificio. Yo hice lo que mi circunstancia me permitía: buscar afanoso los fondos y poner piso y techo. Ahora, otro decano, el Dr. M. B. García Almengor, también alfarero de ideales, como mago disparaba proyectos y yo los plasmaba con natural entusiasmo en el presupuesto universitario. Ambos decanos, forjadores de estas criaturas arquitectónicas, me dieron la oportunidad de vincularme más y más a la historia de la Facultad de Derecho.
Pero entonces, como ahora, hicimos frente a siniestros detractores, emparentados en espíritu con el perrito del Hortelano. En el primer edificio hubo oposición a su diseño y costo. En el que ahora se inaugura, la misma envidia, pero envuelta en la calumnia.
No obstante lo anterior, aquí están estas obras, las que servirán de domicilio a las presentes y futuras generaciones de abogados.
Tal vez, en las primeras décadas del siglo XXI, cuando las carnaduras de los doctores Arroyo, García Almengor y de quien les habla, sean borrosas siluetas del pasado, los universitarios no nos condenarán al olvido porque dimos la lección de crear y de hacer, aprovechando amorosamente las circunstancias.
Estos edificios quedan en manos de los universitarios. Maestros y alumnos convivirán en él bajo el manto inspirador y protector de Minerva. A todos los unirá una sola pasión: luchar por la vigencia plena del derecho, para lograr la justicia y garantizar la libertad.
Muchas gracias.
(Palabras pronunciadas por el rector Dr. Carlos Iván Zúñiga Guardia, al inaugurar la primera fase del nuevo edificio de la Facultad de Derecho. 1974)
Un vencedor en el campo de los ideales de libertad: