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- 17/04/2022 00:00
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Creer, saber, conocer son verbos transitivos, es decir, se construyen con objeto directo. Son -además- verbos psicológicos y como tal expresan ciertos estados mentales en quien cree, sabe o conoce; también se les llamada verbos de actitudes proposicionales. Tomados en conjunto definen una especie de campo semántico que es de especial interés para la epistemología: el estudio del conocimiento y la justificación de la creencia.
Veamos. Entre los muchos sentidos que tiene el verbo creer, el Diccionario de la lengua española señala: “Tener algo por cierto sin conocerlo de manera directa o sin que esté comprobado o demostrado”. Saber, en cambio, significa “tener noticia o conocimiento de algo”, mientras que conocer puede significar “Averiguar por el ejercicio de las facultades intelectuales la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas”, o bien “Percibir el objeto como distinto de todo lo que no es él”.
De acuerdo con lo expuesto, decir “creo que el Sars-Cov-2 fue creado en un laboratorio” significa que tengo algo, por cierto, aunque sin conocer directamente que es así o sin que haya sido comprobado o demostrado. Creer, por tanto, tiene que ver con algo cuya certeza se asume, algo posible, razonable, plausible. Hay por tanto en creer una 'pretensión' de conocimiento y certeza, aunque ni lo uno ni lo otro se alcance. Si esto es así, las creencias pueblan, colman nuestro espacio epistémico: en la economía, la política, la ciencia, el derecho —y desde luego, la religión y la filosofía, etc.— se tendría que lidiar inevitablemente con ellas. ¡Incluso este texto sería la expresión de creencias!
Saber, en cambio, es más específico. Apunta a que lo sabido no simplemente se tiene por cierto, sino que lo es, como cuando se dice: “sé que la capital de Madagascar es Antananarivo”. Por su parte, conocer exhibe un rasgo de mayor generalidad en tanto remite a un proceso (averiguar, percibir) y no tanto a un estado, aunque la realización de sé que es el caso que p requiere la 'ejecución' del proceso de conocer.
Adicional, saber tiene un sentido que no es necesariamente proposicional, sino 'operativo'. En tal sentido, no se saben proposiciones, sino hacer o ejecutar algunas acciones: sé conducir un auto, sé nadar, sé cómo llevar a cabo una investigación, etc. A pesar de que a veces se suele distinguir de manera tajante entre saber qué y saber cómo, no obstante, la reflexión epistemológica muestra que no hay oposición entre ambos 'tipos' de saber, aunque —tradicionalmente— la reflexión teórica (filosófica) se ha realizado considerando básicamente la primera.
Pese a la sutil distinción que hay entre saber/conocer, ambas expresiones se usan como si fuesen lo mismo, como algo opuesto a la creencia. ¿En qué condiciones decimos que 'sabemos' (o 'conocemos') algo y no simplemente lo 'creemos'? Esta es —tal vez— la pregunta fundamental de la epistemología.
Y nuevamente, la relación entre creencia y conocimiento (saber) es más estrecha de lo que parece. Esto es lo que se desprende de la siguiente 'definición' (véase E. Gettier: Is justified true belief knowledge?):
S sabe que P si y solo si:
(a) P es verdadera,
(b) S cree que P,
(c) S está justificado al creer que P.
La demoledora crítica de Gettier cuestiona si estas condiciones permiten realmente hablar de conocimiento. De hecho, los tres componentes de la definición son problemáticos: verdad, creencia y justificación (¡casi nada!), aunque —posiblemente— sea el último (la justificación) el más problemático de todos. Por ello, ha habido intentos (tal vez infructuosos) de redefinir 'conocimiento' bajo condiciones que no dependan de la justificación: la aproximación de la derrotabilidad, la aproximación de las no-falsas asunciones, la aproximación causal, la aproximación de sensibilidad, entre otras (véase A. Goldman y M. McGrath: Epistemology. A contemporary introduction, capítulos 2-3). Pese a dichos intentos, como señala Dummett (¿Qué es una teoría del significado?) “Estamos en duda sobre lo que debe contar como conocimiento; estamos aún más en duda sobre cómo formular los principios a los que apelamos tácitamente para decidir si algo ha de contar o no como conocimiento”.
Lo llamativo de esas 'aproximaciones' es que, aunque prescinden de la justificación, ninguna renuncia a la creencia y la verdad como parte del conocimiento. ¿Tiene sentido hablar de conocimientos falsos?
Entre los axiomas de la lógica epistémica hay uno que indica que si una proposición es conocida (sabida), entonces esa proposición es verdadera. Instancia de ese axioma sería: es sabido que el cobre es conductor de la electricidad, entonces es verdad que el cobre es conductor de la electricidad. Por otro lado, en el conjunto de reglas de inferencia de la lógica epistémica hay una que dice: de una proposición verdadera se infiere que dicha proposición es cognoscible. Por ejemplo, de la proposición 2 es irracional es verdadera se infiere la proposición 2 es irracional es cognoscible. Pareciera, por tanto, que verdad y conocimiento van de la mano y que no tiene sentido hablar de conocimiento falso, aunque sí de creencias falsas.
Sin embargo, la conexión verdad-conocimiento es discutible filosóficamente. Se podría objetar desde al menos dos perspectivas.
Comprometerse con esa conexión sería reivindicar el realismo, las teorías con la que lidiamos explican o describen la realidad (total o parcial) tal cual, pero -dado que históricamente muchas teorías tenidas como verdaderas resultaron ser falsas- no se requiere que las teorías sean verdaderas: basta con que sean empíricamente adecuadas (véase B. Van Fraasen: The Scientific Image y The Empirical Stance).
La verdad es —en realidad— un ideal que no puede garantizarse por nuestras teorías; así, la ciencia más que verdadera es verosímil (véase K. Popper: Conjeturas y refutaciones). Pero si esto es así, ¿entonces epistémicamente todo es creencia?
Aunque se pueda discutir que todo es creencia, es indiscutible que los científicos no son inmunes a ellas. Pensemos, por ejemplo, en formulaciones teóricas como la teoría de cuerdas, las branas o —incluso— el big bang. Si en esos ámbitos llueve, en las ciencias sociales, tan expuestas a condicionamientos ideológicos de todo tipo, no escampa; y de la filosofía, mejor no hablar.
Por supuesto, no solo en el marco de eso que Sellars (La filosofía y la imagen científica del hombre) llama la imagen manifiesta sino, también, de la imagen científica hablamos de verdad, porque esta palabra dota de cierta inteligibilidad tanto a nuestras creencias como a nuestros conocimientos, desde los más prosaicos del sentido común hasta los más elaborados y complejos de la ciencia.
El autor es docente de lógica, Universidad de Panamá
Pensamiento Social (PESOC) está conformado por un grupo de profesionales de las Ciencias Sociales que, a través de sus aportes, buscan impulsar y satisfacer necesidades en el conocimiento de estas disciplinas.
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