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Historia de las relaciones entre Panamá y EE.UU.
- 26/03/2022 00:00
- 26/03/2022 00:00
La reinstauración de la asignatura de historia de las relaciones entre Panamá y Estados Unidos de América, gracias a la aprobación de la Ley 37 de 2015 representó el triunfo de la sociedad civil sobre el poder político; el triunfo de la concertación democrática entre diferentes actores y grupos, así como un acto de soberanía nacional y de reivindicación popular.
Sin embargo, en 2020, en medio de la peor fase de la pandemia de la covid-19, con una crisis económica galopante y en cuarentena estricta, nos enteramos los panameños por los medios que la Corte Suprema de Justicia (CSJ) había fallado como inconstitucional el artículo 6 de la referida Ley 37 de 2015, respecto a la obligatoriedad de la enseñanza del curso de historia de las relaciones entre Panamá y Estados Unidos, lo que representa un doloroso retroceso para quienes defendemos que esta asignatura es patrimonio histórico y narrativo de los panameños, su custodia y maestra para la formación de profesores de la historia nacional, de políticos y diplomáticos de Panamá.
Sorprendentemente, la mayor jerarquía de las autoridades de la Universidad de Panamá, en calidad de parte demandante, atacó a su bastión académico y social más emblemático del discurso de sus historiadores y de las luchas nacionalistas de su estudiantado.
En respuesta a lo anterior, un amplio número de docentes y estudiantes, así como otros ciudadanos organizados en redes sociales y representados por el diputado independiente Juan Diego Vásquez Gutiérrez, hemos presentado otro anteproyecto de ley que corrija las fallas técnicas que justificaron la eliminación de su predecesora y que reinstaure la obligatoriedad de la referida asignatura de historia en las universidades de Panamá. Hasta el momento, este anteproyecto fue prohijado por la comisión de Educación, Cultura y Deporte, pero se ha engavetado y duerme el sueño de los justos desde hace más de un año.
Para comprender mejor la relevancia de la historia de las relaciones entre Panamá y Estados Unidos de América, y de la asignatura que la estudia, es necesario que comprendamos el valor de la memoria y el sentido de la historia.
El escritor español J.J. Armas Marcelo ha explicado con claridad y contundencia que la memoria lo es todo para el individuo, como también para la ciencia y el conocimiento. Y que felizmente, en nuestros tiempos, está siendo rescatada (en los países del primer mundo) del olvido y desprestigio a los que fue relegada hace dos generaciones por las ciencias prácticas y economicistas.
Por su parte, prestigiosos escritores latinoamericanos, como el cubano Guillermo Cabrera Infante y el colombiano Gabriel García Márquez, explican que los seres humanos “somos lo que recordamos”, y que “la memoria alimenta nuestro instinto de conservación”. Estas ideas, que fueron pensadas en el contexto del ser individual, son también susceptibles a extenderse a las comunidades y naciones para comprender mejor las funciones libertarias y los procesos de invención y resignificación de la identidad cultural en la narrativa de la historia crítica. Estas premisas permiten, además, entender mejor la creación de esa reciente figura jurídica que protege la memoria histórica y la identidad de los pueblos como derechos culturales fundamentales inalienables.
Armas Marcelo discute con las voces que prefieren olvidar para ser felices, porque ellas piensan que el recuerdo alimenta el rencor. El escritor responde que cuando se borra la memoria voluntariamente, lo olvidamos todo: lo feliz y lo triste; el amor y el rencor; las victorias y los fracasos. Y que, en consecuencia, lo peor es olvidar, hacer como si las cosas nunca sucedieron porque en ello hay pérdida total de la experiencia vivida y de las lecciones aprendidas. El olvido es, en suma, “malo para la memoria, malo para el recuerdo, malo para la vida”, porque equivale a la peor de las muertes. Propone también este autor que hay un “rencor bueno”, que es aquél que alienta y estimula la memoria, y un “rencor malo” que es el que termina envenenando de odio al rencoroso. La opción saludable es evidente.
De lo anterior podemos inferir que la memoria es la espina dorsal para el funcionamiento equilibrado y pleno del ser humano (individual y colectivo) en sus relaciones sociales, en su aprendizaje de los distintos saberes, en el desarrollo exitoso de su personalidad y para su propia supervivencia, así como también lo es para el avance de la ciencia y para la actualización del conocimiento. ¿Cómo puede entonces considerarse la memoria y la historia como algo inútil e indeseable?
No debemos acoger más dudas acerca de la historia como un conocimiento que profundiza nuestra humanidad, por cuanto ella nos vincula entre individuos pertenecientes a una comunidad y a una época, fortaleciendo la conciencia sobre nuestra propia existencia y personalidad, al mismo tiempo que nos permite reconocer a otros individuos y naciones, humanizando nuestra percepción del otro, acercándonos, lo que debería conducirnos a una cultura de paz.
El filósofo mexicano Luis Villoro defiende la tesis de que el estudio de la historia hace comprensibles los lazos que unen a una colectividad promoviendo actitudes positivas hacia ella y ayudando a consolidarlos y que “ninguna actividad intelectual ha logrado mejor que la historia crear conciencia de la propia identidad a una comunidad”. Y, por otro lado, también plantea Villoro que la historia antioficial cuestiona las versiones históricas convencionales, desarrollando un pensamiento innovador y crítico que promueve el pensamiento del cambio. Por tanto, el estudio de la historia contiene esta paradoja de generar cohesión y continuidad, al mismo tiempo que genera crítica para el cambio.
Por su parte, el historiador Luis González, también mexicano, profundiza sobre el valor de la historia crítica cuando plantea que este género historiográfico es “el tipo de sabiduría histórica que se complace en lo feo del pasado y que suele atribuírsele una función corrosiva”. Señala que muchos la rechazan porque ven en ella la función de “despertar el odio”. Esta historia, según él, es por tanto “la historia aguafiestas que, no obstante, genera un saber libertario, que denuncia los recursos de opresión por parte de opulentos y gobernantes; que en vez de legitimar la autoridad la socava; que cuenta la historia de los oprimidos; que estudia intervenciones nefastas de países imperialistas en naciones frágiles”. Como si fuera poco, añade este mexicano que “la historia crítica es como la desenterradora de traumas, maltratos, horrores, rudezas y barbaries”, inspiradora para la acción transformadora y además creadora de un discurso liberador. Este tipo de conciencia histórica, concluye, realiza una auténtica catarsis y una liberación de nuestro inconsciente sociológico respecto a frustraciones, despojo, dolor y humillaciones vividas en el pasado.
No cabe duda de que la asignatura de historia de las relaciones entre Panamá y Estados Unidos es historia crítica panameña contra los abusos del imperio del norte, por su narrativa descolonizadora en favor de la soberanía del Estado de Panamá y, también, por su narrativa identitaria que construye y aporta significados a la identidad nacional panameña.
• La asignatura denominada historia de las relaciones entre Panamá y Estados Unidos estudia la geopolítica mundial con perspectiva panameña. Identifica, explica y denuncia las relaciones desiguales de poder en el sistema-mundo, con énfasis en la historia de expansión y dominación de Estados Unidos, en la que Panamá juega un papel clave.
• El énfasis en las relaciones entre Panamá y EE.UU. teje un hilo conductor, complementario a la narrativa transitista, desde la construcción de ferrocarril transístmico en 1856 hasta nuestros días, identificando entre sus actores principales a un imperio contemporáneo en expansión y a una emergente nación pequeña, estratégica y frágil en búsqueda de su supervivencia como Estado nacional. Esta historia tiene la particularidad de enfatizar las desiguales relaciones de colonialidad del poder entre los actores, y en sus relaciones de simbiosis (para la separación de Panamá de Colombia, la construcción del anhelado Canal de Panamá y el saneamiento de las ciudades de Panamá y Colón principalmente) y de atropello a la soberanía de Panamá (las múltiples intervenciones, invasiones y ocupaciones militares de EE.UU.) en esa difícil e inevitable relación entre Panamá y EE.UU. durante parte del siglo XIX, todo el siglo XX y lo que llevamos del XXI. Para estudiar esta asignatura, debemos cultivar ese “rencor bueno”, como diría Armas Marcelo, esa indignación que estimula y desarrolla la memoria, alimentando el instinto de supervivencia de nuestra pequeña pero estratégica nación.
• Entre los contenidos de esta asignatura se incluye un amplio repertorio de episodios de sometimiento por la fuerza militar (siendo la invasión del 89 el ejemplo más reciente), entre otros relatos perversos, sumados a las historias heroicas de movilizaciones populares y estudiantiles de panameños por la soberanía nacional, predecesoras a la gesta del 9 de enero de 1964 que condujeron, en un relevo generacional, a la nacionalización del Canal de Panamá, la descolonización de la Zona del Canal y la eliminación de las bases militares estadounidenses acantonadas en nuestro país. El historiador panameño Ricardo Ríos Torres interpreta la historia de las relaciones entre Panamá y Estados Unidos como “La épica panameña de la soberanía” en su ensayo con igual título. Y recomienda también, el otrora dirigente estudiantil, que la nueva generación de maestros imparta esta asignatura “sembrando banderas en los corazones de las nuevas generaciones de panameños” generando autoestima y amor por la propia historia nacional como valores que sustentan la enseñanza y aprendizaje de esta polémica asignatura.
• Entre los contenidos de esta narrativa histórica debe destacarse la importante participación del expresidente James Carter, quien representa el mejor rostro de la sociedad estadounidense y su tradición defensora de los derechos humanos, y quien contribuyera significativamente en la descolonización de Panamá, desde el otro lado de la historia que compartimos con ese país.
• También se debe explicar que la historia de las relaciones entre Panamá y Estados Unidos de América pertenece a la fase más reciente de nuestra larga historia de conquista y colonización que explica los difíciles procesos de construcción de la identidad panameña y de su Estado nacional.
• La historia de las relaciones entre Panamá y Estados Unidos no se ha superado todavía, porque no ha cerrado su ciclo, como demuestran la invasión a nuestro país en 1989 y las más recientes imposiciones de la OCDE a nuestro sistema financiero, entre otros. No sucede lo mismo con las épocas hispánica y colombiana de nuestro recorrido histórico, cuyos desafíos y complejidades ya fueron superadas, argumento que justifica el estudio especializado de la historia de las relaciones entre Panamá y Estados Unidos, en una asignatura específica especializada.
• El exrector de la Universidad de Panamá Dr. Gustavo García de Paredes expresó públicamente que “la historia de Panamá va más allá de las relaciones entre Panamá y Estados Unidos” y que “estas relaciones han existido siempre, incluso antes de que existieran Panamá y Estados Unidos” en un discurso sofisticado que cuestionó la relevancia y particularidad de la asignatura. Es cierto que la historia de Panamá desborda la historia de las relaciones entre Panamá y Estados Unidos en antigüedad y cobertura, razón por la cual jamás se planteó anular la asignatura de historia de Panamá como estudio de síntesis integrada y totalizadora.
• También sabemos que la historia mundial de conquistas y colonizaciones, así como la historia de las independencias, liberaciones y revoluciones, son compartidas en otros territorios y épocas de la historia universal desde la antigüedad. No obstante, sostenemos la tesis de que la asignatura que hoy defendemos debe estudiarse en su contexto histórico, que es el de los imperialismos de última generación, entre Estados modernos de la época contemporánea, porque ellos contienen características propias que los distinguen de sus predecesores. Argüimos que restarle valor a la historia de las relaciones entre Panamá y Estados Unidos, con el argumento de no ser especial ni única, esgrime un argumento inadmisible por antihistórico y despectivo de la identidad nacional de Panamá y descalificador de la propia historia, tesis además antipedagógica por eliminar el aprendizaje significativo.
• La vigencia de última hora para esta asignatura la ofrece la reciente invasión rusa a Ucrania (en febrero, 2022). Porque la historia de las relaciones entre Panamá y Estados Unidos permite comprender que Ucrania es para Rusia lo que Panamá es para Estados Unidos de América. Guardando las proporciones, distancias y particularidades que distinguen a Ucrania de Panamá, el análisis geopolítico de esta asignatura permite comprender mejor las áreas de influencia, territorialidad y geografías de poder en el sistema mundo, que explican por qué Estados Unidos no puede permitirse gobiernos rebeldes a sus intereses en Panamá, como Rusia tampoco puede hacerlo en Ucrania.
De no corregirse la coyuntura impuesta sobre la falta obligatoriedad de la asignatura que nos ocupa, y dada la tendencia en nuestro sistema de educación de priorizar una educación técnica menos humanística, avizoramos su eliminación en muchos centros de estudio, con el consecuente debilitamiento de memoria histórica en nuestros jóvenes, ahora y en futuras generaciones, de su formación cívica y política frente a los afanes de la geopolítica mundial donde nuestra ruta interoceánica continúa siendo estratégica y de su capacidad para imaginar la propia geopolítica nacional.
Tan valioso legado de sabiduría, diplomacia y heroísmo del pueblo panameño cuyo patrimonio narrativo custodia la asignatura de historia de las relaciones entre Panamá y Estados Unidos, así como su potencial de imaginar y transformar su futuro, serían gravemente debilitados.