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- 19/03/2022 00:00
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La defensa de la ruta interoceánica y de las ciudades en sus entradas ha sido una cuestión ampliamente debatida y documentada en los más de 500 años de su historia.
De acuerdo con la historiadora Carmen Mena García en su artículo “Panamá en el siglo XVIII: trazado urbano, materiales y técnicas constructivas, (1997)”, con la destrucción de Panamá la Vieja en enero de 1671, se abandona la idea de “una ciudad abierta y se reemplaza por un nuevo modelo urbano, el de 'ciudad fortificada”.
Continúa señalando esta historiadora que, “Antonio Fernández de Córdoba, al trazar la nueva ciudad de Panamá, quiso que esta fuera 'fortaleza y mercado' y siguiendo estos designios la ciñó de murallas en su perímetro para poner a buen recaudo lo que hasta entonces y por algún tiempo sería la llave del comercio del Perú y uno de los principales puertos de las Indias”.
A pesar de la importancia estratégica, comercial y militar que representaba la ruta transístmica para la Corona española, durante todo el período colonial, fueron constantes las quejas por la debilidad y precariedad de sus defensas.
Según Carmen Mena, “el perímetro fortificado que encerraba a la ciudad –las murallas fueron parcialmente destruidas a mediados del siglo XIX– (...) fue, en contra de lo que pudiera parecer, el resultado de una labor chapucera y nunca concluida definitivamente, en la que se dilapidó una costosísima suma de dinero. No fue la mano del hombre o la solidez de las piedras, sino el azar, un azar milagroso, el responsable de que Panamá no fuese asoleada y destruida una vez más”.
Con la finalización de las obras de construcción del Canal de Panamá, la fortificación de la zona fue objeto de debate en la Cámara de Representantes y en los círculos militares en Estados Unidos. En 1911 se asignan los fondos que iniciarían el proceso de fortificación. De acuerdo con la publicación, 'Custodiando las entradas, (2000)', para “junio de 1915 se habían gastado casi $15 millones en la fortificación del Canal, incluidas las esclusas y las presas. Para el 18 de septiembre de 1917 se establecieron oficialmente las reservas militares de fuerte Grant, fuerte Amador, fuerte Sherman, fuerte Randolph y fuerte de Lesseps”.
La década de 1930 marcó un período de abandono en cuanto a la inversión en la fortificación del Canal, a pesar de los nuevos desafíos que se enfrentaban a nivel global con el surgimiento de las fuerzas aéreas en el escenario de guerra europeo. En 1936, el general George H. Brett, que llegó asignado como nuevo encargado de la fuerza aérea en la Zona del Canal, lamentaba que, “la fuerza aérea era obsoleta, anticuada y prácticamente sin ningún valor en la defensa de la Zona del Canal contra armas modernas, ni en tierra o en aire”.
Ante esta situación, los departamentos de Guerra y del Canal de Panamá, se vieron obligados a actualizar los planes de defensa, que durante la mayor parte de la existencia del Canal se habían basado en el uso de la artillería y la defensa naval, transformándolos hacia un enfoque basado en la defensa aérea. “Para esto se estableció un área conocida como la frontera costera de Panamá, dentro de la cual había, (1) una línea defensiva extendida para interceptar barcos y aviones, (2) una 'línea de resistencia cercana' para proteger la línea costera y evitar aterrizajes, y (3) un sistema local de 'armas defensivas y posiciones-dilatorias en las que se librarían las acciones finales de defensa del canal”.
Con base en este programa, se da la modernización de Albrook Field. En la cual se construye una nueva pista de mayores dimensiones, que, junto con la torre de control, fueron puestos en funcionamiento el 17 de abril de 1939. En enero de este mismo año se decidió la construcción de una nueva base aérea en Bruja Point –posteriormente conocida como Howard–, a un costo de $17 millones, además de la inversión en defensas antiaéreas en diversos puntos de la Zona y del país.
A pesar de este programa, en diciembre de 1940, un año antes del ataque japonés a Pearl Harbor, The New York Times indicaba que, “las defensas del canal se mantenían inadecuadas, de acuerdo con una delegación de representantes que había viajado a Panamá”. Entre algunas de las debilidades señaladas en un informe publicado por el Army Air Forces Historical Studies, se encontraban, la falta de aviones modernos, especialmente bombarderos, la dificultad de entrenar al personal con la velocidad requerida, la necesidad de adquirir sitios de defensa adicionales que permitieran instalar sistemas antiaéreos, y la vulnerabilidad ante posibles ataques desde el Pacífico, por ser esta un área muy amplia, abierta y así difícil de defender.
La construcción del Canal por los estadounidenses, a inicios del siglo XX, representó la vuelta a la idea de 'ciudad fortificada', que había sido implementada en el istmo por parte de la Corona española. No obstante, aun cuando el Canal de Panamá era “fácilmente una de las más estratégicas rutas del hemisferio occidental”, poco interés le dieron los estadounidenses a la actualización de sus defensas hasta que el peligro de una guerra mundial se hiciera inminente, siguiendo un comportamiento de descuido ante los enemigos externos, similar al adoptado por la Corona española durante la colonia.
La década de 1970 trajo consigo el progresivo desmantelamiento del complejo militar establecido por los estadounidenses en la antigua Zona del Canal desde 1904. Este proceso de desmantelamiento fue producto de la convergencia de dos fuerzas político-económicas antagónicas. Por un lado, los movimientos de liberación y descolonización que se daban en los antiguos enclaves coloniales, y por el otro, la implementación de políticas neoliberales, que poco a poco han ido desconfigurando las instituciones políticas e incluso los aparatos militares de las potencias y países emergentes por igual.
Se abandona con esto la idea de custodiar la ruta transístmica y sus ciudades puerto como 'fortaleza y mercado' en favor de la idea de una 'ciudad abierta'. Esta ciudad abierta estaría basada en un complejo logístico y financiero, conocido como 'plataforma de servicios', integrado al capitalismo global y protegido jurídicamente de interrupciones por posibles hostilidades militares, a través del Tratado de Neutralidad.
Ante el momento actual de alta inestabilidad política y reorganización de las esferas de poder tradicionales, cabe preguntarnos, ¿cuáles son las amenazas para la sobrevivencia del modelo de ciudad abierta que actualmente tenemos? ¿Cómo podemos los panameños defender la ruta y la ciudad ante los retos del terrorismo, el cambio climático, y probablemente la guerra, en el siglo XXI?