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Arquitectura y la planificación urbana, ¿herramientas para la ocupación y control?
- 15/05/2021 00:00
- 15/05/2021 00:00
La arquitectura, el urbanismo y la planificación territorial son conceptos que asociamos mayormente a ideas de progreso y bienestar. Las ciudades más atractivas, con los mejores espacios públicos, los sistemas de transporte más eficientes, la mejor calidad de vida, están basadas en el uso de estas herramientas como mecanismo para lograr estas cualidades. El ideario de un urbanismo deseable y exitoso está asociado a la marca de ciudades como Barcelona, Singapur o Nueva York.
Tal percepción se debe en parte a los trabajos realizados por urbanistas como Jan Gehl y Jane Jacobs, quienes en la década de 1960 iniciaron el cuestionamiento a una planificación urbana realizada desde arriba, y propugnaron por una ciudad de una escala más humana.
Del trabajo de estos y otros urbanistas de esta época se adaptaron muchos de los conceptos sobre movilidad, vivienda social y diseño urbano que en la actualidad valoramos como deseables para nuestras ciudades.
Sin embargo, la arquitectura y la planificación de la ocupación del territorio no siempre han sido utilizadas para fines tan cívicos y democráticos. El arquitecto israelí Eyal Weizman, profesor de la Universidad de Londres, Inglaterra, descifra en su libro Hollow Land (Verso, 2012), los mecanismos por los cuales la arquitectura, el diseño urbano y la planificación territorial pueden ser usadas como herramientas de ocupación y control social en un contexto militarizado como es el conflicto palestino- israelí.
En 1967, luego de la ocupación israelí de Palestina, un nuevo territorio fue anexado a la preexistente municipalidad de Jerusalén. El siguiente año se estableció un plan maestro que buscaba la “unificación” de la parte bajo control israelí con los territorios recién anexados.
Según Weizman, el plan maestro sirvió para definir tres estrategias por las cuales se lograría este objetivo, el establecimiento de nuevos límites para la ciudad, la creación de asentamientos en locaciones estratégicas y el uso del diseño urbano como eje para la consolidación del territorio ocupado.
El primer aspecto por abordar era el de la indivisibilidad del territorio anexado, una vez iniciada su ocupación. Para esto se retomó el uso de diferentes tipos de piedra caliza, colectivamente llamados 'piedra de Jerusalén', en todas las nuevas construcciones que se realizaran dentro de los territorios recién anexados, y que iban conformando los suburbios de la ciudad.
La 'petrificación de Jerusalén' se da a partir del plan maestro de 1955, que organizaba la parte israelí de la ciudad en anillos en los cuales el uso de la roca era requerido en diferente grado. En el centro, el uso de la roca en todas las partes visibles de las construcciones era obligatorio. En el segundo anillo, el requerimiento era menos restrictivo en cuanto a los materiales que podrían usarse en las fachadas y partes externas de las construcciones. En el anillo más externo se liberaba totalmente de la necesidad del uso de la roca como parte de la construcción de edificaciones. En el período posterior a la guerra de 1967 está lógica fue invertida.
La piedra se convirtió en la base para crear una unidad visual entre las nuevas construcciones y la Vieja Ciudad, confirmando así los límites municipales, de forma que cualquier nuevo edificio que apareciera era percibido como parte de Jerusalén.
El uso de estos materiales y reglamentaciones buscaba también recrear los aspectos históricos de la ciudad, extendiendo 'la santidad' a todo el territorio recién anexado y sobre el cual se daba la mayor parte de la nueva construcción, dado el carácter expansivo de la ocupación.
En 1977 se decide poner en marcha un plan a través del cual se proyectaba una red de más de 100 puntos a ser ocupados por espacios urbanos, suburbanos e industriales en las cimas y bordes montañosos.
Los asentamientos estarían organizados en bloques sostenibles, en los cuales un número de pequeños pueblos rurales y asentamientos suburbanos recibiría servicios de áreas urbanas más grandes. Cada bloque de asentamientos estaría conectado por autopistas con otros bloques y con el área metropolitana. Los asentamientos servirían como barreras envolviendo los poblados palestinos y fragmentándolos internamente con el tráfico de las autopistas.
A un nivel más específico y táctico, el plan definía que los asentamientos debían construirse en la cima de las colinas con la función de ser puntos de observación, manteniendo conexión visual con cada otro poblado y vigilando sus alrededores y las arterias de tráfico importantes.
En 1984 el ministro de Construcción y Vivienda de Israel publicó una guía titulada 'Construcción y desarrollo en regiones montañosas'. Según esta, las carreteras se diseñarían en anillos siguiendo la forma de las colinas para crear un circuito completo alrededor de la cima, con el acueducto, alcantarillado, electricidad y telefonía enterradas debajo de estas.
La división de los lotes es igual y repetitiva, proveyendo viviendas pequeñas, privadas y de techos rojos posicionadas a lo largo de las calles, contra el fondo del paisaje. En la cima, en la posición más elevada se construirían, en algunos casos, las sinagogas.
Un tema de gran importancia en esta guía eran las líneas de visión. En orden de maximizar la visibilidad, el círculo interior de viviendas debería ser posicionado enfrente de los espacios dejados entre las viviendas del anillo más exterior. Los dormitorios debían ser orientados hacia el espacio público interior, y las salas de estar debían orientarse hacia la vista del paisaje.
La mirada hacia adentro promueve un elemento de vigilancia y control social sobre los habitantes de la comunidad, regulando lo que son comportamientos aceptables por parte de los individuos.
La mirada hacia afuera coloca a los pobladores de estas comunidades en la posición de vigilantes de las acciones de un grupo que se considera hostil, los palestinos. La tarea de los asentamientos es servir de puntos de control dispersos por el paisaje monitoreando los movimientos del enemigo.
Los mecanismos descritos por Weizman en su libro nos sorprenden porque son usos de la arquitectura y el urbanismo que ya no solemos tener presentes. La literatura sobre la conquista y colonización española o sobre el siglo y medio de presencia estadounidense en Panamá, han dejado testimonios del uso de mecanismos similares de dominación y ocupación territorial en nuestro país.
No obstante, hacen falta ejercicios de investigación histórica que arrojen la luz necesaria sobre estos procesos y las claves de su huella en el territorio y la sociedad panameña.