Orlando Acosta y su conexión con el maestro Alfredo de Saint Malo

Actualizado
  • 01/05/2020 00:00
Creado
  • 01/05/2020 00:00
El ingeniero Orlando Acosta nos presenta a la figura que investigó durante un año, como parte del proyecto 'Protagonistas del siglo XX Panameño,' un compendio de 82 biografías escritas por 75 autores nacionales

Alfredo de Saint Malo nació en 1898 en la ciudad de Panamá, entonces una pobre y atrasada capital de provincia colombiana. Su talento lo llevaría a convertirse en uno de los violinistas más destacados de su época, un virtuoso que ofreció conciertos en los escenarios más importantes de Europa, América del Norte y América del Sur.

El maestro Alfredo Saint Malo con su famoso violín, el Stradivarius Lipinski, que amerita un artículo por sí mismo.

Fue llamado “aristócrata de la plataforma”, y los críticos destacaron “su tono viril y cálido” y su “admirable técnica”. Uno de sus mayores honores se lo otorgó el celebrado compositor Mauricio Ravel, su maestro, quien, a finales de la década de 1920 le pidió que lo acompañara en el estreno de su Sonata en G Major para violín y piano. Ravel tocaría el piano y Saint Malo el violín.

“Saint Malo fue destacada figura de la primera generación de músicos panameños y su figura es clave para entender el desarrollo de la música en Panamá. Sus éxitos deben verse desde el trasfondo del impulso que dieron las primeras administraciones del país a las instituciones culturales”, comentó a La Estrella de Panamá Orlando Acosta, autor de la primera biografía del violinista.

La biografía forma parte del proyecto Protagonistas del Siglo XX Panameño (http://www.protagonistaspanamasigloxx.com), una iniciativa liderada por Jorge Eduardo Ritter, que vio la luz en el año 2015.

Orlando Acosta
Orlando, ¿cómo te acercaste a la figura de Alfredo de Saint Malo?

Me uní con mucho interés al proyecto de Protagonistas del siglo XX Panameño con la idea de recopilar la biografía del doctor José Renán Esquivel, sin embargo, este se le había asignado ya a César Del Vasto y, en su lugar, acepté escribir sobre Alfredo de Saint Malo. Fue un desafío, porque fuera de algunos pocos recortes de periódicos había muy pocas referencias escritas sobre su vida. En esta circunstancia decidí acercarme a familiares y a conocidos para construir la biografía a partir de diálogos informales.

¿Sentías, de partida, alguna afinidad con el personaje?

Al inicio de la tarea no tenía ninguna, pero en el transcurso de la investigación reconocí que estaba rodeado de curiosas conexiones con su mundo material y afectivo. Nada es casual. Por cosas del destino había conocido a Gladys Müller, quien fuera cuñada de de Saint Malo, pues su hermana Constanza Müller fue la esposa y manager de de Saint Malo en Europa. Por otra parte, mi vecino Alfredo Hidrovo –músico y autor de los eventos Luna llena de tambores–, era sobrino de la esposa de Walter Mayer, uno de los integrantes de un cuarteto de cuerdas que promovió de Saint Malo en su juventud. El violoncelo de Walter Mayer estuvo –sin saberlo yo– siempre del otro lado de mi casa. La materialidad de su vida estuvo siempre en mi entorno inmediato.

En otra oportunidad, en momentos en que sentí que no avanzaba con la investigación, conversé con mi entrañable amiga Lili Maduro St. Malo y ella me sorprendió con que era sobrina de Constanza Müeller y que casualmente había heredado de su abuela Gladys un archivo documental y fotográfico de de Saint Malo. En ese archivo encontramos fotos de Alfredo con Mussolini, del estreno de la Sonata en G Mayor de Ravel… el archivo tenía incluso una foto en el que aparecía el violín Stradivarius Lipinski que le regaló su suegro como dote cuando desposó a Constanza, un instrumento fabricado en 1715 de una extraordinaria calidad, que lo acompañó durante su triunfo artístico por los escenarios del mundo.

La investigación resultó un proceso de descubrimiento fascinante que me llevó a temas íntimos y personales que no cabían en el formato del proyecto, por lo que quedaron por fuera de él. Incluso pude conocer de confidencias de amores clandestinos de de Saint Malo, en el escenario del Teatro Nacional. Siendo ya mayor, esta dama –como suele suceder entre mujeres– comentó sus experiencias con una amiga, que, a su vez, me lo contó a mí. Bochinches de la investigación...

En la biografía publicada en Protagonistas haces una descripción interesantísima del ambiente de la sociedad panameña en la que nació y se crió de Saint Malo. ¿Podrías resumir este punto?

Como explico, Panamá era una ciudad bulliciosa y abigarrada y sin mayores refinamientos. Era como la mayoría de las ciudades decimonónicas americanas: sucias, incómodas, sin infraestructura de agua potable, alcantarillado, alumbrado público ni sistema de transporte. La vida cultural era tremendamente limitada. La mayoría de las personas no sabía leer ni escribir. Una élite blanca ostentaba el poder político social y económico. Había muy pocos músicos formados en instancias académicas. Los trabajos publicados de mi amigo Eduardo Tejeira Davis (q.e.p.d.) sobre el Teatro Nacional fueron de gran ayuda para recrear y entender el contexto social y urbano de finales de siglo XIX y principios del XX. Mi pasión personal sobre la ciudad de Panamá fue también clave para asomarme a muchas otras fuentes que ayudaron a describir el entorno temporal de ese Panamá.

El violoncelo de Walter Mayers y fotografía de Gladys Muller, cuñada de Alfredo de Saint Malo, dos objetos materiales que tienen su ubicación permanente en las casas de los vecinos más cercanos de Orlando Acosta.
Como pude leer en la biografía, de Saint Malo nació en una familia de cierto nivel cultural, con un padre que conocía de música y que lo introdujo en el estudio del violín. Posteriormente, siguió su aprendizaje con el cónsul de Alemania en Panamá, Arturo Kohpcke. A partir de 1906, el joven estudió en el Conservatorio Nacional, bajo la dirección de Narciso Garay. ¿Qué influencia tuvo Narciso Garay sobre Alfredo de Saint Malo?

Garay era entonces el músico con mayor formación en el país, un profesional que había estudiado violín y composición en importantes academias de Londres, Bruselas y París. Él se convertiría en una figura clave en su formación, sobre todo porque con sus contactos y su influencia había logrado dar impulso a una política de Estado dirigida a forjar la identidad y la cultura de la incipiente nación panameña y fortalecerla, frente a la empresa del Canal, que tomaba escenario, del otro lado del Ancón.

Garay estuvo detrás de las primeras instituciones culturales del país, la Escuela Nacional de Música, el Círculo Filarmónico de Panamá, la Banda Republicana, la Orquesta del Teatro Nacional, el Instituto Nacional de Música. Implementó el programa de “Lunes del Conservatorio”, en el que participaban jóvenes estudiantes presentando conciertos de cámara.

¿Qué nos puedes relatar sobre la formación académica que recibiera de Saint Malo y el efecto que tuvo en el desarrollo de su carrera?

En 1912, con apenas 17 años, Alfredo de Saint Malo se presentó en el Teatro Nacional ante un público que incluía al presidente Belisario Porras. El joven se daba a conocer, pero necesitaría todavía recibir su diploma del conservatorio panameño con el primer puesto de honor para que la administración de Porras le otorgara –en 1915– una beca para estudiar en Francia. En el Conservatorio de Música de París tuvo como maestros a Lucien Capet y Georges Enesco, y posteriormente a Oscar Morini en Viena. En 1919 se le concedió el primer premio de violín y medalla de oro, considerada entonces la más prestigiosa y codiciada distinción en el mundo musical. Con este reconocimiento empezó una vertiginosa carrera musical en los grandes escenarios del mundo. Se presentó en Francia, siguió en Alemania, Austria, Suiza, Italia, Inglaterra, Estados Unidos, Cuba, Puerto Rico, toda Centroamérica y Suramérica.

Posterior a su éxito en América, regresó a Europa donde lo recibió Benito Mussolini para una audición privada en su residencia de Villa Tortonia. Uno de los registros de esa actuación contiene una cita de Mussolini: “Jamás había tenido la oportunidad de escuchar un artista del violín de tan excelente calidad”.

En Italia los papas Pío XI y Pío XII lo recibieron y bendijeron su violín, el extraordinario Stradivarius Lipinksky, valorado en más de un millón de dólares (ver https://www.laestrella.com.pa/cafe-estrella/cultura/150526/malo-saint-violin-regresa).

Fueron más de 20 años de triunfos en las más connotadas salas de conciertos, en los que también grabó discos para el sello Columbia y RCA Víctor. Merece reconocer esta referencia a Lili Maduro y los archivos fotográficos, pues no existía ningún documento sobre este aspecto de la carrera de Alfredo de Saint Malo. La totalidad de ese archivo fotográfico se encuentra hoy –por su gestión desprendida– en los archivos de la Biblioteca Nacional.

Durante esa fulgurante carrera, ¿mantuvo de Saint Malo el contacto con su país?

Siempre. Regresó a Panamá en el año 1929 después de más de una década de ausencia y ofreció una serie de conciertos en el Teatro Nacional, en la ciudad de Colón, en la iglesia de Aguadulce y en Balboa, Zona del Canal. En el año de 1936 se presentó en el teatro Bella Vista dirigido por Eduardo Charpentier Herrera.

En 1950 el presidente Arnulfo Arias lo nombra director del Conservatorio Nacional de Música y Declamación en Panamá, y él abandonó los escenarios, los aplausos y la fama para venir a Panamá a hacerse cargo del proyecto. En este puesto se mantuvo durante 11 años, pero en 1951, cuando se da el segundo golpe de Estado al presidente Arias, lo despiden y sustituyen por Roque Cordero. Él se siente desilusionado y desaparece de la vida pública nacional para dedicarse a la docencia en la Universidad de Texas, en la ciudad de Austin.

Allá muere en el año de 1984 bajo la decisión del más hermético anonimato y con una esporádica presencia en la vida pública nacional.

Cuando murió, Jaime Ingram escribió: “Desaparece el mayor violinista panameño y uno de los más prestigiosos de Iberoamérica, quien con su arte y profesionalismo llevó el nombre de la patria a los salones musicales más significativos de América y Europa, labor que todavía no ha sido cabalmente comprendida ni evaluada en su verdadera dimensión artística en Panamá”.

En Texas, la familia se vio obligada a vender su valioso violín para garantizar la seguridad económica de su esposa y cancelar la deuda hipotecaria.

Orlando Acosta
Biógrafo

Formado académicamente como ingeniero industrial –es becario Fullbright y tiene una especialización en desarrollo urbano–, tiene a cuestas una larga carrera en la División de Ambiente de la Autoridad del Canal de Panamá. Sin embargo, en los últimos años se ha ido introduciendo progresivamente en el periodismo, publicando cientos de columnas de opinión en “La Estrella de Panamá” y “La Prensa”, así como crónicas urbanas y culturales en las revistas “Lobby” y “Portada”. Actualmente es permanente colaborador para los medios escritos y audiovisuales de la Autoridad del Canal de Panamá. El año pasado lanzó, junto con el fotógrafo Sergio Ochoa y bajo el sello de la editorial Hierbabuena, su primer libro “El Cerro Ancón”, que se vende actualmente en las librerías del país.

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