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Panamá, en medio de un sistema-mundo capitalista en contracción
- 03/09/2021 00:00
- 03/09/2021 00:00
El 23 de abril de 2020, el sociólogo, Marco A. Gandásegui (hijo), explicaba que el capitalismo es una relación social al igual que el capital y que esta relación siempre ha existido -no siempre fue dominante-. No fue hasta el siglo XVI, con los viajes de Colón, que comienza a consolidarse en algunas ciudades europeas. Esto se debió a la extracción de metales preciosos en las Américas. El inmenso capital que acumularon -originalmente del trabajo esclavo- les permitió a los capitalistas invertir en nuevas empresas durante el siglo XVII.
Este proceso que impactó, a África como cantera de mano de obra esclava, a nuestra América como proveedor de materia prima, y a Europa como nueva identidad geocultural dominante, se extendió hasta cubrir la totalidad del globo terráqueo como un nuevo sistema-mundo al cabo de los últimos 500 años.
Dentro de esa reconfiguración “post Colón” el mundo quedaría estructurado en dos polos: por un lado el centro dominante, y el otro, la periferia.
El primer polo es capaz de generar nuevas áreas de producción -tecnología- mientras que el segundo se encuentra en condiciones de subordinación en todas las esferas, principalmente, en las productivas. Una antigua dinámica que, con la emergencia de China en las últimas décadas como nuevo polo central, ha empezado a debilitarse.
El asomo del gigante asiático podría cambiar la configuración del mundo conocido, pero no necesariamente implique la superación del capitalismo y sus contradicciones; nada indica lo contrario tampoco.
Por ahora todo parece indicar que el capitalismo seguirá impulsándose por su capacidad de acumulación. Ni sus crisis inherentes, ni la covid-19 están en capacidad de liquidarlo.
Al respecto, señalaba Gandásegui, el capitalismo sólo podrá desaparecer “cuando las relaciones sociales que lo sustentan se disuelvan. Es decir, cuando las luchas de los trabajadores y sus salarios no les permitan a los capitalistas acumular”.
Dentro de la crisis sostenible en la que se encuentra el capitalismo, su sistema-mundo puede cambiar sus formas conocidas, más allá si ocurre efectivamente el desplazamiento del centro del mundo de la cuenca Noratlántica hacia la cuenca del Pacífico.
El investigador boliviano Álvaro García Linera, en el 'Curso Internacional Estado, política y democracia en América Latina', señaló cuatro datos que dan señales de la pérdida de globalidad del sistema-mundo capitalista.
El primero de los datos, es que el comercio, base del sistema-mundo capitalista, se ha reducido, según informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
El segundo dato es “que los flujos transfronterizos de capital, que entre 1989 y 2007 habían crecido del 5% al 20% respecto al PIB mundial, pasaron a tener una tasa menor al 5% entre 2009 y la actualidad”.
El tercero es la salida de Inglaterra de la comunidad europea -frenando la capacidad de expansión del capital occidental-.
Lo anterior junto con la repatriación de capital norteamericano a sus fronteras, principalmente de los ubicados en China, y la reagrupación de las cadenas de valor esenciales -como ha ocurrido durante pandemia-, apuntan a que la globalidad del sistema-mundo capitalista -inaugurado por Colón- empieza a contraerse.
Sin embargo, Gandásegui, muy atento al proyecto de Trump y de la burguesía industrial norteamericana, explica que la repatriación de capital no es una tarea fácil.
Los trabajadores norteamericanos, desempleados, cuyos sindicatos fueron destruidos, serán un obstáculopara tal fin. Difícilmente se sumirán a las condiciones laborales presentes en China o en cualquier otro lugar de la periferia en los que fueron instalados los complejos industriales.
El cuarto dato destacable y que evidencia la tendencia a la contracción, son las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), en las que pide prorrogar el vencimiento de la deuda pública.
De acuerdo con un informe del organismo, también sugieren incrementar los impuestos progresivos a los más acaudalados, modificar la tributación de las empresas para asegurarse de que paguen impuestos, aplicar una tributación internacional a la economía digital, y apoyo prolongado a los ingresos de los trabajadores desplazados e incremento a la inversión pública.
La contracción del sistema capitalista, en términos de García Linera, es el miedo de las clases dominantes a los estallidos sociales y a la paulatina pérdida de hegemonía de la agenda global-neoliberal.
La última entendida principalmente como una pérdida de hegemonía de Estados Unidos de América. Ambas relacionadas y una hipótesis también compartidas por los trabajos de Gandásegui.
La teoría neoliberal ha perdido su capacidad de confabular a las poblaciones. Frente a la covid-19 ha quedado desnuda y los Estados han salido de la prisión en la que estaban -desde la década del ochenta del siglo pasado- para dar respuestas -mal o bien- fuera de ese esquema. Sin embargo, esta debacle de la agenda global neoliberal trae consigo manifestaciones, de esta misma, en formas de autoritarismo, antifeminista, racista, xenofóbica y fascista. Es su lado en resistencia.
Ante la incertidumbre generalizada de la contracción de la agenda global, con emergencias ambientales como el descongelamiento irremediable de los glaciares polares, sumado a la aparición de China con su ruta de la seda -una agenda global en otra dirección-, ambos escenarios podrían en un futuro cercano hacer perder la importancia de la ruta de Panamá.
Por esto, lo más sensato es pensar en un proyecto nacional que pueda atender esos desafíos y no sostener una economía transitista unicamente dependiente y al servicio de la economía global.
La historia nos demuestra las experiencias vividas en el Istmo entre la desaparición de las ferias de Portobelo y la construcción del ferrocarril transístmico. Del pasado se aprende.
Ese posible poyecto alternativo debiese ser como propone el filósofo panameño, Abdiel Rodríguez Reyes, “feminista, interculturalista, ecologista, sindicalista clasista”, como mínimo, sobre la base de un nuevo consenso social.
Su contenido debe ser “en última instancia la vida”, por tanto la naturaleza debe ser central en ese nuevo pacto. No se puede afirmar la vida al margen de esta.
De hecho, la especie humana está biológicamente condicionada a vivir con ella, pero no en los términos actuales que ha impuesto y sostiene el capitalismo. El futuro es incierto, pero se construye en el presente, y como señala Rodríguez, es preferible y necesario construir nuevos horizontes para guiar la tarea sobre la marcha.