México: sin maíz no hay país

Actualizado
  • 15/02/2025 00:00
Creado
  • 14/02/2025 18:02
El gobierno de Washington busca desde el anterior tratado de libre comercio (TLC), sustituido por el actual Tratado México, EE.UU., Canadá (T-MEC), que su maíz modificado reine en los campos mexicanos a fin de ir eliminando los cultivos milenarios

Por enésima vez, la Cámara de Diputados de México retoma el tema del maíz transgénico que su vecino Estados Unidos busca imponer en la nación que se reconoce como el origen de esa gramínea, una de las raíces más gruesas y profundas de la cultura mexicana, incluso anterior a la olmeca y los mexicas.

El gobierno de Washington busca desde el anterior tratado de libre comercio (TLC), sustituido por el actual Tratado México, EE.UU., Canadá (T-MEC), que su maíz modificado reine en los campos mexicanos a fin de ir eliminando los cultivos milenarios, más de 80 variedades endémicas de todas las formas y colores únicos en el mundo, y plantar las modificadas por ellos, pues en sus tierras no existe ni una sola hectárea de grano natural.

México le compra a su vecino cada año casi 20 millones de toneladas de sus variedades transgénicas por un valor superior a los tres mil millones de dólares, cuya totalidad se emplea como forraje, pero el objetivo máximo de los productores del otro lado del río Bravo es penetrar el mercado del consumo humano y dominarlo por la vía de la exportación o de su resiembra en México.

El gobierno de Washington los apoya e incita, a la vez, a los líderes agrarios estadounidenses, a librar la batalla desde instrumentos legales y judiciales sobre los que ejerce dominio como el T-MEC, para que México incluya el grano modificado en su dieta, mientras que la Secretaría de Agricultura y las afines dentro del tratado, hacen las máximas presiones para torcerle el brazo a la administración de la presidenta Claudia Sheinbaum a fin de que permita que la rica y variada cocina nacional use en sus alimentos su transgénico, en particular la tortilla y el tamal, los más populares.

México ve un mutipropósito en la obstinada posición de Estados Unidos y sus amenazas comerciales y arancelarias, y no solamente el de obtener mayores ganancias económicas y comerciales con las ventas de su maíz. Trump busca hacer polvo la granítica voluntad de soberanía del gobierno de la primera mujer presidenta de Estados Unidos, y degradarla ante los ojos de su pueblo y de la humanidad.

Esos objetivos son el mar de fondo verdadero de la hostil política de la Casa Blanca contra la administración de Sheinbaum, el cual se expresa en privar a México de su sentido histórico de independencia y soberanía, el cual está ligado al maíz como factor de identidad cultural, idiosincrasia, nacionalismo y mexicanidad. En ese conjunto de principios y valores radica su fortaleza porque todas sus etnias, incluidas las de origen europeo, africano, o mestizos, se consideran por igual hijas del maíz.

Esa cultura ancestral es tan poderosa, que en 300 años de dominación colonial, Madrid no pudo eliminar los factores culturales indígenas principales, y a pesar de la profunda penetración que sí logró con la cristianización, no sucedió lo mismo con la transculturización, la cual, si bien hizo un aporte de gran impacto en las culturas indígenas, no pudo eliminarlas. Se produjo más bien una simbiosis extraordinaria entre una y otra de la cual nació la mexicanidad contemporánea.

Como informó la secretaria de Ciencias, Humanidades, Tecnología e Innovación, Rosaura Ruiz Gutiérrez, el maíz es importante en la dieta de la población, pues se estima un consumo anual per cápita de 196,4 kilogramos y hay entre 59 y 64 razas de maíz nativo; sin embargo, existen otras que aún no han sido clasificadas oficialmente, y son la base genética para continuar mejorando otros maíces y contra eventos bióticos y climatológicos adversos. 2.5 millones de familias cultivan maíces nativos.

Estados Unidos, que ejerce una enorme influencia en México comercial y financiera y en la industria del entretenimiento, no ha sido capaz de perforar ese muro de contención cultural e histórico que, entre otras muchas expresiones, se observa en la música, el folclor, los nombres de pueblos en los que prevalecen los originarios y españoles, y la forma de hablar en cada región del país. Y, aunque Trump no lo crea, a los mexicanos todavía les duele el alma por el robo a costa de miles de muertos, de más de la mitad de su territorio sin lo cual Estados Unidos no sería el imperio de hoy, el cual fue construido a sangre y fuego.

El tema del maíz transgénico de EE.UU., que se debate desde la misma creación del T-MEC y la asunción del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, a quien Trump no pudo amedrentar, resurge con mucha fuerza gracias a un panel de expertos convocado bajo el T-MEC –en el que es obvio hay mano negra, que falló en contra de México en su intento de prohibir las importaciones de maíz genéticamente modificado para consumo humano.

Por supuesto, las secretarías de Economía y de Agricultura de México lo rechazaron de inmediato y emitieron una declaración oficial en la cual expresan que “...el Gobierno de México no comparte la determinación del panel, pues considera que las medidas cuestionadas están alineadas con los principios de protección a la salud pública y los derechos de los pueblos indígenas”, y aunque aclara que “respetará la determinación”.

La nota reafirma que se mantiene el compromiso de proteger la diversidad genética de los maíces nativos del país, y argumenta que la decisión del panel sólo se refiere al “ámbito del comercio entre México y Estados Unidos”. Por lo tanto, el Congreso debatió y aprobó la decisión de la presidenta de rechazar la siembra en México del maíz transgénico.

El diputado Ricardo Astudillo Suárez, del Partido Verde de México, y su colega Ruth Maricela Silva, resumen la posición oficialista al respecto, al reiterar que el maíz representa siglos de tradición y no se puede permitir que esté en riesgo por el uso de semillas transgénicas controladas por intereses extranjeros.

Advierten que los transgénicos pueden contaminar los cultivos tradicionales y afectar de forma directa al medio ambiente. Por ello, afirmó, su grupo parlamentario apoyará la propuesta de la presidenta Sheinbaum.

Ruiz Gutiérrez, ya citada, advirtió de la necesidad de su país de evitar la siembra y el cultivo del transgénico. México, expuso, es el centro de origen y diversificación del maíz, así como de la domesticación. El maíz tiene alrededor de 40.000 genes, cerca del 85 % del genoma son elementos transponibles, hay una diversidad genética muy amplia y más de mil genes han sido seleccionados artificialmente.

La posición de México es que el maíz transgénico es resultado de una modificación genética para resistir herbicidas como el glifosato, para tolerar plagas mediante químicos en los granos, lo que puede ocasionar riesgos en la salud humana y la biodiversidad. Sin maíz no hay país, pero nunca será transgénico, respaldan los ambientalistas.

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