La reunión de este miércoles 13 de noviembre en la Casa Blanca entre el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, y el mandatario electo, Donald...
- 05/08/2022 07:32
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Setenta y siete años después del bombardeo atómico sobre Hiroshima, esta ciudad del oeste de Japón busca trasladar su trágica historia a una nueva generación de líderes mundiales ante la inquietud por la invasión rusa de Ucrania y la escalada de las tensiones en Asia.
Hiroshima, la primera ciudad en ser bombardeada con armas nucleares el 6 de agosto de 1945, será la sede de la reunión del G7 el próximo mayo, desde donde busca trasmitir un mensaje de paz y en contra de las armas nucleares, ante una nueva tanda de líderes globales.
"Los miembros del G7 vendrán a Hiroshima en una reunión muy importante tras la agresión rusa de Ucrania, por lo que esperamos que lo que sucedió aquí tenga un gran impacto en la mente de estos líderes", señala el alcalde de Hiroshima, Kazumi Matsui, durante un tour con prensa extranjera organizado por el Ministerio de Asuntos Exteriores nipón por el aniversario de la tragedia.
En 2016, Barack Obama, persuadido por el entonces primer ministro japonés Shinzo Abe, fue el primer presidente de Estados Unidos en viajar a la ciudad objetivo de los bombardeos estadounidenses, en una visita histórica que ahora el actual mandatario nipón, Fumio Kishida, busca repetir con el nuevo presidente de EE.UU, Joe Biden.
Kishida anunció el pasado junio que la cumbre de líderes del grupo de los siete del próximo año se celebrará en esta ciudad los días 19 y 21 de mayo, con lo que pretende mandar un mensaje "para que no se repitan nunca los horrores de las armas nucleares", según explicó.
CRECIENTES TENSIONES INTERNACIONALES
Para Matsui, la ciudad también es un ejemplo de por qué Japón no debe tener armas nucleares, después de que varias facciones políticas niponas sugirieran esta posibilidad ante la invasión rusa de Ucrania el pasado febrero y la creciente amenaza de Pionyang, que estaría preparado para hacer un nuevo test atómico en cualquier momento, a lo que se suma la nueva crisis en el estrecho de Taiwán.
"En Hiroshima, alguien en algún sitio decidió usar la bomba sin pensar en las consecuencias, por lo que me pregunto si quien sugiere esto para Japón las entiende. Hablando desde nuestra experiencia, queremos mandar un mensaje fuerte para abolir las armas nucleares", afirma el alcalde.
EL MENSAJE DE UNA SUPERVIVIENTE
La preocupación por la situación mundial también está presente entre los "hibakushas" -supervivientes de la bomba atómica-, personas que tienen ahora al menos 77 años y que han ido muriendo en las últimas décadas por los efectos secundarios de la radiación o causas naturales.
"Simpatizo con lo que está sucediendo en Ucrania, ya que son siempre mujeres y niños los más afectados y no quiero ver a nadie pasar por lo mismo que nosotros pasamos. Sólo puedo describirlo como un infierno", explica Yoshiko Kajimoto, una superviviente de 91 años, que se encontraba a 2,3 km del hipocentro de la explosión.
Kajimoto relata cómo se las ingenió para huir del edificio en el que se encontraba ese día arrastrándose entre los escombros junto a una amiga y cómo después pasó tres días sin comer o beber nada cargando cuerpos de amigos y conocidos.
Como la naturaleza de la bomba y los efectos de la radiación eran desconocidos en aquel entonces, su padre pasó días cerca del hipocentro ayudando a mover cadáveres y murió meses después, mientras que la propia Kajimoto sufrió un cáncer años más tarde, posiblemente relacionado con la radiación, según sus médicos.
"Llevábamos a un amigo en brazos, el cielo estaba completamente rojo y todo lo que podíamos hacer era llorar", lamenta la superviviente, quien dice que "no hay guerras para lograr la justicia" y que su deseo es que "las armas nucleares desaparezcan del planeta".
El Enola Gay fue el avión que el 6 de agosto de 1945 soltó sobre la ciudad la primera bomba nuclear utilizada en combate real y bautizada como "Little Boy", precipitando la rendición de Japón y el final de la II Guerra Mundial.
Esta bomba acabó de forma inmediata con la vida de unas 80.000 personas, cerca del 30 % de la población de entonces. A finales de 1945, el balance se elevaba a unas 140.000 y en los años posteriores las víctimas por los efectos de la radiación sumaron más del doble.