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Espectadores del fin y la catarsis del desahucio
- 20/10/2023 00:00
- 20/10/2023 00:00
Desde los principios de la historia, la narrativa ha sido utilizada para generar poder. Es a través de la narrativa que se concreta y perpetúa la moralidad en una sociedad. Desde las pinturas en las cuevas de Altamira hasta el estreno de la última película de Hollywood, la narrativa recrea y reproduce las dinámicas sociales que rigen a un grupo de personas. Lo bueno y lo malo son retratados, usualmente en oposición, y el proceso de tensión y desenlace incorporado en la narrativa produce la catarsis. Y la catarsis es necesaria para una rendición completa ante la moralidad establecida. El mismo Aristóteles en sus escritos se refirió al efecto purificador que tenía la catarsis sobre el cuerpo de los espectadores del teatro de tragedias griegas. La catarsis purifica la mente de las emociones negativas y eleva en euforia a los valores que lograron ese clímax tan deseado. Esa expulsión de emociones negativas colectivas que una buena narrativa produce, regenera los lazos sociales y el apego a la moralidad retratada. Y sobre todo, permite reescribir la experiencia del individuo, una vez lo agónico ha sido excretado de su psique. A lo largo de la historia, las poblaciones en gran parte han sido simples espectadores de las tensiones entre los poderosos. Ciertas narrativas son más exitosas, universales o poderosas que otras. Algunas son películas repetidas, mientras otras son adaptaciones.
La guerra entre Israel y el grupo terrorista Hamás es un perfecto ejemplo de la producción de narrativas y su efecto sobre las personas y sus parámetros de bien y mal, sus parámetros de lo moral. Estamos en el koilon, presenciando en tiempo real la ejecución teatral de varias narrativas trilladas a lo largo de la historia. Actualmente están en función las obras clásicas “Los aliados contra el eje del mal”, “Los rebeldes contra el imperio” y “La virtud de la sufrida perseverancia”.
Al igual que durante la batalla de las Termópilas, o las fuerzas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial, los poderes que respaldan los intereses de Israel en el medio oriente han puesto en escena su heroico compromiso con el orden mundial liberal y la defensa en contra del eje del mal. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el canciller de Alemania, Olaf Scholz, ya hicieron acto de presencia en Israel esta semana. Ambos lograron, y sin dobles, grabar escenas de acción corriendo para refugiarse de misiles lanzados por Hamás. La escena fue captada con una impecable grabación acústica de las sirenas antiaéreas. El presidente de EE.UU., Joe Biden, viajó a Israel (a pesar de que su secretario de Estado ya estaba en el país) y lo mismo hizo Rishi Sunak, primer ministro del Reino Unido. El mismo Zelensky, el héroe de acción de la tragedia ucraniana, solicitó permiso a Israel para estar en la foto, pero los productores ejecutivos aconsejaron a Netanyahu que rechazara la petición.
En la sala 2 están proyectando una readaptación del clásico “Los rebeldes contra el imperio”. En Pekín, Xi Jinping recibió a 30 jefes de Estado y delegaciones de 130 países para celebrar el tercer foro BRI (Belt and Road Initiative) para la Cooperación Internacional. En la foto del estreno de esta nueva readaptación, Xi Jinping se mostró al lado de su codirector y productor ejecutivo Vladimir Putin. Los líderes denunciaron las políticas imperialistas de occidente y convincentemente culparon a la intervención norteamericana y británica en el medio oriente por la tragedia que atraviesa Israel y los habitantes de Gaza. A pesar de que el estreno ocurrió en Pekín, fanáticos de “Los rebeldes contra el imperio” salieron a las calles en Bruselas, Londres, París, Cairo, Bagdad y hasta irrumpieron en el Capitolio de EE.UU. Una película clásica y para todos los tiempos. Desde Pocahontas hasta Guerra de las Galaxias, a quién no le gusta ver a los pobres y sufridos nativos repeler a un imperio con presuntos afanes de dominación.
Y en la sala 3 tenemos una readaptación de “La virtud de la sufrida perseverancia”. Como con el cine francés, esta película pocos la entienden y menos personas van a verla. Pero algunos que se creen finos pretenden que se trata de una compleja elegancia literaria. En esta obra, la lideresa venezolana María Corina Machado reinterpreta la virtud y avanza a paso de vencedores hacia unas supuestas elecciones libres. En el casting de esta adaptación los productores escogieron a una latina, tras el fracaso en la taquilla de su última versión con la asiática Aung San Suu Kyi. Tras 24 años de juiciosa resistencia, tras años de rechazo por parte de los mismos opositores al chavismo, María Corina Machado hoy cuenta con más de 47% de la intención de voto vs. Maduro con 13%, de cara a una supuesta contienda electoral libre en 2024.
¡Qué buen momento para traer a la gran pantalla de nuestros telediarios, y a la pequeña pantalla de nuestros celulares, estas tres películas repetidas! La catarsis que cada una promueve cumple una función clara y contundente.
Los protagonistas de “Los aliados contra el eje del mal” se perfilan para recaudar cifras récord de simpatizantes en las taquillas de los noticieros y, por supuesto, del streaming de programas de opinión. El 9 de junio de 2024, Olaf Scholz buscará la reelección de su gobierno. El mismo mes de junio, Ursula Von Der Leyen también buscará la reelección. El 5 de noviembre de 2024, le tocará a Joe Biden. Los productores de las campañas políticas del año que viene tendrán pietaje de sobra. Más allá de los deseos individuales de estas tres estrellas del cine político mundial, “Los aliados contra el eje del mal” cumple una función social a través de la catarsis que produce en los espectadores. Esta solidaridad internacional y muestras de valentía, compromiso y camaradería hacen fácil que los fanáticos excreten de su memoria los fracasos de occidente en su política exterior hacia el medio oriente. Tan solo las guerras de Afganistán e Iraq dejaron más de 7.000 soldados “aliados” y 500.000 combatientes y civiles de esos países muertos. La guerra civil en Siria dejó 600.000 muertos, la guerra civil en Libia otros 30.000, una mancha que tiñe de negligencia a los aliados. Por supuesto, esto solo contando la historia desde inicio de este siglo.
Así como existe DC y Marvel, Star Trek y Guerra de las Galaxias, “Los rebeldes contra el imperio” es una franquicia que genera fuertes opiniones. Pero desde David y Goliat, es una historia que ha dado esperanza y fuerza a los que se sienten oprimidos o lejanos del centro de poder. Xi Jinping ha visto como el sector inmobiliario en China cayó un 57% en el último año, el sector representa cerca de 25% del producto interno bruto del país. Vladimir Putin vio como el rublo ruso perdió 40% de su valor en 2023. Mientras que el bolívar venezolano sufrió una inflación del 398% en el último año solamente. La narrativa de resistencia por parte de una banda de rebeldes desorganizados en contra del imperio ha fascinado al tercer mundo desde que existen los imperios. La catarsis de esta narrativa desintegra la animosidad por el líder dictatorial en favor de un enemigo único. Alivia las presiones internas que sufre un régimen para atomizar a sus súbditos y enfilarlos contra el “mal”.
Y al igual que a menudo sucede en los festivales de cine alternativo, los espectadores juzgan la narrativa sin entender el mensaje del guionista. En “La virtud de la sufrida perseverancia”, la lección que presenta la figura virtuosa es una lección de piedad. La lección que el guionista nos quiso dejar con los ejemplos de María Corina Machado, Aung San Suu Kyi, o el mismo Nelson Mandela, es una lección de moralidad universal y eterna. Una lección que nos llama a hacer lo correcto, a corregir el rumbo cuando se pierde, a confiar en el poder de la voluntad y el destino de libertad que nos pertenece a todos. Pero en esta readaptación latinoamericana, la catarsis podría simplemente servir para limpiar las manos de culpa a algunos líderes de la oposición que ahora contarán con nuevos ingresos indirectos tras el levantamiento de sanciones por parte de EE.UU., mientras que el régimen de Maduro pretende limpiarse la cara ante la comunidad internacional permitiendo elecciones “libres”, y Biden se ufana de estabilizar el precio del petróleo en un año electoral.
Por más banderitas de Israel que pongamos en nuestros perfiles, o manifestaciones propalestina que atendamos, o elecciones que votemos en dictadura, la catarsis nunca será reemplazo de la realidad. Estamos de cara a una serie de películas repetidas. Y no hemos ni avanzado ni aprendido la lección necesaria para modificar la realidad.
Israel ha estado en guerra con el mundo árabe, con conflictos en 1948, 1956, 1967, 1973, 1982, 2006, y hoy. Y ni mencionaremos las intervenciones de potencias occidentales en la región. El interés de las grandes potencias no ha sido el de la paz o la democracia, sino la acumulación de poder y riquezas.
Creer que una dictadura podrá resolver el problema de los oprimidos es una falacia que fue comprobada desde el primer triunvirato romano. Xi Jinping, Putin, Erdogan, Orban, Maduro, Ortega y demás aspirantes a autócratas como Lula, Morales, Amlo, no pueden ocultar el sol con el dedo que señala al imperio como culpable de todas las tragedias.
De igual manera, la virtud no está para observarla en otros, sino para practicarla. Allí está el partido de Mandela, el ANC (Congreso Nacional Africano), incrustado en el poder en Sudáfrica e inmerso en corrupción, mientras Aung San Suu Kyi de Birmania está nuevamente presa y la dictadura militar restablecida. Y sería un gravísimo error pensar que una simple victoria electoral de María Corina Machado es la solución al problema venezolano.
La triste realidad es que en la mayoría de estas puestas en escena somos simples espectadores. La finalidad, por supuesto, es que en un desahucio final logremos una catarsis tal, que seamos pasivamente dominados por los grandes poderes, poderes que ya no están representados por naciones sino por tumores malignos, intereses bacanales. A pesar de su encarcelamiento y aislamiento, Aung San Suu Kyi nos dejó esta frase: “No es el poder lo que corrompe, sino el miedo. El miedo a perder el poder corrompe a quienes lo ejercen y el miedo al flagelo del poder corrompe a quienes están sujetos a él”. Y Mandela nos dejó la siguiente reflexión: “El resentimiento es como beber veneno y luego esperar que mate a tus enemigos”. Y para quienes escuchan de cerca a María Corina Machado, más allá de ver la puesta en escena del teatro internacional, tomen las advertencias de pensar en una victoria milagrosa. Y la moraleja del análisis es que la virtud es “hasta el final”, no hasta una catarsis por desahucio.