Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
- 31/12/2021 00:00
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Tras dos años del inicio de la pandemia, Francia, EE.UU. y Australia batieron esta semana sus récords de número de contagios diarios de covid-19. Solo el país galo registró más de 208 mil nuevos positivos en un día. A nivel global el promedio semanal se encuentra en 900 mil contagios cada día, alrededor de 300 mil casos más que el promedio de la última semana de 2020. Es más, a pesar de la distribución masiva de vacunas, más personas murieron por covid-19 en 2021 que en 2020. La pandemia demostró que el mundo en su totalidad no está ni dispuesto ni preparado para la cooperación liberal a nivel internacional. El nuevo orden mundial se está construyendo basado en la lucha por la sostenibilidad de modelos políticos y económicos regionales. América Latina corre el riesgo de convertirse en irrelevante para la seguridad internacional del mundo del futuro o permanecer como una región de extracción de recursos y poco desarrollo humano.
La realidad es que vivimos en un mundo iliberal. No es una novedad, pero si un hecho que debemos aceptar.
China no compartió a tiempo la información necesaria para prevenir o mitigar el desarrollo de la pandemia de la covid-19. Este fue el caso no solo en los últimos 2 meses de 2019 cuando las autoridades del Partido Comunista Chino ya conocían sobre la propagación de un nuevo coronavirus, sino también durante las visitas de los equipos técnicos de la OMS a Wuhan en febrero y marzo de 2021. El régimen de Pekín también utilizó la emergencia sanitaria para impulsar una “diplomacia de vacunas”. El Partido Comunista Chino utilizó el acceso a las vacunas y equipos médicos chinos como medio para obtener favores políticos.
Pero estos comportamientos autoritarios e iliberales no solo figuraron en China; la Unión Europea, por ejemplo, prohibió a finales de marzo la exportación de vacunas a países fuera del bloque europeo ante la escasez de vacunas y tras el desastroso inicio de las inmunizaciones en la región.
El Gobierno de EE.UU., bajo el presidente Donald Trump, se retiró de la OMS. Y el Gobierno estadounidense bajo el demócrata Joe Biden tardó más de 6 meses después del inicio de las inmunizaciones en EE.UU. para aportar a los esfuerzos pandémicos a nivel mundial
Es increíble darse cuenta que los gobiernos de América Latina o mejor dicho la organización social (formal e informal) de las poblaciones de Latinoamérica fueron más eficientes que Europa y EE.UU. en salvaguardar la vida de sus ciudadanos durante la pandemia.
Chile (+85%), Uruguay (+75%), Argentina (+65%), Ecuador (+65%) y hasta Brasil (+65%) bajo Bolsonaro superan a la Unión Europea y EE.UU (-65%) en el porcentaje de su población vacunada y registran un número menor de muertes per cápita diaria a causa de la covid-19.
Además de vivir en un mundo iliberal, los polos de poder a nivel internacional buscan fragmentar la economía global, sus cadenas de suministros, y la realidad social globalizada.
Rusia y China formaron un eje de conveniencia y coexistencia autoritaria. Desde el inicio de la pandemia el régimen de Moscú modificó la Constitución, reeligió a Putin su máximo líder al poder, envenenó y encarceló a su principal opositor Alexei Na valni y aumentó su control de la información en el espacio digital. Este mismo mes de diciembre el Gobierno ruso cerró las operaciones de la oenegé Memorial Human Rights Center e impuso un multa multimillonaria a Google y Facebook por diseminación de información no autorizada.
Por su parte, el gobierno de Xi Jinping aprovechó para consolidar su poder a lo interno del partido e implementó la nueva ley de seguridad nacional para eliminar fácilmente a cualquier oposición. El régimen de Pekín empezó una campaña antimonopolio en contra de las gigantes tecnológicas. Mediante multas y órdenes judiciales, el Partido Comunista de China garantizó que las compañías como JD, Alibaba, Tencent, Baidu y Huawei operaran en función de los intereses del Estado. Desde el principio de la pandemia China prohibió a los niños jugar más de tres horas de videojuegos, a los futbolistas y demás deportistas nacionales de mostrar o hacerse nuevos tatuajes, y en Hong Kong, por ejemplo, forzó el cierre de periódicos pro democracia como Stand News y Apple Daily.
Juntos, Rusia y China lideran el Shanghai Cooperation Organization, un pacto económico que encapsula a 40% de la población mundial y 20% del PIB global. Ambas potencias autoritarias pactaron la creación de un sistema financiero internacional propio para resistir las sanciones económicas de occidente. Ya de por sí 65% del comercio que realizan los países de Asia es con países de la misma región, los planes de Moscú y Pekín pretenden consolidar el control de la región de mayor crecimiento económico a nivel mundial bajo un modelo autoritario de control social y económico.
Tras la traumática experiencia del Brexit y la inestable relación política y económica con EE.UU., el liderazgo de la Unión Europea decidió trazar un futuro separado de sus aliados transatlánticos. El bloque europeo quedó expuesto a todo nivel ante la amenaza de la covid-19. Los gobiernos de la Unión Europea no contaron con sistemas de salud adecuados, tecnologías de información integradas ni mucho menos control territorial para garantizar la eficacia de la respuesta epidemiológica en una era de desinformación y recurrentes afectaciones climáticas. En diciembre de 2020, y tras siete años de negociaciones, China y la Unión Europea firmaron un acuerdo para establecer un marco comprensivo de inversiones. A pesar de que el acuerdo no ha sido ratificado, sí es una señal de que Europa está dispuesta a hacer negocios con regímenes autoritarios siempre y cuando pueda garantizar la estabilidad del mercado único más grande del mundo. Una señal similar la dio la excanciller alemana Ángela Merkel cuando su gobierno insistió en la construcción del segundo oleoducto con Rusia, Nordstream 2. Inclusive de cara a una inminente invasión de Rusia a Ucrania, la relación económica entre la Unión Europea y Rusia no parece estar en riesgo siempre y cuando el suministro de energía llegue a las grandes capitales europeas.
De cara al impacto de la pandemia y el evidente auge económico y político de China, el Gobierno de EE.UU. abandonó su meta de retomar el liderazgo del sistema mundial. La retirada de tropas de Afganistán este mes de agosto demostró al mundo la falta de coordinación entre EE.UU. y los aliados de la OTAN. Y las acciones del Departamento de Estado bajo el liderazgo del presidente Joe Biden dejaron claro que EE.UU. no tiene una agenda política y económica a largo plazo, solo paliativos regionales a corto plazo: detener el flujo migratorio de Centro América a Norte América y contener la influencia de China en el Pacífico a través de alianzas informales estratégicas.
En su primer año de gobierno, Joe Biden solo mostró compromiso con estas dos causas en materia internacional. Confirmó un aporte de $4 mil millones durante 4 años a países del triángulo norte y presentó al mundo la alianza militar AUKUS (Reino Unido, Australia, y EE.UU.) como mecanismo de contención contra China. La realidad económica es que EE.UU. comercia más con Canadá y México que con la Unión Europea o China, por lo que el nearshoring de cadenas de suministro (en especial cadenas tecnológicas) y la estabilidad del mercado estadounidense serán las prioridades para Washington en el futuro inmediato.
Rusia y China proponen una región en donde el Estado controle la información y la economía resista inestabilidad comercial con occidente. La Unión Europea no tiene intenciones de expansión o promoción ideológica, solamente la seguridad de mantener la calidad de vida dentro de la zona Schengen. Y en 2021 EE.UU. ratificó (tras la insurrección del 6 de enero y el resultado efímero de las cumbres del G7 y COP26) ser un imperio en declive. El presidente Joe Biden no logró el apoyo de sus aliados tradicionales para retomar el liderazgo del sistema internacional.
América Latina, por su parte, fue la región del mundo peor afectada por la covid-19 en términos económicos. En 2020 fue la región del mundo que registró mayores muertes per cápita a causa del virus; sin embargo, para finales de 2021 es la parte del mundo con el mejor récord epidemiológico, con las mayores tasas de vacunación y menor número de hospitalizaciones. La unidad de la población regional durante los estados de emergencias produjeron resultados sin igual en las democracias a nivel mundial ni mucho menos en demás países en desarrollo.
Desde el inicio de la pandemia, América Latina de manera disgregada decidió un rumbo común. Chile, Perú, Honduras, y Bolivia eligieron a presidentes de izquierda. En 2022 las encuestas indican que Colombia y Brasil también elegirán a líderes socialistas. El mapa político de la región deja solo a Guillermo Lasso, de Ecuador, como representante de la centro derecha. En cada jornada electoral en 2020 y 2021 la falta de oportunidades económicas y servicios básicos figuraron como las principales demandas que dieron la victoria a la izquierda.
La integración de América Latina, y sobre todo la unidad política de la región vis-a-vis su relación con el mundo es ahora una necesidad de vida o muerte. La región tiene en promedio una deuda externa equivalente a 40% de PIB regional. El giro generalizado a la izquierda puede servir para producir unidad regional para renegociar los términos de las relaciones de América Latina con el mundo y no de países individuales de la región con potencias mundiales.
La región puede financiar las garantías sociales que requieren nuestros pueblos a través de exigencias unificadas en materia climática, lucha contra la corrupción y el crimen organizado, comercio electrónico y uso de data regional, y extracción de recursos naturales, entre otros.
Por ejemplo, la región podría exigir que en la extracción de recursos naturales como el cobre y el litio (esenciales para baterías y cableado) un porcentaje sea para la manufactura de productos finales en la región. Es decir, si una compañía china quiere comprar litio chileno, debe garantizar que un porcentaje o hasta la totalidad del recurso natural sea procesado en algún país de América Latina. O América Latina, en conjunto, puede negociar un impuesto global para la protección de la Amazonía cuya recaudación sea invertida en la transición regional a economías sostenibles. Como también la región en general puede recaudar un impuesto por el lucro a través del comercio electrónico y también la recaudación de datos que ocurren en el ciberespacio de América Latina.
El nuevo orden mundial estará dividido en regiones. Cada región está bajo el tutelaje de un polo de poder, construyendo una narrativa y una realidad que busca ser autosostenible a nivel político y económico. El renacimiento de la identidad y del ideal integracionista americano es una estrategia necesaria para la supervivencia de la soberanía regional. Las causas en común a nivel regional pueden también generar un nuevo modelo de estado de derecho regional con contrapesos regionales e intereses dispersos y no centralizados. Nunca olvidemos que fue la unidad latinoamericana la que nos libró del yugo imperial hace 200 años. Que esta década de gobiernos de izquierda no se convierta en otra década perdida como en los años 80 o principios de los 2000.