La Ciudad de Saber conmemoró su vigésimo quinto aniversario de fundación con una siembra de banderas en el área de Clayton.
- 30/12/2020 18:30
- 30/12/2020 18:30
Armenia no tiene nada que celebrar este fin de año. El país caucasiano se encuentra sumido en una grave crisis política que estalló tras la derrota en la guerra de Nagorno Karabaj, cuyas secuelas marcarán la agenda del Estado durante los próximos años.
"Es el año más catastrófico en la historia de la Armenia independiente, de su Tercera República (surgida tras la caída de la URSS)", comentó a Efe por teléfono el analista armenio Hayk Khalatyan.
Debido a la conmoción causada por la guerra y sus miles de víctimas, este año en Armenia no habrá celebraciones con motivo del fin de año.
Y es que mientras el Gobierno y la oposición se han enzarzado en una lucha feroz, acusándose de errores que llevaron a la guerra, gran parte de la sociedad se encuentra "en estado de shock".
Los armenios lloran a sus víctimas en la guerra con Azerbaiyán y reclaman a las autoridades que agilicen el regreso de las personas retenidas y la búsqueda de los desaparecidos, un doloroso proceso que se ha prolongado por casi dos meses.
"Sigo sin entender qué ha pasado. Hay demasiada información, pero ya no le creo a nadie", señaló a Efe desde Ereván Anait, una traductora de 45 años.
Anait dice que durante la guerra veía todos los informativos, pero ahora se siente "completamente sin fuerzas, tanto físicas como emocionales".
"Creo que es una sensación que se ha apoderado ahora de muchos de nosotros", dice y agrega que este Año Nuevo los armenios no lo celebran, pero sí van a pedir un deseo, "una paz duradera" en la región.
Durante la guerra, Armenia -con 2,9 millones de habitantes- se vio enfrentada con dos grandes actores regionales- Azerbaiyán y su aliada Turquía- una nueva realidad que, según expertos, decidió el destino del conflicto desde su inicio.
A diferencia de conflicto que estalló tras la caída de la URSS, en la presente contienda Bakú hizo patente su superioridad con el uso de drones, que provocaron múltiples bajas en las filas karabajíes, sobre todo, en los primeros días de los combates.
Una de las muchas preguntas que se hacen ahora los armenios es por qué sus tropas estaban mal equipadas y en qué se empleaban los fondos destinados anualmente para las necesidades del Ejército.
"Nuestros chicos lucharon valientes pese a tener casi todo en su contra, pero ¿qué puede hacer un soldado con un kaláshnikov contra un dron?", se lamenta Anait.
En este sentido, en las redes causó un verdadero revuelo la reproducción de una entrevista de un jefe militar armenio que en 2016 le restó importancia a la compra de drones para el Ejército, porque "no hay necesidad en ello".
Según Khalatyan, la guerra era prácticamente inevitable, pues Azerbaiyán nunca escondió el deseo de tomarse la revancha por la derrota en el conflicto de 1992-1994.
"Pero nuestras autoridades actuales lo hicieron todo para que el conflicto estallara y Armenia saliera derrotada", señala.
A su vez, el primer ministro armenio, Nikol Pashinián, se defiende de las críticas asegurando que las causas que llevaron a la guerra eran parte del "legado" que le dejaron sus antecesores.
En todo caso, ahora a Armenia le toca asumir las consecuencias del fracaso de su política militar y diplomática, y sacar las debidas lecciones para poder renacer de nuevo, algo que su pueblo tuvo que hacer en más de una ocasión, como cuando 1,5 millones de armenios murieron en el genocidio perpetrado por el Imperio Otomano (1915).
La crisis política que estalló en el país tras el alto el fuego en Karabaj, en vigor desde el 10 de noviembre, retrasa cada día más el inicio de la recuperación del país, donde la guerra se sumó a la emergencia sanitaria provocada por el coronavirus.
Políticos de renombre, entre ellos el primer presidente armenio, Levón Ter-Petrosián, han abogado por la dimisión del Gobierno, pero han pedido que el cambio de poder se efectúe únicamente por la vía constitucional para no desestabilizar aún más la frágil situación política en el país.
Los expertos apoyan la llegada al poder de una nueva fuerza, capaz de ganarse la confianza de los armenios y que no esté vinculada ni con las autoridades actuales, ni con la oposición, a la que relacionan con las élites derrocadas en la revolución de 2018.
"Si Pashinián no se va, la situación solo empeorará, pero la crisis es tan grave que incluso si el poder cambia es difícil de pronosticar cuándo se resolverá", opina el analista armenio, quien advierte sobre el riesgo de la llegada al poder de "nuevos populistas".
Por: Anush Janbabian