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- 17/12/2019 08:23
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Han pasado apenas 48 horas de la cumbre del clima que se ha prolongado durante doce días (más dos de prórroga) y ya no queda ni rastro de la COP25 de Madrid, aunque sí los rescoldos de una cita organizada contra el crono que ha merecido el reconocimiento unánime de la comunidad internacional.
"Pero total, para nada", es la sensación que se ha extendido y el comentario casi unánime en el ascensor; un sentimiento que contrasta con las expectativas que la mayoría de los países que acudían a la cita tenían depositadas en una cumbre considerada "de transición".
Sin ningún documento "determinante" para la negociación climática internacional (el Acuerdo de París se aprobó en 2015 y el Libro de Reglas para su puesta en marcha en Katowice en 2018), el indicador que mediría el éxito se puso en la capacidad que tendrían los países de avanzar hacia una mayor ambición, para dar respuesta a los informes científicos y a la creciente demanda social.
Pero tres palabras, en boca de tres de los principales actores que han intervenido en esta conferencia, atravesaron el cierre de la cumbre: "decepcionado" (Antonio Guterres) , "insatisfecha" (la Presidenta de la COP25 y ministra de Medio Ambiente chilena) y "agridulce" (ministra española para la Transición Ecológica).
Todas las partes habían subrayado antes de comenzar la cita que ésta no sería una conferencia en la que los países tuvieran que ratificar nuevos compromisos, pero sí un momento clave ante el inminente inicio de un año en el que sí comenzará el proceso formal para que los países incrementen sus contribuciones nacionales.
Sí era el momento de activar esa ambición y de sentar las bases para el próximo año los países la plasmen, en 2020, en las llamadas Contribuciones Nacionales Determinadas -los compromisos oficiales- para éstas sean revisadas al alza si se pretende cumplir con los objetivos del Acuerdo de París y evitar que la temperatura del planeta crezca por encima de 1,5 grados este siglo.
Y era el momento también para demostrar que la comunidad internacional representada en esta convención atendía y era sensible a los informes del panel intergubernamental de científicos que asesora a la ONU en materia de cambio climático, con datos cada vez más contundentes sobre el calentamiento del planeta y sus catastróficos efectos.
El documento final aprobado en el plenario (denominado "Chile-Madrid. Tiempo de Actuar") establece que los países deberán presentar en 2020 unos compromisos más ambiciosos para reducir sus emisiones, porque sus compromisos actuales no son suficientes para frenar el calentamiento del planeta.
Recoge además que es la ciencia la que tiene que guiar la acción y la ambición climática, e incluye dos párrafos -que a punto estuvieron de frustrar la conferencia- que revelan la importancia que los océanos y el uso de la tierra desempeñan en el clima global, tal y como había puesto de manifiesto recientemente el IPCC en sendos informes.
Fracasó la negociación del polémico artículo 6 del Acuerdo de París, el que debe ordenar el comercio de derechos de emisión en un sistema único en todo el mundo.
Pero todas las partes habían llegado a la Conferencia conscientes y convencidas de dos cosas: de que el Acuerdo de París entrará en vigor aunque no hubiera acuerdo, y de que el consenso era prácticamente imposible, incluso de que era preferible un "no acuerdo" a un "mal acuerdo"; y sabedoras además de que la regulación definitiva de ese artículo ya se ha pospuesto en varias citas anteriores.
Una vez más, los negociadores fracasaron en su intento por salvar los dos escollos principales de esos mercados: uno, el referido a la doble contabilidad que algunos países quieren evitar; y, otro, el relativo a la transición de los remanentes de derechos de emisiones que algunos Estados conservan del Protocolo de Kioto y que pretenden mantener en la transición al Acuerdo de París.
Sí lograron sin embargo "avances" significativos en esa regulación que se consideran una muy buena base para continuar las negociaciones durante los próximos meses y tratar de cerrarla en la COP26, que tendrá lugar en Glasgow.
Era la cumbre, tras un cuarto de siglo, para sentar las bases de un nuevo ciclo, para comprometer a la comunidad internacional a asumir compromisos más ambiciosos porque al ritmo actual no llega a cumplir el Acuerdo de París; y así se plasmó en el documento.
No era la cumbre, y seguramente todos las partes lo sabían, en la que se cerraría un acuerdo que ordene el complejo y conflictivo mercado de carbono (casi quince años lleva en marcha el Sistema de Comercio de Emisiones Europeo que se aplica en la Unión Europea y todavía no está completado).
Si lo conseguido en Madrid -en una cumbre que a punto estuvo de no celebrarse-, satisface o no a la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático será evaluado en los próximos meses. Pero tres palabras sobrevuelan todavía sobre los rescoldos de la cumbre: "decepción", "insatisfacción" y "agridulce".